martes, 11 de septiembre de 2007

SEPTIEMBRE

Amigo Septiembre.
Es increíble como te hemos echado de menos estas vacaciones. Ha sido la primera vez que faltas a las parrilladas de casa, a los paseos por la playa, las reuniones nocturnas, los amaneceres en la roca esperando picaran los peces y después, el habitual peso de piezas para presumir del trofeo en la pandilla, ¡cómo hemos pavoneado!
Añorándote en la noche de los fuegos artificiales, el padre de Luís evocó el día en que te perdiste en la fiesta del pueblo y el miedo que todos pasaron. No se explicaron nunca, como fuiste a parar a la vaquería y allí, pegado al pequeño becerro te encontraron dormido. Hemos recordado mucho a tus padres, (ellos también han faltado por vez primera, aunque para ti debe ser mucho más penoso de llevar); pero volviendo a lo que iba, reímos todos al pensar en ellos y los detalles que tenían, sobretodo el sentido del humor con el que te bautizaron y las buenas maneras que tenían para con los que pretendían reprocharles haberte llamando “Septiembre”. Siempre decían que estaban orgullosos de ti y que la mejor cosa que les había pasado, fue engendrarte precisamente al terminar el verano y que para tenerlo presente y dar gracias a la vida por ello, no les quedó más remedio que obrar de esa manera. Era increíble lo bien que nos lo hacían pasar. ¡Como os hemos echado en falta! Recordamos el día que a mamá le entró un ratón en la cocina y con la paciencia que la aguantasteis en vuestra casa, hasta que todos los padres se reunieron y consiguieron ofrecérselo en la bandeja de plata de la abuela, ¡Cuando se juntaban eran un poco gamberros y retorcidos, hay que reconocerlo! y tu madre el ingenio que tubo al vestirlo de “Micki”, con sus orejotas, nariz y zapatones, sin que le faltara su pantalón rojo y la chaquetita negra; fue toda una aventura increíble para nosotros los niños, como fueron fascinantes tantos momentos vividos en todas las vacaciones que disfrutamos en el pueblo. Después todos volvíamos a nuestras ciudades y a las tareas cotidianas llenos de vida e ilusión. Fuimos creciendo, estudiando y hoy te escribo para decirte que no ha sido igual, que estas vacaciones han sido distintas. Las comidas han estado insípidas, los paseos por la playa han sido tan rudos y bastos, que hasta la arena que pisábamos, parecía que hubiese embrutecido e hiciese daño en la planta del pie, las pescas aburridas y sin apenas piezas y las risas…, ha habido menos ganas de reír e incluso, muchas lágrimas silenciosas o escondidas.
Hoy amigo Septiembre, te escribo para decirte, que antes de que termine tu tocayo mes, voy a darte un abrazo y a pasar el resto de vacaciones contigo, si no te importa.
Espero tu respuesta y si estás de acuerdo, compartimos los días que le quedan al mes, antes de que empecemos nuestros cotidianos quehaceres, necesito verte y escuchar de tus propios labios, que todo se va superando. Sin pensarlo un minuto cojo el tren y en un día estamos juntos.
Esta amiga que te quiere, espera respuesta. Besos.
Lucía.
La Pedriza, 11 de Septiembre de 2007.
nani.2007

jueves, 6 de septiembre de 2007

SABOR A PUEBLO

Este relato lo quiero dedicar a esos tres pescadores fallecidos y los cinco desaparecidos que han quedado en el mar de Barbate. A veces no le damos importancia a esos espetos de sardinas que nos tomamos en la playa, y que no han crecido en una mata como los tomates, sino que los han ido a pescar unos señores, que a veces se quedan allí dentro del mar. Por supuesto también, a todos los que en su puesto de trabajo se queda, y que nunca es valorado, como le suele pasar al "prota" de este relato.

