De la rutina insípida de su
oficina sale por la puerta un apocado hombrecillo, que al enfundarse en la gabardina y saberse en
la calle, comienza una transformación que culmina en el vestuario de su segundo empleo, donde al
colocarse el pañuelo anudado en la nuca y verse delante de los fogones, es alquimia lo que fluye de sus manos; procurando alegría y optimismo a quienes
consumen sus delicadas, sabrosas y
atractivas viandas.
NANI. Octubre 2012