El calorcito me penetra y me ensancha el alma. La brisa balancea mi melena y me siento nueva, mientras mis pies se hunden en la arena. El calor no es agobiante porque el sol está todavía despertando. Camino sola, es muy temprano pero es uno de los momentos que más disfruto igual que cuando el sol se pone, aunque en este último caso la soledad de la naturaleza y yo, es más difícil conseguirla ya que suele haber mucho barullo por la playa.
Me gusta ver como el sol se va desperezando y calienta mi cuerpo y mi alma. Caminando y absorta en mis pensamientos, he acabado en la roca rosa (su nombre se debe al color que toma cuando sube la marea y el reflejo del sol le da esa tonalidad) y como decía, al acercarme a este lugar, presiento que ya no estoy sola pero por más que miro, no veo a nadie. Bordeo la pequeña roca y al llegar al extremo opuesto por donde he entrado, me parece distinguir una sombra un poco extraña. Creo percibir que es la silueta de una mujercita pequeña y la curiosidad hace que me aproxime. No encuentro a nadie, sin embargo, una sombra se fija en la arena. Me restriego los ojos y vuelvo a mirar. No hay nadie pero allí sigue la sombra.
Pregunto: “¿Quién eres?- espero y nadie responde, aunque noto como me rozan.
Me estremezco, porque cuando no controlo la situación, siempre me da repelo y siento un poco de miedo.
De pronto escucho una dulce voz femenina que me ruega que no me asuste, pero me mantiene un poco expectante, porque la voz no procede de fuera, sino que creo escucharla dentro de mi cabeza y eso, aún me inquieta un poco más.
Me pide que me siente y sin pensarlo un segundo, obedezco. Estoy muy desconcertada, cuando la sombra se aproxima más aún y cuando llega a mi altura, distingo a una chica muy guapa de cabello largo y oscuro, va cubierta de un tejido vaporoso verde agua que se balancea con el movimiento de la brisa marina. Está sentada a mi lado y cuando le miro las piernas me sorprendo, ya que no posee dos piernas como yo, sino que sus extremidades no son tal, sino una especie de cola de pescado parecida a la del salmón y sí, me habla con esa dulce voz que antes escuché y me dice: “No te sorprendas tanto, estás en lo cierto, soy una sirena como las que conociste en los cuentos que leíste de pequeña. Soy la sirena “Aguamarina” y hoy he salido un ratito a tomar el sol. No he tenido tiempo de esconderme antes de que llegaras, pero de todas maneras no me importa que sepas que existo. Sé que no me vas a delatar, porque si así lo hicieras se borraría de tu mente toda la fantasía y la dulzura que existe en tu vida y tú necesitas de esas dos cosas para vivir. Ya hubo otra antepasada tuya que también me vio en unas cuantas ocasiones y si no llega a ser por ella, hoy tú y las personas como tú, no sabrían de los habitantes de los mares, no conocerían la fantasía y no se hubieran escrito tantos cuentos e historias que la humanidad necesita para desarrollar sus emociones y sus recuerdos. Tú sigue soñando y ven cuando lo desees. Nos veremos alguna vez que otra y como ves, no tienes que temer nada de mí.