Ilustración del fotógrafo Ben Zank (@benzank)
Hace
unos meses sembré unas semillas que me habían traído mis hijos de un viaje por
distintos lugares del mundo. Se hicieron un homenaje después de trabajar duro y
para celebrar la apertura siempre con seguridad, que concedía la pandemia, las
vacunas y la osadía que les caracteriza.
Uno
de los regalos exóticos que me trajeron, fueron unas semillas que coloqué en
uno de los arriates que tengo en la pequeña parcela que heredé de los abuelos.
Germinaron
con rapidez y crecían de una manera apabullante. Me gustaba mirarla después de
regarla e incluso le hablaba y acariciaba sus hojas carnosas y aterciopeladas,
muy agradables al tacto.
Hace
una semana debí acudir a casa de mi otra hija que daba a luz en esos días y fui
a ayudarla en las tareas caseras, hasta que se recuperara un poquito. Cuando he
visto que todo marchaba, he dejado a los nuevos papás para que disfruten de su
hijo y me he venido de nuevo a casa.
Lo primero que he hecho ha sido ir a regar mis plantas y ver cuánto había crecido mi misteriosa planta. Al llegar casi me caigo de espaldas o como vulgarmente se dice: ¡Me siento de culo, ha sido mucha la sorpresa! De una de las ramas, salía el cuerpo de una mujer, ataviada con una chaqueta clásica, parece que con tendencia Coco Chanel. Aún no le ha crecido la cabeza y cara. Las piernas quedan como incrustadas dentro de las ramas. ¡ya se verán digo yo!, pero lo que ahora me intriga es si tendrá melena rubia o morena. Rizos o pelo liso y lo que le pido a la naturaleza, es que la dote de una bonita sonrisa, ¡Eso será un gozo, aunque me asalta una duda! ¿Se marchitará como cualquier flor o se quedará para siempre para hacernos mutua compañía?
Nani.
Octubre 2021