Estoy muy ocupada y no puedo visitaros ni actualizar como quisiera, pero pasadas las fiestas me tranquilizo y podré estar con todos vosotros como hacía hace ya un año, ¡ESPERO QUE ASÍ SEA!, mientras tanto, os dejo este relato que alguno de vosotros ya leísteis en 2007 y que repito hoy, con el deseo de que paseis unas muy FELICES NAVIDADES esperando disfruteis de los vuestros. Besos desde tierras andaluzas.
BAGDHAD, 25 de Diciembre de 2006.
Queridos padres y hermanos. Os pido me perdonéis por no haber hecho preciso el escribir a casa en estas fiestas, yo he recibido todas vuestras cartas y felicitaciones, a veces se retrasan porque los emisarios tienen que ingeniarse como llegar hasta aquí, pero como os decía, todo ha llegado, incluido el paquete con las conservas. De verdad que lo he intentado infinidad de veces. No ha sido por falta de tiempo, sería una injusta excusa, pero lo único que veía cuando cogía el folio, o intentaba poner un email, era al chico del anuncio ese que dice: "Vuelve a casa, vuelve...", y se me empañaban los ojos siéndome imposible seguir. Después creía estar, entre Alicia y Paco montando el Belén, ¿te acuerdas mamá, cuando rompimos la vaca y pusimos la de la granja "play móvil”? A papá colocando las luces intermitentes, la bandeja de polvorones, los bombones tuyos cubiertos de virutas de chocolate y... ¡Cómo os estoy echando de menos, aquí tan lejos, con tantas desgracias en las casas, en la calle, tantas miserias, tantos destrozos, tantas tristezas y resignación, en los ojos de los niños, de las mujeres que para colmo, es lo único que se les ve. De los hombres de bien, que lo único que desean es que todo esto acabe, poder ir al trabajo por muy mísero que sea el puesto y poder llevar a casa un pedazo de pan, unas galletas o un poco de leche para alimentar a sus familias! Lo que veis en los informativos, no es nada comparado con lo que aquí está ocurriendo, no os podéis imaginar la impotencia y la rabia que sentimos cuando pasamos por una casa derruida, sacando cuerpos inocentes (casi siempre, mujeres y pequeños), o cuando vamos a visitar a los niños del hospital infantil y ves tanto cuerpecito mutilado, privados para siempre de lo más vital para hacer una existencia normal. Es muy doloroso saber que no podrán jugar con sus manos, caminar cuando lo deseen o deleitarse con una puesta de sol, cositas tan simples y normales que para ellos, les estarán vedadas para siempre.
No os podéis imaginar como estoy recordando mi época de niño, la facultad, mis juegos y juguetes, los paseos con las chicas, los días de cine, mis primeras salidas nocturnas, a vosotros y tantas y tantas cosas; que me han hecho feliz día tras día. Cómo evoco estos días la cena de Nochebuena y la comida de Navidad, con toda la familia, primos, abuelos, en fin; todo lo que huele a hogar, terruño y paz. ¡Cómo se aprecia aquí, la sencillez, lo cotidiano e incluso, los momentos de aburrimiento que tan poco nos gustan, cuando vivimos de forma normal y feliz!
Como os decía, no me sentía con ganas de escribir, pero he visto a un chico de ojos tristes que al mirarle, es lo que me ha hecho reflexionar y ponerme ahora a contar lo que me pasa.
Antes de nada os tengo que decir, que no os apenéis por mí, ya que cuando termine de contar todo, os daréis cuenta porqué lo digo.
Sabéis, que cuando el director del periódico me envió a cubrir las noticias y sustituir a Fernández en estas fiestas, no me sentó nada bien, pero claro: ¡No puedo exigir, estoy empezando y además tendré que demostrar que no solo he terminado periodismo! Apreciareis que me sigo enrollando como siempre, deformación profesional, ¡y no te rías papá, que me parece estar viéndote!
