Todo
había cambiado. Las hortalizas tenían piojo, la cebada y el trigo amarilleaban demasiado sin ser época.
Las cabañuelas se reventaban antes de tiempo y todo el campo estaba grieteado. Un
día salí a buscarlo y creyendo que nadie lo íbamos a sorprender, le encontré
con lágrimas en los ojos mientras acariciaba las plantas resecas y las berenjenas
mustias. Entre dientes maldecía o eso creí entender.
Abuelo
me entristece verte así, ─ le dije. Me miró mientras se restregaba los ojos con
el dorso de la mano y me contestó: “No te preocupes, no es nada, son las pajas
que vuelan e irritan la mirada, además de haber recordado a tu abuela y lo bonita que era cuando nos conocimos; ha
sido la emoción al evocarla más que nada. Aunque no quiero mentir; me preocupa el
color de los campos y el desprecio que hemos tenido por la naturaleza, nos
portamos mal con ella y nos devuelve su ira en forma de bumerán. Hemos dejado
de respetar y eso es lo peor que puede hacer el ser humano. Le debemos todo.
Hemos creído que somos los más fuertes y no hemos querido admitir que somos
simples hormigas irreverentes”.
Nani.
Julio 2019
Que bonito y triste relato que lleva mucha verdad. La ira de ella es porque nos portamos mal, no la respetamos y ella actúa así. Saludos amiga.
ResponderEliminarSí Sandra, nos portamos más con ella y estamos pagando su enfado. Debemos poner remedios, si nos dejan, claro...
EliminarBesicos muchos.
La naturaleza acabará con nosotros.
ResponderEliminarSomos un peligro para el planeta y lo pagaremos.
Besos.
Xavi, de seguir así se nos volverá en contra del todo.
EliminarBesicos muchos.
Siendo simples hormigas nos comportamos como dioses todopoderosos.
ResponderEliminarBesos.
La prepotencia del ser humano Alfred, que nos pierde siempre y en este caso, nos hundirá si no se pone y ponemos remedio.
EliminarBesicos muchos.
Una buena reflexión.
ResponderEliminarMuchas gracias Margarita por comentar.
EliminarBesicos muchos.