Ahora ya vestido y con el abrigo en la mano, sale a la
calle y se encamina a su trabajo. Pasa como siempre por la cafetería de la
esquina, toma el café que le termina de espabilar. Sale y tropieza como siempre.
El chico que pide limosna, se ríe día
tras día. Le deja con el traspié el bocadillo y se guiñan mutuamente, como si
fueran los mejores amigos del universo.
PERDIENDO LA INOCENCIA
─Ahora ya vestido, todo parece distinto.
─No
soporto ver sin ropa al niño ni al resto de personas de la foto.
─Te
agradezco que hicieras ese trabajo por
mí y los vistieras a todos. El día que
el abuelo me contó lo que pasó en aquel barracón, vomité y me desmayé. Después
me agarré a su cuello y fue papá el que le dijo que era aún pequeño para
entender lo que significaba Auschwitz.
─Terminamos
llorando los tres.
Nani. Febrero 2020