miércoles, 9 de marzo de 2022

SOY MUJER Y UCRANIANA

 


 Foto, Mujer Ucraniana cogida de la red

Vine al mundo en una época en la que mis padres se recuperaban a duras penas de la segunda guerra mundial. Mis abuelos eran de la ciudad de Járkov y después de todos los destrozos que hubo, mis padres junto a mis abuelos se trasladaron a Konotop, una ciudad perteneciente a Sumy, ya que descendíamos de campesinos y en dicha ciudad se estaba restaurando lo que había sido su medio de subsistencia desde siempre.

Crecí entre siembras y recolecciones, cereales y verduras.  Ayudaba siempre que se me requería. Fui a la escuela y cuando terminé la primaria, ya definitivamente me dediqué a la labranza que era lo que mejor conocía y lo que hacíamos los componentes de toda la familia.

La época que recuerdo con más cariño, era cuando hacíamos las conservas y mermeladas o cuando pintábamos los huevos de Pascua. Disfrutábamos de manera particular, porque mientras trabajábamos tanto los abuelos como mis padres, nos narraban todas las desventuras que habían vivido las distintas generaciones y como tuvieron que ir de un lado a otro, debido a la Revolución Rusa, las Guerras Mundiales y cómo se las ingeniaban para seguir adelante. Dentro de todas las penurias y carencias, también nos contaban las aventuras de niños, jóvenes, fiestas populares y bailes en las cercanías, donde comenzaban sus noviazgos y amistades que duraban por siempre.

Crecí en un ambiente sencillo, pero donde no faltaba cariño y respeto. En 1976 junto a un buen chico de la ciudad, formé mi propia familia. Cuando tuvimos a nuestros propios hijos, uno de ocho años y la pequeña de cinco, ocurrió el accidente de Chernóbil, y al residir tan cerca, decidimos salir de nuestra ciudad. Dejamos nuestra casa, todos nuestros recuerdos y los que nuestros padres habían construido. Volvimos a Járkov, la ciudad de nuestros padres en donde teníamos familiares que nos ayudaron a comenzar de nuevo.

Ahora, en marzo de 2022 y con casi 70 años, ya por supuesto sin mis padres y viuda (mi chico se fue hace cinco años después de sufrir un cáncer debido a que trabajó en Chernóbil), debo acompañar a mi hija, nuera y nietos fuera de Ucrania. Ya no es a otra ciudad de mi querida patria. Ahora y debido al asedio con el que nos está masacrando el líder de nuestra hermana Rusia, tenemos que salir de aquí si queremos seguir con vida, para encontrar asilo en otra nación. Por ellos hago lo que sea necesario, pero me están faltando las fuerzas, no puedo con tanta pena y tanta desolación. Tengo ganas de descansar, no puedo con tanto como han visto mis ojos y tanta incomprensión acumulada en mi alma. ¡Me pesa mucho la mochila, como dicen los más jóvenes!  Tienen que quedarse los hombres y vamos combatiendo la pena como Dios y San Andrés nos da a entender, para no asustar más de lo que están los pequeños. Hemos cogido lo que cabe en una maleta, lo preciso para un viaje que será duro, a veces caminando y con el deseo de poder llegar a la frontera de Polonia, Hungría o Rumanía (todavía no lo sabemos seguro), para después ir a Francia, donde residen familiares del padre de mis nietos, que nos acogerán en un principio.

Hoy día 8 de marzo de 2022 (deberíamos estar celebrando todas las mujeres de la familia, pero creo que ni se han acordado o se lo han callado como yo) y mientras esperamos coger un tren que nos traslade fuera de Ucrania, cojo de nuevo la libreta donde anotaba mis recetas para dejárselas a mi querida Inna (la mayor de mis nietas), para seguir contándole esta historia que es mi vida y, sobre todo, le voy a pedir que tanto a sus hermanos y primos, como a todo el que pueda, le pida que no olviden las crueldades que las naciones hacen en estas horribles guerras. Que no olviden, sino que se amen y respeten, para que no vuelvan a repetirse los enfrentamientos y por lo tanto, las guerras que no sirven sino para crear resentimientos, mucho dolor y separación de familias. Pero lo que es peor, la muerte de inocentes que solo son utilizados y doblegados por los gobernantes ególatras o dictadores, sean de las creencias que sean. .

No sé dónde mi cabeza se posará a partir de ahora. No sé dónde seré enterrada (mi deseo hubiera sido cerca de mi chico grandullón, ese que me hizo reír muchas veces y apreciar lo que es la vida compartida), pero ya tampoco me preocupa, aunque me acompaña. Llevo cubierta la cabeza con la última Justka que me trajo de Polesia. Ahora solo quiero acompañar a mis hijos y nietos. Luego será lo que el futuro nos tenga destinado.


#VocesdeUcrania

 

Nani. Marzo 2022