Foto tomada de la red
Él
duerme como un poseso. Ella está acostumbrada a su enfermedad y a él. Él fuma
en la habitación del hospital y la compañera de habitación le dice que allí no
se puede. Ella le disculpa. Él vuelve a dormir sin percibir nada a su
alrededor. Ella de nuevo pide que le disculpen y esa noche no descansan, es
impresionante las formas tan extremas de roncar. Durante el día le hacen las
pruebas neurológicas tan delicadas y en la habitación les esperan unos
familiares, que comen de todo y hacen toda clase de ruidos, no respetan a la persona
que yace en la cama de al lado. Entrada la tarde noche, vuelve la enferma con
su acompañante. Después de unas horas todos se van yendo. La recién llegada
intenta descansar, es lo que le han ordenado, aunque parece ignorar el peligro y
no lo toma demasiado en serio. Él se sienta al lado, enciende el televisor, se
comen un bocadillo que compra en un bar y con el último bocado se quedan
dormidos. De madrugada sigue la televisión puesta y la compañera de habitación
la apaga, quiere dormir. El hombre está acostumbrado a dormir con la televisión
encendida según dice su señora y vuelve a encenderla. Al instante vuelve a quedar
profundamente dormido porque vuelven a escucharse esos tremendos ronquidos. La
señora vuelve a rogar que le disculpen. La compañera le dice que no debe
acompañarla una persona así, puesto que sus pruebas son delicadas y no está pendiente de lo que le pueda ocurrir, ella lo reconoce. Como la desvelada ya no puede
con los nervios, enciende la luz que hay sobre su cabecero e intenta hacer un
pasatiempo. Ahora es el durmiente el que dice que la luz molesta. La compañera
le responde que necesita descansar y este la amenaza. Sale enfurecido de la
habitación pero antes de alejarse escucha a su señora pedir perdón. Se asoma y con gestos
amenazantes la obliga a callar. La compañera da por zanjada la conversación e intenta
ignorarles. Al rayar la mañana la mujer de las pruebas convulsiona. La compañera de habitación pide
auxilio, grita al acompañante y este no responde, sigue impasible. Comienzan a reanimarla
y sigue sin enterarse, le zarandean y parece que sale de otro mundo sin saber
que está pasando. Entran los médicos de guardia y todo el personal necesario,
una veintena o más de personas. La cama de la compañera es arrastrada al
pasillo y desde allí ve entrar más personal con
instrumentos que reconoce por las series televisivas. Creé estar
dentro de un capítulo de “Hospital Central”. Cuando al cabo de más de una hora
consiguen que responda y llevarla a la
UCI, el médico que ha dirigido el rescate de esa pobre vida, busca a los ubicados
en el pasillo para que le cuenten cuánto tiempo han durado las convulsiones y
como se efectuaban, ya que su acompañante no sabe nada.
Hoy han sabido que la pobre
mujer se ha librado de un fatal desenlace, pero tanto ella como el resto, intuyen
que no se ha librado de un impresentable.
Nani. julio de 2013