Y con el comienzo del año, mi entrada número 700 (Acaba en cero como esta década, creo que buen presagio es). Agradecida de antemano a todos los que pasáis por este espacio y dejáis vuestro comentario, vuestro cariño o simplemente, vuestro aliento y os vais sin hacer ruido.
Nací
en un pueblecito situado en una montaña y escondido del ojo humano (de hecho
hay que conocer bien el lugar para encontrarlo), aunque cuando cumplí un añito
mis padres debieron salir a la ciudad donde tuvieron su trabajo y nuestro sustento.
En mi pueblo las inclemencias del tiempo hacen de las suyas, es por eso que se
olvidó su nombre original para conocerse con el nombre de Pedrusco, ya que las
tormentas y el pedrusco lo asolan con frecuencia. Cuando era pequeño y fui a
pasar las primeras Navidades que recuerdo con los abuelos, me quedó marcado de
manera muy dolorosa ver llorar al abuelo de impotencia porque en el otoño recién pasado, el granizo y las lluvias
desmesuradas se llevaron todas las cosechas, para culminar la desgracia de aquel
año, con las heladas que se dejaron caer por aquellas fechas y lo poco que había
quedado en el campo (era de lo que vivían los abuelos), se fue con la escarcha
y las frías madrugadas.
En
casa de los abuelos se seguía viviendo la Navidad tradicional y siempre después
de la cena de Nochebuena, el abuelo sacaba su preciada libreta, arrancaba con
mucho esmero una hoja para cada uno de mis hermanos, papá, mamá y por supuesto,
para mí. Después de este rito, seguía el
de escribir a los Reyes Magos nuestra personal carta. Aquel día y después de
haber visto al abuelo tan afligido, solo pedí no volver a verle en tan
lamentable situación, ni que las cosechas terminaran podridas entre el barro y
la escarcha. Desde entonces, estaré
eternamente agradecido porque al año siguiente hubo cosecha y al siguiente
hasta que el abuelo faltó, por eso sé que los Reyes son magos de verdad y no de
barro, ni pintados, ni de papel.
Hoy
que soy mayor vuelvo a hacerlo y me dirijo a los que le escribí de niño, los
reales, los que escuchan a las personas que piden con el corazón, a aquellos
mágicos seres para que se acabe la injusticia, sobre todo la que provoca un ser
humano a su semejante y sé que al menos en mi entorno, ese deseo será el más
preciado y el más respetado por todos y cuando mis hijos entiendan estos
valores, les contaré y les pediré a
quienes deben escribir cada año, con el deseo de que sus vidas sean más verdaderas. Y les contaré que si de grano a grano están
formadas las dunas que hacen los desiertos, de igual manera las personas de una
en una y transmitiendo nuestro sentir, podremos conseguir lo que deseemos, sin tener que
seguir los cánones que se nos impongan, porque las personas no necesitamos otra cosa que ser y para ello, lo material
sobra. Si somos amor, sembraremos lo que hace que la vida siga siendo.
#cuentosdeNavidad.
Nani.
Enero 2020