miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿CUAL DE LOS DOS TE GUSTA MÁS?


LAS BAMBAS

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y no ha tenido más remedio que creerme. Anoche cuando nos fuimos a la cama, los dos y a un tiempo entramos en el baño y cuando terminamos, dejamos bajada la tapa y el talco extendido en el suelo. Cuando nos hemos levantado no ha dicho nada, las huellas eran de sus bambas. Ya no ha podido negar su sonambulismo y que era él, el que se orina fuera todas las noches.

MIS MANÍAS ME LO DIRÁN

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y es algo que me está volviendo loco. Cuando me voy a la cama cierro el gas, me limpio los dientes, orino y bajo la tapa mientras cae el agua; pero desde hace dos semanas encuentro la tapa levantada. Esta noche va a cambiar todo. Ya tengo instado el operativo que me dirá quién efectúa el cambio. Cuando esta noche la baje le daré al botón, lo próximo que escuche será un grito producido por una descarga.


Nani. Noviembre 2010.

viernes, 12 de noviembre de 2010

PAVOR NOCTURNO



Desde hace más de un año escucha unos ruidos que parecían insignificantes en apariencia, pero que cada día la mortifican más.

Cuando en el verano estuvieron con ella su hijo, su nuera y los niños, los escuchaba de vez en cuando, pero consiguió olvidarlos con las algarabías, los juegos y discusiones de los gemelos y su hermana, que a pesar de ser 14 meses mayor, se cree dueña y señora de ellos y con el poder de manipular hasta al gato de la vecina de enfrente. Siempre ha sido para su hijo “la princesa de los cabellos de azafrán” y ella una niña de cinco añitos, se lo ha creído y manipula a su padre y a sus hermanitos, que para eso son más pequeños organizando los juegos e idas y venidas de los gemelos. No les deja hacer nada sin su autorización con las consecuentes discusiones e incluso en más de una ocasión, alguna guantada sonora que a pesar de la diminuta mano, al impacto con la carita de alguno de sus hermanos, hace sonar y dejar marca, lloros, pataletas y el reclamo de padres, abuela y todo ser viviente en su entorno.

Esto es lo que había escuchado en los últimos meses y cuando llegaba a conciliar el sueño, después de todos los barullos organizados, los baños después de nadar en la piscina, las meriendas, los paseos en la alameda, las cenas unas veces de camino a casa y otras en la terracita o la cocina; cuando caía en la cama, no le daba tiempo ni de intentar recordar la mitad de las travesuras acontecidas y la innumerables alegrías que le producen los días de vacaciones en compañía de cinco criaturas que quiere hasta hacerla olvidar las goteras que afloran. Pero es distinto, ahora no están con ella y el silencio es mortal, se escucha hasta el aleteo de las pesadas moscas de otoño que se meten al caloncito del hogar, huyendo del fresco ambiente. Esas pesadas moscas que no la dejan gozar de esa buena novela que empezó antes de que ellos vinieran y que desea proseguir cuanto antes para llenar esos vacíos que se hacen cuesta arriba algunos días. Pero lo que más le molesta e incluso llega a asustarla, es cuando metida en la cama escucha ese ir y venir en el techo, que parece rozarle la frente y el cabello.

Sus hijos se empeñaron en este ático. “Mamá – le decían- , hay ascensores, no tienes ningún problema para subir y bajar, es soleado y tiene una preciosa terracita que da al mar donde puedes terminar el día como siempre te ha gustado. Ver ponerse el sol, bueno, acostarse mecido por las olas y acunado por las nanas de las sirenas, era lo que nos contabas de pequeños, por eso mismo hemos pensado que es el lugar idóneo para ti. Soleado y calentito para el invierno y acondicionado para el verano. Sí, quizá algo grande para ti solita pero eres tú la que quieres que pasemos algunos meses de verano contigo y ya somos cinco nosotros y cuatro cuando viene mi hermana con su familia”.

Al final la convencieron y ha estado feliz viviendo aquí, cuando eclipsada mira el mar. Siempre le recuerda y cree escuchar la sirena del barco cuando acercándose al puerto, la hacía sonar una, dos, tres veces y así hasta llegar a seis sonidos seguidos. De esta manera ella sabía que pasaba de largo, iba cerca o lejos o esa noche cenaría en casa y después, le contaría toda la travesía de varias semanas y… ¡qué pícaro llegó a ser! – pensaba-, cuando le anunciaba que debía esperarle vestida con aquel atuendo que tanto les gustaba y que le trajo de las islas; entonces hacía sonar las sirena siete veces y eran los chicos los que la avisaban por si no lo había escuchado bien. De todas maneras cuando tenía duda, optó por esperarle siempre preparada y esa decisión la relajó, tan solo una vez se equivocó y se metió en la cama con pena. Si hubiera sido en estos tiempos se hubieran llamado, pero entonces no había teléfonos móviles.

