Empezó a pensar en un
nuevo teorema pero le
sobrepasaba la asignatura. Ya le resultaban difíciles los existentes, así que
no se molestó en inventar otro, sino que siguió contando con lo que resultaba
cotidiano y evidente y optó por mirar al triángulo como siempre lo hizo.
Prefería imaginarlo como un buen helado de fresa invertido y los números primos
tan lejanos como los parientes de Cincinnati.
Evidente querido…
Empezó a pensar en un
nuevo teorema y en el
suspenso que le caería. No conseguía
entender otra cosa que los catetos en su pueblo eran los más rústicos, la
hipotenusa “la Julia de la taberna” y el triángulo era el que llevaba su padre
en el maletero para cuando el coche se averiaba, así que sin darle más vueltas
pasó de un tal Pitágoras y Cía., y se fue a la biblioteca a seguir con los
cuentos de Asimov y otros parecidos.
Nani.
Noviembre 2014