
Habían quedado atrapados en el refugio de la montaña. La nevada que había caído durante la noche, les dejó incomunicados. Tenían leña y comida, pero al quedar interrumpida la corriente eléctrica por alguna avería, también los teléfonos móviles se quedaron sin batería, siendo más desoladora la espera, en aquella casa de madera en la cima nevada.
Los nervios después de días de agotador ejercicio, empezaron a aflorar y la convivencia que en otras circunstancias hubiera sido divertida e incluso apasionante, comenzó a enrarecer el ambiente que poco a poco, se cargó de sátiras y palabras de doble filo. Ni las partidas de cartas, ni el juego de dados, resultaban entretenidos y servían de disputa, creyendo ver los unos en los otros, trampas para ser ganadores y encontrándose en todo lo que se hacía o se decía, un motivo para desconfiar de todo y de todos.
Aquellos chicos que desde el parvulario habían estado juntos en todas sus travesuras, primeros escarceos amorosos, complicidades para ganarse la simpatía de las chicas y todas las aventuras de facultad y excursiones, se estaban yendo por tierra al quedar aprisionados en aquella mole blanca.
Empezaron a salir del fondo del alma los rencores, las envidias y todo aquello, que había quedado solapadamente oculto bajo bromas y chistes, más o menos acertados y que en momentos felices, no se tenían en cuenta del todo.
Era la quinta noche que pasaban en aquella prisión y cuando se disponían a recoger la cocina para retirarse a descansar, fue Marcos el que dijo de forma tajante: "Llevamos cinco días aquí atrapados y lo único que hemos hecho, ha sido restregarnos nuestras miserias y egoísmos. Por la amistad que siempre nos hemos tenido desde pequeños, os propongo un juego para mañana. Esta noche mientras nos dormimos, debemos pensar en todo lo bueno y lo malo que hemos vivido juntos, mañana tenemos todo el día para pasarlo a un folio, después y antes de la cena, lo exponemos con la mejor voluntad y sinceridad de la que disponemos, ¿os parece?... Así, dejaremos todo este ambiente enrarecido que no nos lleva a ninguna parte y que además, va a acabar con nuestra amistad. Analizaremos los errores que hemos cometido y aclararemos las dudas que tenemos los unos de los otros y que nos están llenando de rencor. Reconoceremos nuestras equivocaciones, el daño que hicimos y podremos perdonarnos y pedir disculpas".
Todos quedaron enmudecidos mirándose fijamente a la luz de las velas. Sin decir palabra, todos afirmaron con movimientos de cabeza y se dispusieron a retirarse a descansar.
Inesperadamente, las lámparas eléctricas se encienden quedando todas las habitaciones iluminadas. El alboroto y el jolgorio son ensordecedores. Al unísono, todos sacan de sus mochilas y macutos los teléfonos móviles y sus respectivas baterías, quedando todos los enchufes ocupados.
A la mañana siguiente, pudieron comunicarse con la civilización y dos horas después, los recogen unos helicópteros que los llevan de nuevo a la urbe, quedando de nuevo oculto el rencor, las envidias y la violencia, que terminaría con la amistad de unos buenos chicos que no supieron hacer frente a las "miserias humanas".
Los nervios después de días de agotador ejercicio, empezaron a aflorar y la convivencia que en otras circunstancias hubiera sido divertida e incluso apasionante, comenzó a enrarecer el ambiente que poco a poco, se cargó de sátiras y palabras de doble filo. Ni las partidas de cartas, ni el juego de dados, resultaban entretenidos y servían de disputa, creyendo ver los unos en los otros, trampas para ser ganadores y encontrándose en todo lo que se hacía o se decía, un motivo para desconfiar de todo y de todos.
Aquellos chicos que desde el parvulario habían estado juntos en todas sus travesuras, primeros escarceos amorosos, complicidades para ganarse la simpatía de las chicas y todas las aventuras de facultad y excursiones, se estaban yendo por tierra al quedar aprisionados en aquella mole blanca.
Empezaron a salir del fondo del alma los rencores, las envidias y todo aquello, que había quedado solapadamente oculto bajo bromas y chistes, más o menos acertados y que en momentos felices, no se tenían en cuenta del todo.
Era la quinta noche que pasaban en aquella prisión y cuando se disponían a recoger la cocina para retirarse a descansar, fue Marcos el que dijo de forma tajante: "Llevamos cinco días aquí atrapados y lo único que hemos hecho, ha sido restregarnos nuestras miserias y egoísmos. Por la amistad que siempre nos hemos tenido desde pequeños, os propongo un juego para mañana. Esta noche mientras nos dormimos, debemos pensar en todo lo bueno y lo malo que hemos vivido juntos, mañana tenemos todo el día para pasarlo a un folio, después y antes de la cena, lo exponemos con la mejor voluntad y sinceridad de la que disponemos, ¿os parece?... Así, dejaremos todo este ambiente enrarecido que no nos lleva a ninguna parte y que además, va a acabar con nuestra amistad. Analizaremos los errores que hemos cometido y aclararemos las dudas que tenemos los unos de los otros y que nos están llenando de rencor. Reconoceremos nuestras equivocaciones, el daño que hicimos y podremos perdonarnos y pedir disculpas".
Todos quedaron enmudecidos mirándose fijamente a la luz de las velas. Sin decir palabra, todos afirmaron con movimientos de cabeza y se dispusieron a retirarse a descansar.
Inesperadamente, las lámparas eléctricas se encienden quedando todas las habitaciones iluminadas. El alboroto y el jolgorio son ensordecedores. Al unísono, todos sacan de sus mochilas y macutos los teléfonos móviles y sus respectivas baterías, quedando todos los enchufes ocupados.
A la mañana siguiente, pudieron comunicarse con la civilización y dos horas después, los recogen unos helicópteros que los llevan de nuevo a la urbe, quedando de nuevo oculto el rencor, las envidias y la violencia, que terminaría con la amistad de unos buenos chicos que no supieron hacer frente a las "miserias humanas".
Nani. Febrero 2008.