Las
largas caminatas por el campo o por la playa, son el resorte que me da vida.
Cuando piso la arena dejo de sentir morriña por aquellos paisajes galleguiños
que me vieron crecer. La vereda que
siempre recorría con mi padre, las trochas para volver y los atardeceres hacían
que mi goce fuera infinito, aunque
el salitre me provoque sarpullido.
Lo doy por bien empleado, vuelvo a ser el niño de seis años. Después una buena
ducha y todo perfecto.
Nani.
Octubre 2019