martes, 10 de septiembre de 2024

APOSTANDO, AUNQUE SOLO DURE UN RATO

 


Imagen subida de la red

 

Cuando decide salir después de tanto tiempo, se da cuenta que

ahora necesitará algo a juego con su corazón nuevo. Siempre la

amenazó, pero ya no le importa. Prefiere morir vistiendo de

libertad a vivir con hábito morado. Su nuevo traje será de vida.


Nani, septiembre 2024

lunes, 2 de septiembre de 2024

DE VOCACIÓN, LECTOR


Imagen subida de la red

La biblioteca de mi ciudad es muy bonita, un poco antigua pero preciosa. De todas maneras, lo que más me gusta de ella es pasearme por entre los estantes cargados de libros y que desde pequeño disfrutaba pasando mis dedos por los lomos, mientras leía el título y el nombre del autor, imaginando las historias encerradas en sus hojas, el suspense o la información histórica o de otra índole. Siempre pensaba que ese u otro libro podría sorprenderme, ayudarme, o hacer que viajara a un lugar remoto en el que podía tener una aventura inolvidable. A veces cogía algún libro que la bibliotecaria me hacía devolver a su lugar de origen, ya que decía que aún no era apto para mi edad y yo, con cierto enojo lo dejaba y buscaba primero en la zona infantil, después en la juvenil y como ahora, en cualquier zona; ya no hay impedimento para recoger un tomo y me lo beba por decir algo. La biblioteca me ha aportado de todo. Historias, aventuras, enseñanza, etc., pero nada como aquella vez rozando la adolescencia y mirando los estantes como tenía por costumbre, vi una puerta abierta que casi no creí existiera hasta aquel momento, por estar siempre cerrada a cal y canto. Aquel día asomé primero la nariz con cierto temor, luego me atreví con la cabeza entera y más tarde, como no vi que existiera impedimento, me adentré con precaución y una vez dentro, mis ojos comenzaron a abrirse más y más y mis dedos tocaron inmensos volúmenes que deberían tener siglos de antigüedad. Sobre una mesa enorme de madera, había un libro abierto que debía medir cada página aproximadamente 30 x 50 cm o eso me pareció en aquel momento. No me atreví a tocarlo porque había escuchado decir, que aquellos libros había que tratarlos con delicadeza, pasar sus hojas con guantes de algodón y tratarlos como las joyas que eran, pero no me resistí a leer aquellas letras escritas a pluma, con estilo tan seductor y que tan solo había visto en las películas. Se trataba de la biografía de un legendario personaje de la edad media, llamado Averroes, y cuando más entusiasmado estaba leyendo con parsimonia y embeleso el vocabulario y caligrafía, la luz se apagó y escuché como al fondo la puerta se cerraba y pasaban la llave para que quedara el reciento totalmente clausurado. Al principio me inquieté y casi grité, pero más tarde me alegré de no haberlo hecho. No me preocupé en un principio pensando que pronto volverían a abrir y entonces podría salir. Hurgué en el bolsillo de mi pantalón y efectivamente, llevaba el llavero que me habían regalado el pasado cumpleaños mis padrinos. Se trataba de una pequeña linterna que me hizo mucha ilusión en su momento, y que usaba bajo las mantas cuando en casa me decían que había que apagar la luz porque había llegado la hora del descanso. Me alegré pensando que hacía tan solo dos días que le había cambiado la pila y la encendí. A la luz de tan pequeño instrumento, todo se veía inmenso y casi sentí un poco de miedo, pero volví a enfocar el grandioso ejemplar objeto de mi encierro, continuando con su lectura. Observé que los guantes estaban cerca del libro y sobre la mesa, me los coloqué y como si estuviera haciendo lo más importante de mi existencia, continué leyendo aquella interesante historia del gran filósofo, galeno, astrónomo, teólogo y numerosas cosas más. Cuando estaba más entusiasmado, escuché un estruendo que me dejó paralizado sin saber que hacer. Por inercia apagué la linterna, pero empezó a darme pavor y volví a encenderla. Pasado el primer momento conseguí moverme, enfoqué hacía el lugar del ruido y me dirigí al mismo. Comencé a desplazar la luz sin conseguir ver nada extraño, hasta que algo nada normal me convenció que debía ser lo que había producido la alarma. Me encaramé como pude, escalando una de las estanterías cercanas y allí estaba la muy malvada. Se trataba de una enorme caja que se había deslizado de un estante más alto y que se había quedado en volandas apoyada ligeramente en otro estante más bajo y que de no haber sido sujetada por mí en el momento oportuno, habría caído estrepitosamente contra el suelo, haciendo que todos aquellos documentos y carpetas se hubieran estrellado contra las baldosas, con el consiguiente destrozo y desorden. Todo aquello debió haber ocasionado mucho alboroto. De pronto me vi allí encaramado y sujetando el objeto, observado por la bibliotecaria y su ayudante escoba en mano y yo, sin saber que decir. Al final, pude explicar toda mi aventura y la reprimenda que esperaba, se convirtió en agradecimiento. Si la caja se hubiera estrellado contra el suelo, muchos de los documentos que aún estaban pendientes de ser registrados y ordenados en sus lugares correspondientes y que pertenecían a unas pasadas efemérides de las que no se tenía registro y perdidas en la pasada guerra civil, se hubieran destrozado. No se habían conservado adecuadamente y por el mismo motivo, estaban esperando a una persona entendida en la materia para que fueran objeto de estudio y clasificación. Más tarde pude respirar y hasta salió la noticia en el periódico local, donde fui bautizado oficialmente como “Ratón de biblioteca”. 

 Nani, septiembre 2024