Por eso mismo no permitió que cambiaran sus muebles de siempre. Era verdad que le resultaba grande la cama, pero al mismo tiempo quería creer que aún le acompañaba e incluso le olía. Percibía su aroma y se sentía segura, sabía que de haber cambiado no hubiera conciliado el sueño, como ahora le pasaba, pero no era otra cosa que aquellos pasos que sonaban encima de su cabeza y que la intranquilizaban. Era aquel ir y venir que no le daban seguridad y si palpitaciones. No se consideraba una mujer asustadiza, pero… Debió enfrentarse sola a casi todo cuando él estaba en alta mar y nunca le amedrantó ninguna dificultad. Supo solucionar cualquier imprevisto, pero esto la estaba desquiciando en demasía. No se sentía vieja ni chocha. Sabía que ya no era treintañera y no estaba tan activa y ágil, pero tener 68 años no significaba ser una vieja inútil. Hace sus compras, va a nadar todos los días y al cine siempre que pasan una película interesante. Hace las tareas del hogar y si alguna vez le ayudan a hacer alguna limpieza general, acepta porque ellos se empeñan, aunque en el fondo lo agradece porque siempre pensó que la limpieza es una de las tareas más ingratas y además, de esa manera le queda más tiempo para pasear, leer y hacer esas cosas imprevistas que nunca creyó haría. No se le pasó por la mente ni una sola vez que expondría de nuevo y viajaría tanto. Se sentía bien a pesar de echarle mucho de menos, pero también estaba haciendo muchas cosas que en su día dejó aparcadas y eso la confortaba.

En esos pensamientos está cuando de nuevo escucha esas idas y venidas del techo y da un respingo que la sienta en la cama. El ruido esta vez ha sido más intenso y las palpitaciones se aceleran.

Mañana avisaré al portero –se dice en voz baja para sentirse acompañada pero sin ser del todo conciente. Le diré que algo sucede ahí arriba todas las noches. Por otra parte, piensa que la puede tomar por una señora maniática y tonta, como comentan de la señora del cuarto derecha. Aunque esa señora está demostrado que ha perdido un poco la cordura y con la vejez se acentuó.

De nuevo se acurruca entre las sábanas y decide que cuando se levante hará lo que mejor aconseje el nuevo día y la lucidez después del descanso, ahora todo se hace más grande con la oscuridad y el cansancio. Pero sigue pensando que no le gustan esos ruidos. Se pregunta como es posible que cuando ellos estuvieron en casa, se olvidara del problema. Ahora no quiere llamarles ni inquietarles, pero se ha sumado a la preocupación una mancha de humedad o algo así parece ser, que le ha salido al techo de la cocina y cada día crece más e incluso, se descascarilla de manera galopante. Decide que no espera más de dos días, si todo sigue igual, avisará a un albañil y todo se solucionará, porque arreglará la humedad que seguro se ha producido con el movimiento de alguna teja y las primeras lluvias, además, ya tendrá que investigar que es lo que producen esos galopes de la noche.

Con esa conformidad el sueño la vence, aunque no es lo suficientemente reparador, porque cuando se levanta se nota algo cansada y recuerda haber soñado que en su tejado vivía un ser maligno de ojos enrojecidos y colmillos sanguinolentos. Se sonríe pensando que nunca le han dado miedo las películas o novelas de ese género, pero algo la estremece al recordar la preocupación que le producen los alborotos nocturnos de los últimos meses.

Escucha sentada en el filo de la cama y ahora con la luz del día todo parece normal. Las palomas saltando de un lado a otro, posándose en las terracitas y más tarde, en el tejado y balcones. Se acerca a la ventana, sube la persiana y observa como unos pichones se arrullan con el despertar de un radiante sol que se apunta ya con un esplendido despertar. Piensa acostarse de nuevo porque se nota cansada y con la ventana entre abierta y la persiana subida descansaría algo más, pero recuerda que debe pasar por la casa de la cultura donde le han propuesto colaborar en un taller de manualidades y deben ultimar los horarios.

Cansada se mete en la ducha y mientras se arregla, enciende la pequeña radio que hay mezclada con los tarros y cremas. Le gusta saber como se quita las legañas el mundo y la música que después sigue en la programación, ya que es casi siempre de su gusto y le hace sentirse más activa y feliz.

Recoge su dormitorio, deja puesta la lavadora y bolso en mano, sale a hacer sus gestiones matinales, intentando olvidar que es lo que la tiene un poco maltrecha.

Al volver a casa, saluda al portero y piensa que es el momento de comentarle su problema. Este sube con ella en el ascensor solícito como siempre. Entran en la cocina y observan la gran humedad y como la pintura se desprende y cuelga por algunos lados. Comenta que va a ir por una escalera para poder asegurarse del tipo de impregnación que produce esa descomunal mancha y mientras, ella aprovecha para preparar una cafetera y tomar unos sorbitos calientes junto al portero, mientras deciden que solución dar al problema.