Lo que os voy a contar es mi Nochebuena, la de anoche. Como os decía al comenzar la carta, desde que empezó diciembre, he andado mortificándome con las luces de la avenida, los escaparates, el turrón, pero sobretodo "el Belén", los dimes y diretes con mis hermanos, tus peleillas mamá y que además, las empezabas tú siempre, reconócelo. La mirada de papá por encima del periódico, mientras aparenta leer la carta al director, en fin, otra vez estoy divagando y de nuevo, se me está yendo el santo al cielo. Bueno a lo que iba. Anoche, me encontraba junto a unos soldados con los que he hecho bastante amistad. Nos reunimos en mi habitación, si a esto se le puede llamar habitación, tiene grietas por todos lados, pero no os preocupéis, no pasamos frío ya que el clima es cálido y aunque está todo muy mal, al menos tenemos un techo, los ordenadores están fuera de peligro y las fotos están a salvo de que sean estropeadas o robadas. Aquí pasamos más inadvertidos y nos encontramos más seguros, ya sabéis que desde hace tiempo, no es conveniente estar en hoteles, puesto que de esa forma se les facilitaría los posibles atentados, y hacer daño a las distintas naciones, valiéndose de los enviados a cubrir noticias, así como pasa en los consulados y en todos sitios, donde los terroristas sepan hay alguien que les sirvan para chantajear y crear más pánico del que ya existe.
Todos trajeron algo: "Una lata de sardinas en escabeche, una lata de leche condensada, un chorizo de la matanza de Juan, un poco de bacalao envasado al vacío y un pan que Daniel, el teniente, ha conseguido con miles de estratagemas. ¡No tuvimos aceite para el pan, que pena, cómo lo echo de menos!
Nos disponíamos a cenar, cuando llamaron a la puerta. Nos quedamos de piedra. Era ese niño que tantas veces hemos visto por los alrededores y al que me he referido antes. Es un niño delgado, de pelo muy oscuro y ojos negros con ojeras muy pronunciadas, que aún le hacen más triste y demacrado. No hablaba, solo miraba. Después, desvió sus ojos hacía la mesa donde se encontraba nuestro improvisado banquete. Se notaba que tenía hambre y le hicimos pasar. ¡Cenaría con nosotros! Pero me cogió de una mano y tiraba de mí: "¿Qué quieres chico?, -le dijo Pérez. ¡No sabe nuestro idioma!, -contestó Daniel. ¡Tendremos que ver que desea, igual pasa algo en su casa, si el que la tiene!
Nos pusimos las cazadoras y le seguimos. Cómo a doscientos metros, entra en una casa en ruinas, y ¡me quejaba de mi habitación! En una mecedora rústica, está sentada una anciana con la cabeza y el rostro cubiertos. En una cunita también de madera, duerme un bebé. En los ojos también negros de la anciana y que por desgracia es lo único que se le ve, se palpa la impotencia, la desesperación. Nos alarga un documento donde Daniel lee y después comenta: "En el último atentado, murieron un hombre y su esposa, deben ser los padres de estos niños, ella probablemente es la abuela". En ese momento, si que nos dio frío, semejante al que hará ahí en España, pero además aumentado por la impotencia y la mala sangre que le da a uno, cuando ves estas barbaridades y despropósitos. Me quedé helado y rabioso, porque cada día entiendo menos estas guerras y estas muertes injustas de tantos seres que tan solo han venido al mundo a sufrir, morir de miseria y de espanto, sin saber porque les toca a ellos. ¡Me cachi, otra vez me estoy yendo por los cerros de Úbeda, os pido disculpas, pero es que estoy indignado y tengo que desahogarme! Pues como decía, de nuevo Daniel nos volvió a la realidad diciendo: "Hasta mañana no les podremos llevar a los albergues de la ciudad, y mirándome. ¡Ve por tu coche, nos los llevamos a tu casa, tenemos que celebrar la Nochebuena, y están muy débiles para hacerles dar un solo paso, además, el pequeño necesita su cunita y la poca ropita que posea!".
Papá, mamá, hermanos. Os aseguro que ha sido mi mejor Nochebuena y creo, anoche nació de nuevo Jesús en mi habitación. Un Jesús de verdad. Sin luces, sin turrón, sin nada, como aquel que durmió en un pesebre. Un pesebre compuesto de tres soldados, una anciana, dos niños y un periodista que tiene mucho que aprender y que no olvidará en la vida, su mejor “Nochebuena”.
Os quiero mucho. No puedo decir más porque creo, me habéis entendido.
Os envío todo mi cariño.
Jose.
P.D. Alicia si ves a Ana, dile que mañana le escribo a ella.
Nani. Diciembre 2009.