viernes, 16 de octubre de 2020

SERRANO

 


Foto de Nani Canovaca


 

Nací en esta sierra cortijera y olivarera dónde supe del trabajo duro que se lleva a cabo de sol a sol y dónde observé, como las pieles de los hombres se iban curtiendo con el paso de los días, hasta que terminaban con surcos en sus rostros y manos, como son  los caminos que nos conducen a la cima. Allí está el santuario al que íbamos cuando recogíamos la cosecha a dar gracias, o cuando se celebraba la romería. Esos días, todos los familiares compartíamos los chorizos en pringue de la matanza, el lomo adobado o el salchichón de tripa cular, que era el que se reservaba año tras año para ese acontecimiento.

Recuerdo al abuelo los días de lluvia, alumbrado por el candil que colgaba cerca de él, enredando y trenzando los espartos con los que confeccionaba las espuertas, los serones de los mulos o los cestos donde recogían las mujeres la fruta, transportaban las aceitunas y llenaban los sacos durante la cosecha. Rememoro con frecuencia, los días de recogida del trigo y como me enseñó a hacer las alpacas con la paja en la era, para almacenarlas en el altillo del pajar. Los paseos que me daba encima del arado, cuando madre no nos veía porque le aterraban todos aquellos hierros que a ella la paralizaban, ya que estuvo presente cuando su hermano una vez se enredó en ellos al cogerle el pantalón y le amputó parte de los dedos de un pie. El particular olor del mosto, cuando después de la vendimia ayudaba a los hombres a pisar la uva en el lagar, ¡la sensación era tan especial!

Más tarde me mandaron al instituto del pueblo y me gustó tanto la historia, que la quise estudiar. He conseguido una posición desahogada, pero no olvido mi origen y las ganas que tenia de volver, cada día se acentuaba un poco más. En vacaciones siempre vine y pude disfrutar de todos mis mayores, pero ahora esta tierra y esta casa están casi derruidas y olvidadas. Vengo cuando puedo, pero no todas las veces que me gustaría, son muchos  los kilómetros que ahora me separan, aunque ya está decidido. Esta casa la levanto de nuevo con mis manos y la ayuda de mis dos hijos; lo hemos acordado en casa y por lo menos en vacaciones volveremos a respirar este aire serrano, esta vida limpia y a gozar estas piedras llenas de sudor y sangre, de esfuerzo y vida, que por descuido vamos aparcando y se nos va apagando poco a poco.

 


#historiasrurales.

 

Nani. Octubre 2020

8 comentarios:

  1. Hermoso querida Nani, amar nuestras raices, nuestra historia, lo que nos ha construido en parte y hacer que nuestros hijos sean participes es maravilloso. Un entrada preciosa . Besos y un bonito fin de semana

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    1. Eli, siempre tan amable. cariñosa y con toda la razón. Me alegra que te guste.
      Besicos muchos.

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  2. Nunca debemos olvidar nuestras raíces. Que lindo texto. Saludos amiga.

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    1. No, nunca Sandra. Muchas gracias paor comentar.
      Besicos muchos.

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  3. Me recuerda a las historias que me contaba mi abuelo cuando era joven.
    Un saludo.

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    1. Né, era lo que ellos habían vivido y hoy las he querido homenajear.
      Besicos muchos.

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  4. Qué bonita semblanza. La importancia de las raíces que nos unen a nuestros orígenes y también el arraigo familiar, buen contados y sentidos. Nos identificamos.
    Besitos.

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    1. Juan Manuel, hemos vivido de otra manera. Gracias por comentar.
      Besicos muchos.

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