Se acostó con el pensamiento de caminar por aquellos andurriales, que de pequeña recorrió con sus padres y hermanos. En estas vacaciones, había decidido que haría un huequecillo para llevar a cabo estos paseos, que tanto añoraba. Siempre que volvían al pueblo, se pasaban los días en un abrir y cerrar de ojos, visitando a los familiares, saludos callejeros y comidas con los amigos y en esta ocasión, no estaba dispuesta a quedarse con las ganas.
Se despierta temprano y se lo propone a su marido: “Juan, ¿te vienes a dar un paseo por el campo?”.
“¿Estás loca? Son las siete de la mañana, bastante tengo con madrugar todos los días, ahora estoy de vacaciones”, - y dando media vuelta, sigue durmiendo.
Ella, con sigilo se desliza de la cama, se va al baño y se asea. Se pone un pantalón corto, una camiseta de algodón, sus deportivas y sale a la calle.
Siempre le gustó el aroma mañanero del pueblo. Olía a pan recién cocido, harina tostada, a tortas de manteca con cabello de ángel, a caramelo recién derretido, a canela, ¡a pueblo!, - se decía a sí misma -, mientras se adentra en el campo, donde se mezclan estos aromas con el tomillo, la manzanilla, el romero, la hierba mojada de rocío y que a la vez, le humedece los tobillos.
Todo esto, le recuerda tantas cosas, que ensancha el pecho con tal fuerza y aspira tal cantidad de aire y con tanta satisfacción, que casi se marea. Se detiene un momento para recuperarse. Después, los pasos la llevan hacía la alameda. Este era el lugar predilecto de sus padres, ya que podían jugar sus hermanos y ella, sin peligro alguno. Mecánicamente, hace los mismos movimientos que en otros tiempos hicieran sus padres. Se acerca al arroyo, se sienta al filo, se quita las deportivas y mete los pies en el agua. ¡Uf, que fresquita!, - dice.
Por inercia, se tumba para ver pasar las nubes por entre las copas de los álamos. No sabría decir el tiempo que pasó en esta postura. La devuelve a la realidad, el balido de una oveja. Se incorpora asustada y observa, como la alameda se va poblando de animales. El olor es el característico. Al principio duele la nariz, aunque se acostumbra enseguida. Con un pañuelo de celulosa, se seca los píes, se calza de nuevo las zapatillas y se incorpora.
Al fondo, descubre al viejo Florencio. “Siempre fue viejo, - se dice -, pero a pesar de su acartonamiento, no se como aguanta todavía de cabrero”.
Avanza hacía él y le saluda: “Buenos días Florencio, ¿qué tal sigues?”.
El anciano se quita la gorra, inclina ligeramente la cabeza y le contesta: “Dios la guarde señorita, a respirar, ¿no? a limpiar los pulmones, que la capital isen que ta’jecha un’asquito, - y dudando -, ¿porque osté es la señorita Julia, la del Pancrasio, no?” (1)
“No Florencio, ¿ya no me conoces? Soy Ana, la hija de tu vecina Dolores”.
“Madre mía, la Ana. La Ana de la Dolores y que guapa que’tas puesto, asine no hay quién sus recuerde. Cuando te juiste eras una mocosa, si jandabas por’el pajar con trensas y calsetines cortos, si eras...., pero güeno, que boniquilla que tas’puesto, la verdad es qu’isen que la capital ta’jecha un’asco, pero vusotras sus ponéis mu bonicas, que leche. ¿Y cómo’ta la Dolores y el Pepe? Tú te casaste con el Juan el del Doroteo, ¿no? ¿Cuántos mosuelos has parío?, me’ijo la Pascuala, que sus’abiáis situao mu bien situaicos, que tu mario ganaba mu güenas perras y tú ta’bías jecho una mosica mu guapa, y vaya si no m’angañó, vaya si es asine“ (2)
Ana lo escucha con pasión. Es como si estuviera rodeada de sus hermanos y padres. Como si hubieran ido un día de aquellos a pasarlo en el campo. Un día de esos que tanto añoraba últimamente. Y sigue escuchando al viejo cabrero, que no para de hablar.
