Sierra de Gredos
He
disfrutado las vacaciones como ningún otro año, aunque todo no ha sido
brillante, pero sí muy persuasivo. Mis padres dicen que aterrador el
acontecimiento que os cuento, pero para mí que me gusta explorar ha sido
fascinante, aunque comprendo que han tenido motivos para esos argumentos. Nos
gusta hacer expediciones por distintos lugares y este año tocaba la sierra de
Tormentos, situada al norte de la provincia de Cáceres. Con catorce años que
había cumplido en primavera, consideró por unanimidad la familia, que podía
adentrarme en la garganta de La Serrá, pero en aquellos momentos no
esperaban lo que realmente ocurrió. Me adentré atraído por la luz distinta a lo
visto anteriormente y por el sonsonete del agua que corría al fondo. No me di
cuenta que estaba solo, hasta que escuché voces lejanas buscándome. Al
principio no me preocupé, pero cuando quise volver, no sabía por dónde me había
adentrado y un poco de miedo sentí. Siempre he sido muy “flamenco” ─dice
mi padre─ y en aquel momento pensé que llevaba razón. Imaginé a mamá y mis
hermanos muy preocupados y a papá enfadado con razón. Me vi al borde de un precipicio que no sé
cómo demonios acabé allí y por un momento, dudé si seguir adelante, volver o qué
hacer. Escuché la voz de papá llamándome y fue cuando reaccioné. Quise
darme la vuelta y resbalé. Me hice daño,
pero en aquel momento no estaba para mirar que pasaba a mi pierna. Con
dificultad me di la vuelta para intentar volver por el lugar que había tomado,
pero encontré dos salientes que no vi al bajar. Ahora no sabía cuál tomar. Volví
a escucharlos y esta vez más cerca. Era la voz de papá y la de uno de mis
hermanos. Quise hacerles señales con la mano, pero no podía soltarme, era
peligroso. Decidí tomar aire y con toda la fuerza de mis pulmones les grité:
¡Estoy aquí, no os preocupéis voy hacía arriba! Por respuesta escuché silencio,
después me contaron que, al oír mi voz intentaron callar para identificar el
lugar de procedencia. Al cabo, conseguí mirar hacia arriba y aunque lejos, los
divisé. Casi me suelto para hacerles señales con la mano y decirles que estaba
más abajo. Volví a tomar aire y repetí: ¡Voy hacía vosotros, ya os he visto,
tardaré un poco pero estoy ya mismo a vuestro lado! Con el entusiasmo y las ganas
de volver, volví a pisar donde no debía y se desprendió la piedra que había
bajo uno de mis pies. Esta vez casi el cuerpo me arrastra, pero pude asirme con
fuerza y seguí subiendo. Al cabo de un rato, todos me vieron y vinieron hacía
mí. Me abracé con locura a mi padre y a mi madre, después todos vimos que
llevaba una pierna ensangrentada y las manos llenas de vejigas. Nada me
importó, sino ver felices a los míos y yo, contento con la aventura, porque no
dije nada, sino pedir disculpas por mi escapada, pero estaba feliz de haber
conseguido un nuevo reto. Sé que soy un rebelde que no se conforma con lo
establecido, pero eso queda para mí. Por supuesto sé que hice pasar un mal rato
a los míos, pero por dentro me aplaudía bien fuerte.
Nani. Septiembre 2024