lunes, 4 de octubre de 2021

LLANTO

 

El bosque estaba ahí, esperando y asustado. Aquel individuo arrojó la colilla del cigarrillo que fumaba y siguió su camino comiendo un bocadillo de mortadela. Atrás dejó la hierba seca y encendida, que prendió unas ramas y hojas caídas. Poco a poco se formó un enorme humo, pero entre él, había llamas que se tragaban todo lo que a su paso y con ayuda del viento, invadían. Los pinsapos y abetos tenían las entrañas rotas, porque sabían que ya les quedaban muy pocas respiraciones. Lloraban por las ardillas, las hormigas y las abejas, entre todos los animales que no les daría tiempo a salir.


TRISTE

El bosque estaba ahí, esperando a que los humanos entendiéramos su idioma y el hábitat, pero da la impresión que somos ciegos, sordos y mudos cuando se trata de  cuidar, aportar y arrimar el hombro, sobre todo si nos toca el ego. No importa que los animales polinicen, restauren el ambiente y hagan que siga el curso de la vida, mueran, desaparezcan o cambien de sitio y con ellos, el ecosistema que antes o después, termina con todo la belleza, la vegetación, la lluvia y como no, con la humanidad. Nosotros los humanos, nos estamos echando tierra encima.


PREMONICIÓN

El bosque estaba ahí, esperando a que amaneciera y entraran los primeros rayos del rey, para calentarles, escuchar los trinos de las bellas aves y notar las caricias que las ardillas les proporcionaban en las ramas de todos los que allí habitaban. Se sentían tan necesarios e importantes, que cada vez que exhalaban, llenaban de aire puro la naturaleza, limpiaban lo que había quedado contaminado y regeneraban el ecosistema, aunque les revelaron que tienen los días contados.

 

Nani. Octubre 2021