LAS ACELGAS
Siempre
escuché a través de susurro tras susurro aquellas conversaciones que decían
eran de mayores, como por ejemplo la terrible caída por las escaleras, su
posterior ingreso en el hospital y las lágrimas de cocodrilo que su esposo
derramó al echar la tierra encima del féretro o aquella sonada desaparición y
la posterior siembra de acelgas tan repentina en la explanada del jardín de
atrás.
Éramos
pequeñas pero llegábamos a entender lo
que Marieta nos contaba en el recreo mientras repartíamos los cromos sentadas
en corro en el suelo. Recuerdo como se nos erizaba la piel al comprobar que
algunos padres no eran lo que parecían: "¡Palabrita del Niño Jesús!"
–decía, y terminaba haciéndonos jurar sobre los cromos de Santa Teresita, que
no diríamos nada de nada, porque de lo contrario el demonio nos arrastraría en
la noche de difuntos, abriendo un agujero rojo debajo de nuestras camas.
Nani. 15 de mayo 2014