Cuando este se sube en la escalera y con la mano toca lo que parece el centro de la humedad, un ligero desprendimiento deja un agujero de unos ocho centímetros. Sorprendido y curioso se sube al último peldaño y posa su ojo izquierdo en la abertura producida y al instante se retira con un grito que casi le hace caer de la escalera. La mujer grita al mismo tiempo y sujeta la escalera para que no caiga el portero. Este baja como poseso y dice que alguien hay mirando. Con miedo ella mira hacia arriba y ve que un ojo brilla y les mira. Sin poderlo evitar se agarra con fuerza al hombre, tiembla y se siente a punto del desmayo. El hombre suelta una carcajada y dice que están sacando de quicio las cosas, que no puede haber nadie arriba y que por supuesto va a mirar el tejado. Ella con el pavor que le ha producido los días de insomnio y lo visto en los minutos últimos, le agarra y dice de forma atropellada que no vaya, que hay alguien que les van a hacer daño y que debe ir con alguien más. El hombre la mira con una sonrisa, dice que en el tejado no puede haber nadie y sale del domicilio. Ella tiembla y sale tras el hombre pero se queda en la entrada, no es capaz de ir más lejos y tampoco de entrar de nuevo en su casa.

Pasa un rato que a la mujer le parece interminable, cuando el portero aparece trayendo un gatito en sus brazos y le dice: “Señora, este es uno de los inquilinos del tejado y el que nos miraba desde el agujero. El muy travieso estaba con su patita haciendo el agujero más grande y le he cogido in situ. Hay una camada de prendas iguales y la gata madre me ha retado, pero no ha podido evitar que me quede con este truhán. Usted me dirá que hago con esta fierecita, a por el resto subiré con mi hijo y unas jaulas para llevarlos a un veterinario amigo nuestro. Arreglaremos las tejas y el techo si yo mismo puedo hacerlo, de lo contrario, llamaremos a un albañil, pintaremos y todo solucionado”.

Para cuando el hombre termina de hablar, la mujer y el felino ya son amigos, ella sonríe y piensa que en adelante, no volverá a dejar que su imaginación corra con tanta velocidad.

Nani, Noviembre 2010.

lunes, 1 de noviembre de 2010

MATINAL RADIOFÓNICO


Me restregué con fuerza los ojos. Toqué mi colcha y era la de siempre. Miré al frente, y no estaba el oso de peluche ni la estantería. El radio-despertador emitía unas palabras que no conseguía entender, aunque la voz del que daba la noticia era la de siempre, pero ¿qué decía? ¿Qué estaba pasando? De un salto me incorporé y el suelo me resultó extraño, como la puerta de mi habitación. Me acerqué a la ventana, miré apartando los visillos y allí estaban. Ya no se veía enfrente la farola, ni el columpio del parque. El sol no brillaba como siempre y el asfalto se veía rojo como los seres que organizaban lo que parecía la calle. Eran los extraños del que hablaba el locutor y los que había visto en mis sueños.

Nani. Noviembre 2010.

viernes, 15 de octubre de 2010

CONCILIAR EL SUEÑO


Algunos lloran mientras escondidos en los escasos matojos esperan el menor descuido. Aprovechan una rendija, un agujero o abertura que otros hacen a nuestras espaldas. Consiguen pasar aunque a veces se hagan trizas la escasa ropa si no es la piel la que allí dejan. Corren desesperados entre dunas y matas, hasta llegar sin aliento a la playa donde le espera una humilde barca cargada de ingenuos como él que se lanza a la mar antes de que amanezca.

Y cuando a casa llego, sus llantos rotos, retumban en mis sienes sin dejarme conciliar el sueño.

Nani. Octubre 2010.

viernes, 8 de octubre de 2010

LLEVABA



Llevaba el pelo teñido de azul y muy corto. Llevaba una camiseta muy ancha y asimétrica de color pardo poco definido. Llevaba tejanos gris azulado, descoloridos y agujereados. Llevaba un piercing en la nariz, otro en el labio inferior, cinco en la oreja derecha y tres todos juntos, en el lóbulo de la oreja izquierda. Llevaba el tatuaje de un águila en el hombro derecho que asomaba por el escote posterior de la deslucida camiseta de tirantes y otro muy pequeño en la parte derecha del cuello muy cerca del pelo y que parecía una mariposa de color verde llamativo. Llevaba colgado en bandolera un pequeño bolso de crochet tejido en diversos colores aunque descolorido por el uso. Llevaba un dibujo de gena que ocupaba la parte superior de la mano derecha y continuaba en la palma. El otro dibujo de gena, lo llevaba en el pie izquierdo donde las sandalias de tiras de material marrón, le hacían juego. Llevaba los hombros algo encorvados dando la impresión de llevar un peso enorme sobre la espalda. Llevaba tal tristeza en los ojos, que al mirarla dolía el peso que acongojaba su alma. Llevaba tanto dolor en la cara que hoy he sentido su peso, su tristeza y hasta me ha dolido el alma. Llevaba tanto callado, tanto vivido y tanto visto, que sin decir nada, se sabía todo.

