Imagen obtenida en la red
Llevo días ordenando las fotos
y me he tropezado con la de Juana, aquella tata que tanto quise de niña.
Mientras mis padres trabajaban
en la fábrica de aceros Munit, ella se hizo cargo de mí y de mi hermano. Era
joven relativamente cuando vino a vivir a casa. Nos despertaba y hacía el
desayuno. Nos llevaba al colegio y después nos recogía. Nos ponía el almuerzo
siempre con mucho cariño y a veces nos enfadábamos con ella cuando nos tocaba
estofado de carne y patatas, ¡a mí se me hacía bola!, pero consiguió distraerme
con sus fantásticas historias y no hubo comida que se le resistiera. Luego nos
ayudaba en los deberes, nos llevaba al parque y seguía cuidándonos, hasta que
papá y mamá volvían. A esa hora ella se iba a pasear con su novio de toda la
vida y volvía cuando papá y mamá ya nos habían acostado. Aquello duró toda mi
vida hasta que me fui a otra ciudad a estudiar.
Ella siguió en casa porque las
promesas de casamiento nunca llegaron y un mal día, supo que él en una de las
ciudades a dónde iba promocionando los
artículos de una conservera riojana, había conocido a una clienta que llegó a
ser algo más.
La Tata siguió viviendo en
casa, pero cada día estaba más triste y al cabo enfermó.
Mamá siempre le decía que
tenía que rehacer su vida, que un hombre no merece el sacrificio y la entrega
de una mujer, pero nuestra querida Tata no remontaba. Sacaba un poquito la
cabeza, pero la tristeza la hacía volver a caer en esa inmensa depresión.
Tuvo pretendientes como antes
se les llamaba a los posibles compañeros de vida, pero para ella no había
ninguno que igualase al primero. En el fondo, creo que no era capaz de
reconocer que la honra la había perdido y eso le causaba mucha más pena. Se
sabía engañada. ¿Con qué cara se iba a presentar ante otro, confesando que al final
se entregó a él y la dejó tirada? En aquellos tiempos y en un pueblo, era una
deshonra y ¿quién iba a cargar con ello? Nunca pensó que no era lo más
importante, porque su educación la hizo esclava de unas ideas trasnochadas.
Antes se educaba para que todo aparentemente, fuera como la sociedad exigía. Aquello la martirizó y por no haberlo hablado
abiertamente, la hundió, hasta que se dejó llevar para siempre.
A veces nos creemos que
tenemos que darlo todo y nunca pensamos que al vivir así, nos quedamos vacíos,
sin saber cómo recargar nuestra energía, que es la que nos hace continuar como
personas.
No podemos vivir de cara a los
demás, porque ellos no nos van a dar nada, sino casi siempre sus críticas y las
envidias reflejadas en deseos reprimidos que también esclavizan.
Estas cosas y otras más, me
hicieron decidir qué profesión elegir. Pienso que estamos muy mal educados y
quería aportar nuevas visiones, nuevos horizontes y aperturas que no haga a las
personas prisioneras de sus fobias, supersticiones y sobre todo, eso que es tan
típico de ciertas culturas: “Siempre se hizo así”, sin pensar que se hacía de
esa manera, porque a ciertas personas le convenía de alguna manera y su propio
egoísmo y su maldad (que también la hay), ni se planteaban que las actitudes
pueden cambiar para mejorarlas. Hay personas que se creen por encima de otras y
no saben o prefieren ignorarlo, que se suele recoger lo que se siembra y de
alguna manera, la vida acostumbra a darles un revés cuando ya casi no tienen tiempo
de rectificar. La vida siempre se cobra lo que no nos pertenece, nos guste o
no.
Nani. Julio 2022