Estoy
en un bosque que en un principio es verde y unos pasos más adelante, se llena
de petunias tan espesas que todo lo tapa y se convierte en un inmenso mar rojo.
En la naturaleza boscosa me sentía bien, pero esta alfombra me ahoga. Me asusta estropear las flores al pisarlas, por
eso necesito mis alas y salir volando de este espacio que cada vez se hace más
extenso. Se agranda por los lados y sigue hacia arriba. No hay caminos ni
puertas por donde salir, es como un gigantesco laberinto donde todo se cubre de
esas horribles flores que me aprisionan. Ya tan solo puedo distinguir un trozo
de cielo, por donde se asoma una nube juguetona, que me sonríe y me llama. Yo
sé que las nubes ni sonríen, ni hablan, pero esta sí. Y quiero cogerla. Estiro
mis brazos, la llamo y ella se carcajea, me guiña con un ojo de sapo. Lloro.
¡Quiero subir ─digo, ─quiero volver a casa, no puedo morir en este lugar rojizo!
No
sé si estoy despierto. Sudo y creo que mi mujer me pregunta por qué grito y a
qué alas me refiero.
¡Ella
me abofetea y se lo agradezco!
Nani. Abril 2019
Un masoca más.
ResponderEliminarPues sí, pero los sueños son los sueños!!
ResponderEliminarBesicos muchos.