“Po’na, yo con mis ovejas, mi perro, mi queso y lo de siempre, que sepas que la capital no ta’jecha pa’mí. Que cuando el Luís sen’cabesonó en que jueramos a ver a la Lola Flores, po’juimos y no veas lo güena mosa que era y como bailaba y cantaba, la mu joia. Ya se murió, que Dios la tenga recogía (esto lo dice el anciano, mientras se santigua). Sus hijas no se paesen a ella, la Lola, era una bailaora y una cantaora de las güenas, agora las que se ven por la tele, tan’calichás no son como la Lola y pa’cantar..., cantar aquella, ¿cómo se llamaba?, ¡Uy, que me’toy poniendo chocho, cuidiao que no men’recuerdo, aquella que se casó con el torero! o, ¿jué la hija, la que se casó con el mataor? ¿Qui’és creer que no men’recuerdo? ¡Ah, que sí, que jué la Piqué, la que te’sía! Aquella si que cantaba de verdad y además, güena mosa, que si, que lo que yo te’igo, que agora sus quedáis cuchimisás y calichás, que no queréis tener ajarraeros y no pué’ser, que las güenas mosas ti’en que tener aonde las puean ajarrar sus marios, que aluego sus quejáis de que se vayan a esos garitos que jay por las carreteras, onde las lusesicas y eso, güeno estaba p’al Luís y pa’mí, cuando golvíamos de ver a la Lola, porqu’es verdad, que el Luís y yo, semus mu hombres y cuando mus ibamus a la capital, mus podiamus permitir algunos gusticos, que pa’eso andábamus cuidiando las ovejas de los señoricos tol’año. Po’lo que te’sía, que la capital no es pa’mí, que yo con mis ovejicas, mi navajilla y un cachico palo, pa’ser santicos, soy el tío más feliz de la tierra” (3)
Y sacando algo del zurrón que le ofrece a la mujer, dice: “¡Pos’ves!, ¿a qu’és salao?, po’en dos días me lo jago y tan contentico. Toma y se lo das al mosico del Doroteo, pa’que tenga una regalía del Florensio, pa’que vea que yo no m’olvido de mi gente. Que no, que el pueblo es sano y mujotros semus gente sana y que mus acordamus de tos y que a ver, si traes a tus mosuelos y sus doy leche resién ordeñá, que es la güena, que agora sus las tomáis de’sos cartones y eso no pu’e ser güeno, que te lo’ise el Florensio; que andispués pasa como con los nietesicos del’Antonio, que los puse a ordeñar y les daba repulsión y no querían beberla. Qu’en la escuela, no l’esenñan que primero jay c’ordeñar y aluego, meterla en’esos cartones o lo que sean, que no le’isís, que los viejos del pueblo, andamus llevando y trujiendo, las ovejas y las vacas al campo, pa’que aluego, se tomen esas cosas qu’isen son batios, o que leche son, y pa’eso el queso, ¡aonde se ponga un cacho queso en’aseite, con un cantico pan maquilero!. Que no Anica, que l’enseñáis a comer porquerías y a no comer güeno y aluego mi’a como’ta la Josefa, con tos los güesos jechos añicos, y mi’a tú este viejo, a mis ochenta y dos añicos, antoavía me correteo tos los serricos y ni m’amilano. Que aluego güelvo a la casa, me jago un güen remojón y a dormir como un borreguico resién amamantao y por’aí isen, qu’andan tos los de la capital, con los sueños trocaos y yendo a las boticas po’mejunjes pa’pillar los sueños. Que no, que yo te’igo, que el Florensio sabe mucho, po’diablo ¡claro! Po’lo que t’esia, que no se pu’estar tan calichao, ni buscando tantas perras pa’que andispués, se sus vayan los sueños y eso es joío, lo que yo te’iga. ¡Yeeeepa, como sus salgáis, sus enlomo!, - sigue diciendo el viejo, haciendo ademanes con el garrote y amenazando al rebaño- Que güeno bonica, tú a dar un paseico, ¿no?” (4)
Esta vez, es Ana la que no le deja tiempo para que continúe el anciano y le dice: “Florencio, quería llegarme a la ermita de la Virgen, ¿la sigue cuidando la tía Mercedes?, ya de camino, le doy un beso y las gracias a la Señora, por lo bien que crecen mis hijos y por la fami...”