Nani. Octubre 2010.

martes, 28 de septiembre de 2010

ESE DÍA



Llevaba mucho tiempo haciéndole favores. A cambio, ese señorito le prometió sacar al hombre de su vida de la cárcel.

A él lo encerraron porque no soportaba que los señores les dejaran sin sopa. No admitió que los niños del pueblo se fueran a la cama sin haberse llevado en todo el día, un cachico pan. Se enfrentaba a ellos si apaleaban a los viejos del pueblo, cuando intentaban llevar lo que fuese a sus nietos. Los pobres ancianos sabían que ya tenían poco que perder y si podían agenciar unas uvas, manzanas o ciruelas, ¡buenas eran!

Se enfrentó a los que se decían caballeros y su hombría consistía en llevar a la cama a las mocitas. Para ellos era un triunfo estrenarlas y se jactaran de ello. No soportó nunca, que su madre volviera a casa derrotada y harta de limpiarles sus miserias, a cambio de un chusco y una manzana y por eso y otras cosas, le metieron en la cárcel, donde picaba piedras y lo encerraban en la celda de castigo si se revelaba contra el chulo de turno que jodía a todos.

Desde enero de 1935 estaba en el penal y ya contaban que la guerra había terminado. Su mujer le quería con todas sus fuerzas. La puta guerra no les había dado oportunidad de que se quedara preñada y ahora el asqueroso del general, le pedía sus favores prometiendo que haría lo posible por sacar a su marido de aquel antro asqueroso, húmedo y pestoso que era la cárcel de la ciudad. Ella que le dijo siempre que sería la madre de sus hijos, su esposa, su amante y su todo.

Había pasado ya demasiado tiempo y todo quedaba en promesas, falsas sonrisas y alguna vez, una botella de vino que se bebía mientras le metía mano y a la par, se emborrachaba y se volvía más miserable aún. A ella le dio siempre asco aquel baboso frustrado que en un principio, por miedo y falta de experiencia hizo que accediera a sus peticiones, pero ya no soportaba más la situación. Ahora, después de tanto tiempo de espera y de falta de esperanza, tanto le daba ir también a la cárcel, para el caso, su vida ya era una cárcel donde todo se volvía cada vez, más negro y triste. Ese hombre se estaba lucrando de su juventud y del amor que le tenía a su marido. Las esperanzas estaban perdidas. Los periódicos decían que las tropas estaban retiradas y el truhán que le había hipotecado la vida, se disculpaba diciendo que no podría conseguir nada, que las cosas habían cambiado y ya no tenía tanto poder.

Ese día, ella llevaba en el bolsillo del vestido las tijeras de cocina. Ese día, sabía que el asqueroso frustrado, no haría sufrir a ninguna otra mujer y mucho menos, presumir de virilidad. De un tijeretazo le quitó todos los humos.



Relato basado en un hecho real en época de guerra en mi ciudad.

Nani. Septiembre 2010.

jueves, 23 de septiembre de 2010

PENSAMIENTOS OTOÑALES


Así caminaba esta tarde. ©

Sigo caminando. Los pies cansados y un poco doloridos (o un mucho), pero siempre haciendo camino como dijo Machado.

Sigo caminando porque no concibo un mundo sin caminos y sin guijarros bajo mis plantas.

Sigo caminando con el peso a mis espaldas de lo perdido y con la sonrisa leve y serena de lo conseguido.

Sigo caminado porque necesito seguir buscando la luz y el destello de la verdad (mi verdad) y la sinceridad.

Sigo caminando para ver como nace el sol cada mañana, como se restriega los ojos y se despereza y como se acurruca entre sábanas de algodón otoñales al anochecer.

Sigo caminando para que el día comience con un proyecto nuevo, una meta medio realizada.

Sigo caminando para respirar el aire que me acaricia la cara.

Sigo caminando para encontrarme en el camino,

Sigo caminando para saber quién se esconde dentro de mí.

Sigo caminando para mirar mis pisadas y ver que me llevan a la persona.

Sigo caminado para que la luna me hable de cuentos de hadas.

Sigo caminando para encontrar almas gemelas.

Sigo caminando para seguir buscando.

Sigo caminando y buscando la vereda de la serenidad.

Sigo caminando, porque sin caminar me pierdo.

Nani. Septiembre 2010.




Esta tarde, así se ocultaba el sol. ©