Aquel
día me acosté como siempre hacía y debí quedarme dormida enseguida.
Lo
que pasó a partir de ese momento, no llegué a entenderlo en mucho tiempo.
De
pronto me vi metida en un camarote diminuto de un barco, vestida con un
pesado miriñaque y una peluca pelirroja a tirabuzones. A decir verdad, no
conseguía con todo ese atuendo tener movimientos coherentes que me permitieran
salir primero por la puerta y después, ascender por unas escaleras resbaladizas
que siempre me llevaban de nuevo al principio de los escalones. Cuando conseguí
subir a popa, observé que toda la tripulación dormía y nadie se hacía cargo del
timón. El barco se movía de izquierda a
derecha cada vez más descontrolado y las olas enormes empezaron a cubrir la
cubierta. Me pareció que toda la tripulación era pirata pero al mirarles
mientras me dirigía al timón; tuve la certeza de que no dormían sino que
estaban muertos y bien muertos. Se desplazaban con el vaivén del barco y ya no
cabía duda. Como pude me agarré al mando y con miles de apuros lo intenté
dominar. No sé cuánto duró mi lucha con las olas y con ese instrumento que
nunca había tenido la ocasión de manipular, pero cuando quise darme cuenta
estaba amaneciendo y comprobé que todos los cuerpos estaban amontonados en la
parte de proa, calados hasta los huesos como yo misma ¡claro que eso a ellos no
les importaba! Para más inri, vino a posarse sobre mi hombro un loro
multicolor, que comenzó a picotear lo que eran mis rizos con una confianza que
daba asco, como si nos conociéramos de toda la vida.
La
mar se fue serenando y a lo lejos divisé algo que parecía costa o tierra firme.
Como ya me había familiarizado con el timón, conseguí acercarme y soltar el
ancla. Antes de bajar a tierra firme, me quité el vestido que además de estar
empapado, me impedía moverme con facilidad y me dejé el corpiño y unos pololos
que llevaba debajo. Aunque empapados, el sol ya empezaba a calentar y suponía
se secarían. Bajé a tierra firme y me adentré en lo que parecía una playa de
arena fina que terminaba un poco más allá, donde comenzaban una dunas terribles
que me tragaban por momentos, mientras intentaba avanzar. Al término, me
adentré en un terreno lleno de vegetación desconocida para mí, pero debía seguir
adelante y buscar algo de comida. Estaba hambrienta y en el barco no había nada
más que un loro y muchos cadáveres. Encontré una especie de frambuesas y me las
comí con avidez. Más tarde me senté bajo una especie de palmera pero de un
tamaño tan pequeño que me llegaba la copa al mismo pecho; me hice un ovillo y
allí me quedé descansando. Creo que dormité porque de pronto me vi rodeada
de unos seres diminutos que no paraban de sonreír bobaliconamente. Avancé un
poco y salí de debajo del árbol. Al principio me asusté, pero con aquel tamaño
pronto comprendí que no me harían nada, con un simple capirotazo los podría
sentar de culo sin más, pero he ahí mi equivocación porque me demostraron que más
vale la maña que la fuerza. A un zapatazo en el suelo, se abrió el espacio que
ocupaba y fui a parar con mis tristes huesos a un recinto oscuro y frío, donde
permanecí por espacio de unas horas que se me hicieron eternas. Pasado ese
tiempo, llegaron con un recipiente de agua y unos plátanos que comí con pasión.
Pedí que me sacaran de allí, que no les haría daño, que era una navegante
perdida y que había atracado en la playa donde el viento y la intuición me
llevaron. Como no nos entendíamos, me dejaron sola y allí permanecí por un
tiempo que no sabría decir si fueron días, horas o semanas. Sé que comía
plátanos diminutos y otros frutos que estaban deliciosos. Bebí siempre agua
limpia y fresca y un día se abrió el espacio por donde caí, arrojaron una
escala y con gestos me dijeron que subiera. Me esperaba todo un regimiento muy
singular y de estatura muy pequeña. Tuve que arrodillarme para poder ver que me
decía la persona que parecía dirigía todo aquel personal. Con gestos me hizo
entender que podía irme. Que mi barco estaba en perfectas condiciones. Que los
piratas eran sus enemigos y que vieron que estaban todos fallecidos. Ese fue el
motivo por el que a mí me cogieron presa, ya que me vieron atracar con el barco
de sus malhechores. Como pude les conté que no sabía cómo había ido a parar a
aquel barco, que me desperté dentro de un camarote vestida con trajes antiguos
y que parecía que había retrocedido milenios. Entonces me contaron que esos
piratas eran los auténticos y en los que se basaron para producir las películas
que tantas generaciones habíamos visto. Fantasmas de otro mundo que se apoderan
de las almas de las personas actuales para ellos seguir sobreviviendo, por eso
me cogieron a mí que era joven, pero que había sido la última vez que volvían a
hacer de las suyas, ya que pudieron introducir en sus barriles un veneno letal
que los dejaría por siempre en donde deberían estar, que durante siglos había
sido la misión principal de ellos. Me invitaron a compartir sus vidas, pero les
dije que quería volver a ver a mis padres y que si alguna vez tenía ganas de
vivir una aventura de verdad, volvería. Les confesé mi temor a no saber llegar
sin dificultad. Me comunicaron que la mar no se crisparía ya que no existían
los que la enfurecían y que me habían instalado un GPS de último modelo en el
timón del barco, que me indicaría todos los pasos a seguir hasta llegar a mi
tierra. Les agradecí y les besé uno a uno, saliendo de allí con lágrimas de
gratitud y el sentimiento de dejar un lugar idílico.
#ZendaAventuras
Nani.
Mayo 2019
Ay... con la imaginación se pueden hacer maravillas... y tú has escrito una maravilla llena de ilusión.
ResponderEliminarTe felicito.
Muchas gracias Xavi. Viniendo de ti, doblemente agradecida!!
EliminarBesicos muchos.
Que bonita aventura..... Saludos amiga.
ResponderEliminarMuchas gracias Sandra!!
EliminarBesicos muchos.
Me ha gustado esa aventura nany.
ResponderEliminarGracias por traerla.
Feliz semana amiga.
Un beso
Gracias a ti por leerla, Carmen.
EliminarBesicos muchos.
Caray
ResponderEliminarUyyy, qué quieres decir? Me quedo con la duda!
EliminarBesicos muchos.