Veréis, tengo un sueño muy pesado y a no ser que me desvele como todo el mundo por una preocupación, cuando caigo en la cama se puede hundir el cielo con la tierra que ni me entero. Os voy a poner un ejemplo: “Aquí en Andalucía y en Semana Santa, todos los días andan las bandas de tambores y trompetas por todas las calles y a todas horas. En donde resido hay una banda en particular que tanto las trompetas son muy especiales por su sonido un tanto peculiar como por el material del que están fabricadas que es el latón así como los tambores que son enormes y hacen un ruido muy estridente. Bien, pues un día al amanecer les tocó hacer su concierto tamboril debajo de mi ventana (no me estaban echando una serenata, sino que a un hermano de esta cofradía a la que pertenece la banda de trompetas y tambores le tocaban diana, ¡otra costumbre!, y este vivía en el mismo bloque). Os puedo asegurar que ni me enteré con la consiguiente indignación de mi partenaire y resto de familia a los que les tocó estar con los ojos como platos, ya que según ellos retumbaban y temblaban cristales, puertas y el bloque al completo, pero ya os digo, eso es lo que ellos dicen porque yo no me enteré de naica, naica, como un bebe recién amamantado seguía durmiendo plácidamente.
Os preguntareis que a que viene toda esta perorata, pero si no cuento esto anterior no se podría comprender lo que sigue y de paso podáis comparar y no me vayáis a tachar de exagerada... ¡Sí es verdad, soy andaluza, pero os prometo que no exagero! y ahora, al meollo...
Ese afortunado día sería sobre las tres de la madrugada cuando sobresaltada me desperté y con mucha inquietud y aturdimiento, le dije a mi media naranja: “Ann...¿Qué está pasando, hay terremoto? La cama se mueve, ¡da la luz por favor!”
A esto escucho que Ann... está muerto de risa, ¡él que es un aprensivo de mucho cuidao y que por todo se preocupa, se parte de risa con un terremoto semejante! Me incorporo en la cama toda irritada, preocupada y pensando que estoy soñando. Me restriego los ojos y lo zarandeo para asegurarme que estoy despierta y que estoy en mi cama. “Por Dios, todo se mueve. Ann... no está asustao y se ríe a pata suelta. Yo que no me asusto normalmente por cualquier cosa estoy apabullada, por lo que pienso que algo pasa o que estoy en otra galaxia, que nos han mandao en un platillo volante pa otro lao y le han cambio el chip a mi Ann”... y sigo zangarreando al extraterrestre que está en la cama a mi lao, mientras le grito: “¡Pero Ann..., no te quedes así que hay terremoto, que la cama se mueve, que la pared se mueve, que el suelo se mueve...! ¿No escuchas ese troc, troc, troc y cada vez más acompasados los troc, troc y más sonoros? ¡Ohhhhhhhhh, pero haz algo, si además grita una mujer, que tiene que haber pasado algo!”, (mi histeria iba en aumento, como las carcajadas de Ann...)
Impotente me levanto, doy la luz y me digo a mi misma: “Nani esto no está pasando, estás soñando, pa que luego te quejes de que tú no sueñas”
Pero no, Ann... está muerto de risa y me dice con el dedo índice en la boca: “Siiiihhhhhh, calla que son las tantas de la madrugada y te van a escuchar los vecinos, ¡Pa vecinos estoy yo, joder! – y a la vez - ¿Pero no ves que son los vecinos del piso del al lao, que están echando un ratico?
Me paro a pensar. Los vecinos del al lao, que parece es de donde provienen los ruidos y ahora se me pone la piel de gallina, ¡una mujer grita, gime, aulla! (porque ahora me doy cuenta, seré ingenua, ¡esa mujer gime!), ¡Que coña gemidos, ALARIDOS o AULLIDOS impresionantes e increíbles es lo que estoy escuchando!, pero... ¿puede haber en este mundo personas con ese ímpetu y que sean capaces de mover el tabique donde está apoyada la cabecera de mi cama? ¡Por Dios, sigo pensando que soy muy ingenua!, porque esto no me lo puedo creer y pensaba que solo ocurría en algunas escenas de las películas de Alfredo Landa o semejantes, pero en la realidad...., ¡ni de coña!