Antes de que termine, el pastor le pisa las palabras: “Po’claro que la Mercedillas sigue en el cortijo y que ti’é a la Virgencica como los chorros del’oro, y ¡qué bonica qu’és, tan chiquitilla! Yo tos’los días paso por’allí, y le’igo que cuidie de mis ovejas y al Florensio. Güeno y po’tos también pio, qu’eta el mundo mu joío. Po’anda, que ya ha’soltao la singüeso a mis janchas, que no ta’dejao desir naica, ¡pa’una ve’que ti’é uno con quién jechar una habladuría!, qu’én fin, que ma’gustao verte y qu’etás mu mujerona. Vete con Dios y que traigas a tus mosuelos, pa’que vean a los aborreguillos mamar” (5)
Ella se despide dándole la mano: “Que Dios te guarde Florencio y no te preocupes, al anochecer estamos en tu casa”.
“¡Po su’sespero con un cachico queso y un joyico pan y aseite! ¡Y la bota vino, qu’el Pepe ha cosechao uno que quita el sentio! ¡Vete con Dios y aluego su’sespero!” (6)
Sigue camino de la ermita y piensa si se la encontrará como siempre. Si la tía Mercedes, seguirá tan dicharachera y tan buena mujer, como en los recuerdos de niña, la mantiene.
Mientras camina, da gracias a la vida por los momentos que acaba de pasar. Piensa, que cuando esté en casa y en el trabajo, y los días se hagan monótonos y pesados, tan sólo tendrá que recordar los momentos como el que acaba de pasar, para desear que lleguen las nuevas vacaciones, para dar gracias por los seres humildes, como Florencio, la tía Mercedes, sus padres y tantos otros que ha conocido a lo largo de su vida. Los paseos por el campo, el olor a pueblo, a hierbas silvestres y tantas cosas que la hacen feliz, siempre que vuelve al pueblo de su niñez. En su interior sabe, que no necesita nada más para sentirse bien consigo misma y está convencida, que estas emociones tan suyas, sabrá transmitirlas a sus pequeños, para que ellos también sepan apreciar y respetar, las personas y las cosas sencillas, la naturaleza tal como la deberíamos conservar, el trabajo duro de algunas personas, y tantas y tantas cosas, que en la ciudad no se aprecian y a veces, ni tan siquiera se sabe que existen, pero que son tan precisas como la comida que nos llevamos a la boca diariamente.
Y al ver a lo lejos, la casita de la tía Mercedes y la pequeña ermita, no puede evitar la emoción y las lágrimas que se deslizan por su rostro. Todo sigue igual. Ahora ha vuelto a tener diez años y se sabe cerca de sus padres y de todo lo que le ha hecho feliz siempre.
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(1) El anciano se quita la gorra, inclina ligeramente la cabeza y le contesta: “Dios la guarde señorita, a respirar, ¿no? a limpiar los pulmones, que la capital dicen que está hecha un asquito, - y dudando -, ¿porque usted es la señorita Julia, la del Pancrasio, no?”.
(2) “Madre mía, la Ana. La Ana de la Dolores y que guapa que te has puesto, así no hay quién te recuerde. Cuando te fuiste eras una mocosa, si andabas por el pajar con trenzas y calcetines cortos, si eras...., pero bueno, que bonita que te has puesto, la verdad es que dicen que la capital está hecha un asco, pero vosotras os ponéis muy bonitas, que leche. ¿Y cómo está la Dolores y el Pepe? Tú te casaste con el Juan el del Doroteo, ¿no? ¿Cuántos mozuelos has tenido?, me dijo la Pascuala, que os habíais colocado muy bien, que tu marido ganaba muy buenos dineros y tú te habías hecho una mocita muy guapa, y vaya si no me engañó, vaya si es así“.
