Todo discurría demasiado lento. Miraba las manecillas del reloj, más tarde la hora del teléfono móvil sin que entre una y otra hubieran transcurrido apenas unos segundos. La misma hora para el intervalo de tiempo pero era el suyo el que caminaba muy despacio y eterna se hacía aquella espera sentada en aquel banco del patio del colegio.
El timbre que debía sonar y al unísono los jóvenes salir en tropel, con risas, empujones, arrumacos y todo lo normal en los chicos, se hacía de rogar.
El corazón le golpeaba en el pecho. El día que había amanecido esplendido, no lo apreciaba como hubiera sucedido en circunstancias normales y sin apenas advertirlo, empezó a hacer repaso de todo lo ocurrido en las últimas semanas.
Hubiera dado algo por un cigarrillo de aquellos que decidió dejar hacía ya algunos años, devolviéndole a la realidad una ligera humedad en sus mejillas.
No entendía que había pasado. No encontraba motivos aparentes para aquellos avisos. No sabía cual era su fallo o si habían influido las nuevas amistades, o si era la adolescencia, pero en aquellos momentos se sentía fracasada.
Nani. Mayo 2010.