En fin, que entre bromas de mi Ann..., mi asombro y mi sueño, le digo a este que voy a seguir durmiendo y entonces y cuando empiezo a coger el sueño, de nuevo el terremoto comienza así como los alaridos. Ya me empiezo a mosquear y Ann... también, (a otro día había que trabajar). Como Ann... es muy puñetero para coger el sueño empieza a ponerse nervioso y me toca ahora calmarle. Parece que todo empieza a recobrar la calma y nos disponemos a conciliar el sueño, cuando de nuevo empieza el tropel, los alaridos y los aullidos. Me levanto, cojo la bata, me la pongo y me encamino a la salida del piso. Ann... me atrapa cuando tengo el dedo índice casi apoyado en el timbre de mis vecinos, diciendo con voz tenue: ¿Dónde vas? – a lo que contesto toda irritada – “A llamarles para decirles que lo hagan como las personas, que yo no tengo porqué enterarme de sus %&”$/$”$%&ª$%&/ y bla, bla, bla..... “
Ann... tira de mí ya en el rellano de la escalera a milímetros del timbre. Me coge con fuerza y me mete de nuevo en nuestro piso cerrando la puerta mientras me dice: “¿Pero cómo vas a ir a decirles nada? Ejemmm... ¡Da un poco de apuro!
Tiras y aflojas entre nosotros y parece que la calma llega, nos volvemos a la cama y rendidos nos quedamos dormidos.
Pero ¿creéis que esto quedó ahí? ¡Pues no! Durante la semana (lunes, martes, miércoles y algunos jueves, no pasaba nada) pero durante meses, esto se repetía en el piso de enfrente donde vivía un chico que seguramente vino a hacer trabajos temporales y como os decía, se repetía algunos jueves, viernes, sábados y algunos domingos, hasta que la asociación de vecinos nos reunimos para solucionar esos conflictos habituales (recibos, portería, limpieza de escalera, etc.) y surge el tema.
La pobre Rosita que vive debajo del “susodicho” y que lleva guardando luto riguroso por su marido infinidad de años (porque le quería mucho y lo echa de menos, simplemente por aclarar, comento esto), dice: “Yo noto como si se arrastrara la cama sobre mi cabeza y como si una apisonadora o una manada de elefantes me pisoteara por encima” (me olvidaba comentar que esto sucedía en la tercera planta), así que mi pobre vecina Rosita estaba en la segunda planta y la presidenta de la asociación de vecinos (un poco repipi la pobre, dicho sea de paso y que conste que no es por criticar) y que vive en la primera planta, comenta: “La primera vez que lo escuché, también creí que había un terremoto”. La señora que vivía en el piso debajo del mío (segunda planta), también viuda dijo muy tímidamente: “Yo también los escucho y creo que ya se pasan”. Cuando comenté en casa lo que habíamos hablado en vez de solucionar la limpieza de la escalera, mi hijo me comenta con una risita burlona: “Mamá yo también lo escucho, jajajajajaja” (...y mi hijo tenía su habitación al otro extremo del piso y por medio hay un patio de luces (gracias a Dios que nos mudamos de aquel lugar, aquello ya se estaba convirtiendo en un zoológico...)
... y bueno, en la reunión de vecinos se acordó que si aquello proseguía, habría que decirles algo y hubo que decirlo. Le tocó a la presidenta (y repipi) por aquel tiempo (lo de presidenta, repipi sigue siendo) y cual fue nuestra sorpresa cuando conocimos a aquella criatura que venía “todos los fines de semana”. Chiquita y redondita ella, pero que puñeta… ¡con unas energías de mil demonios!... y supongo que mi vecino el solterito, con unas pilas de esas que... ¡duran, y duran y duran...!
En fin, al final ella dejó de venir y después se fue él, así que el terremoto puede que surja los fines de semana en cualquier lugar de este mundo, de esta península o cualquiera sabe donde se repiten dichos... ¿Cómo les llamaríais vosotros?