(3) .“Pues nada, yo con mis ovejas, mi perro, mi queso y lo de siempre, que sepas que la capital no está hecha para mí. Que cuando al Luís se le metió en la cabeza que fuéramos a ver a la Lola Flores, pues fuimos y no veas lo buena moza que era y como bailaba y cantaba, la muy jodida. Ya se murió, que Dios la tenga recogida (esto lo dice el anciano, mientras se santigua). Sus hijas no se parecen a ella, la Lola, era una bailarina y una cantante de las buenas, ahora las que se ven por la tele, están escuálidas no son como la Lola y para cantar..., cantar aquella, ¿cómo se llamaba?, ¡Uy, que me estoy poniendo chocho, cuidado que no lo recuerdo, aquella que se casó con el torero! o, ¿fue la hija, la que se casó con el matador? ¿Quieres creer que no lo recuerdo? ¡Ah, que sí, que fue la Piquer, la que te decía! Aquella si que cantaba de verdad y además, buena moza que era, que es lo que yo te digo, que ahora os quedáis escuálidas, que no queréis tener chichas y no puede ser, que las buenas mozas tienen que tener donde las puedan agarrar sus maridos, que después os quejáis de que se vayan a esos garitos que hay por las carreteras, donde las luces de colores y eso bueno estaba para el Luís y para mí, cuando volvíamos de ver a la Lola, porque es verdad, que el Luís y yo, somos muy hombres y cuando nos íbamos a la capital, nos podíamos permitir algunos gustillos, que para eso andábamos cuidando las ovejas de los señoritos todo el año. Pues lo que te decía, que la capital no es para mí, que yo con mis ovejas, mi navaja y un pedazo palo para hacer santos, soy el tío más feliz de la tierra”.
(4). “¡Pues ya ves!, ¿a que es salado?, Pues en dos días me lo hago y tan contento. Toma y se lo das al mocito del Doroteo, para que tenga un regalo del Florencio, para que vea que yo no me olvido de mi gente. Que no, que el pueblo es sano y nosotros somos gente sana y que nos acordamos de todos y que a ver, si traes a tus mozuelos y os doy leche recién ordeñada, que es la más buena, que ahora os las tomáis de esos cartones y eso no puede ser bueno, que te lo dice el Florencio; que después pasa como con los nietos de Antonio, que los puse a ordeñar y les daba asco y no querían beberla. Que en la escuela, no les enseñan que primero hay que ordeñar y luego, meterla en esos cartones o lo que sean, que no les decís, que los viejos del pueblo, andamos llevando y trayendo, las ovejas y las vacas al campo, para que luego, se tomen esas cosas que dicen son batidos, o que leche son, y para eso el queso, ¡donde se ponga un cacho (pedazo) de queso en aceite, con un pedazo pan maquilero (estilo de pan)!. Que no Anica, que les enseñáis a comer porquerías y a no comer bueno y luego mira como está la Josefa, con todos los huesos hechos añicos, y mira tú este viejo, a mis ochenta y dos añicos, todavía me corro todos los cerros y ni me amilano. Que luego vuelvo a la casa, me hago un buen remojón y a dormir como un borreguito recién amamantado y por ahí dicen, que andan todos los de la capital, con los sueños trocados y yendo a las boticas a por mejunjes para poder coger los sueños. Que no, que yo te lo digo, que el Florencio sabe mucho, por diablo ¡claro! Pues lo que te decía, que no se puede estar tan desmejorado, ni buscando tantos dineros para que después, se os vayan los sueños y eso es jodido, lo que yo te diga. ¡Yeeeepa, como os salgáis, os rompo el lomo!, - sigue diciendo el viejo, haciendo ademanes con el garrote y amenazando al rebaño- Que bueno bonita, tú a dar un paseo, ¿no?”.
(5). “Pues claro que la Mercedes sigue en el cortijo y que tiene a la Virgen como los chorros del oro, y ¡qué bonita que es, tan chiquita! Yo todos los días paso por allí, y le digo que cuide de mis ovejas y al Florencio. Bueno y por todos también pido, que está el mundo muy jodido. Pues anda, que ya he soltado la sin hueso (lengua) a mis anchas, que no te he dejado decir nada, ¡para una vez que tiene uno con quién echar una conversación!, que en fin, que me ha gustado verte y que estás muy mujer. Vete con Dios y que traigas a tus mozuelos, para que vean a los borreguitos mamar”.
(6). “¡Pues os espero con un pedazo de queso y un hoyo de pan y aceite! ¡Y la bota vino, que el Pepe ha cosechado uno que quita el sentido! ¡Vete con Dios y luego os espero!”.

nani. Septiembre 2007.




domingo, 2 de septiembre de 2007

EL INGENIOSO HIDALGO DE LA MANCHA

“Mamá, mamá, mida que me han degadado en el colezio”.
Viki es preciosa, de rostro especialmente característico. Sonrisa y mirada distinta al resto de niños, pero particularmente entrañable. Su cuerpo ha crecido bastante, pero no así, su sonrisa y su mirada.
Llega pletórica a casa, buscando a su madre con tanta alegría, que casi asusta a esta, de no ser por estar acostumbrada a dichas reacciones.
Sale al encuentro de la pequeña-gran niña y cuando se encuentran a medio camino, (pasillo que lleva a la cocina y de esta a la entrada); vuelve a gritar alegre: “Mamá mida que libo me han degadado en el colezio, mida, mida”.
La niña dice todo esto, mientras arrastra a la madre de una mano, para sentarse juntas como siempre, en el primer escalón de la escalera.
De nuevo, la pequeña-gran niña, entusiasmada continua: “Mamá, ez un cuento de un zeñó doco, ¡que diza! Ze enfara con los modinos y rize ¡zedá tonto!, que zon zigantes. ¡Qué diza mamá! ¡Anda mamá lee, vedás que chuli ez!”
La madre como tantas otras veces, coge el libro que le ofrece su hija. Es de pastas duras e ilustradas con la delgada figura de D. Quijote de la Mancha; más escuchimizado aún que en otros dibujos, para resultar gracioso a un niño. Unos gorditos molinos de viento con ojos asombrados y unas aspas, que salen de una especie de boca y a su vez estas, hacen las veces de brazos, para intentar protegerse de los arrebatos de tan extraño personaje.
“El Hidalgo Caballero, -empieza a leer la madre por la página que la niña le ha indicado-; arremete con los molinos que boquiabiertos no entienden, la locura que le ha dado al delgado y larguirucho hombre, que dice ser El Caballero de la Triste Figura; y que para estos defenderse de los ataques y falta de cordura del flacucho hombre, todos a una; improvisan una serie de remolinos inflando sus bocas y ayudados con sus aspas, consiguiendo una fuerte oleada de viento; que descargan sobre el extraño caballero, que al recibir el impacto; cae de su rocín y sale de estampida pegando sus tristes huesos contra el blanco muro del caserío, donde a las puertas; un pequeño y gordinflón hombrecito, se seca el sudor con el revés de la mano, sin dejar de gritar que su amo cada día que pasa, hace cosas más raras, que igual llama malandrines a los botijos de vino, como quiere hacerles creer, que los gigantes crecen a su paso como si se tratara de las sandías de la meseta y para colmo; ahora se pone a gritar a un ser imaginario, mirando al cielo y dirigiéndose al pobre Sancho, diciendo: “¡Esa paloma sobrevuela el peligro y como no se aparte, los gigantes la atraparán y se la comerán. Toma mi lanza escudero infame, y defiende a esa paloma y a tu señor, que de no acabar con los gigantes, ni tendremos ínsula, ni Aldonza, ni Dulcinea, ni….! ¿Pero no te das cuenta que esos gigantes acabarán con nosotros y no podremos reunirnos con los que nos esperan….?”
La madre sigue leyendo y la pequeña-gran niña, se troncha de risa, satisfecha y feliz, diciendo de nuevo:
“Mamá eztá doco, que diza, ze cree que los modinos zon zigantes y les pega, que tonto mamá, que tontito eztá….

nani. Septiembre 2007.


jueves, 30 de agosto de 2007

LA MUERTE DE UN FUTBOLISTA

Hay cosas que por más esfuerzo que haga, no consigo entender.
El día 28 de agosto, ha muerto un futbolista de 22 años por paro cardíaco, perteneciente a un club de fútbol que creo va en cabeza en estos instantes (no entiendo mucho, aunque en casa algunos miembros de la familia, siguen esta afición y algo tienes que implicarte, guste más o menos).
Mientras hacía algunas tareas, escuché la noticia por la radio autonómica andaluza, serían las 15,30 de la tarde. La verdad es que cuando escuchas una noticia de este calibre, te da mucho sentimiento. Saber que alguien que tenía toda una vida por delante, así de sopetón se vea interrumpida su existencia, tiene que ser un bloque de mármol el otro que escucha, para que no le afecte. Piensas en su familia, en todo lo que ha dejado de hacer, en ese hijo que nacerá dentro de dos meses, y deseas que tanto sus allegados sufran (y haya sufrido), lo menos posible.
Pero a lo que me refiero y por eso al principio, decía que no consigo entender, es el despliegue informativo. Tenía puesta como anteriormente dije, la emisora de radio autonómica andaluza, donde a esa hora comienza un programa variado y de entretenimiento, sin grandes perceptivas (parece que en verano, todos nos volvemos tontos y se hacen programas para tontos, seguramente que la intención tanto en prensa, radio y televisión, es rellenar espacios, tiempos y páginas) y como no suele haber otras cosas, los escuchas (seguramente por tontos, mejor es poner música, pero como tampoco en casa está una sola y convive con más personas...)
Ya creo que estoy divagando y se me está yendo el santo al cielo.
A lo que iba es que a partir de esa hora, la programación habitual se interrumpió y no se ha hablado de otra cosa, en todo el día (me acosté ya entrada la noche y seguía la historia), a otro día era el funeral y que puedo contar..., televisiones nacionales, autonómica, prensa y radio, seguían con el tema y supongo que esto dará para un montón de días que rellenar.
Es verdad que podía haber apagado el aparato (en ocasiones lo hice), pero vuelvo a repetir, no estoy sola en casa y como andas para acá y para allá, en el coche y en mil sitios, vas escuchando lo mismo.
Y ahora pregunto yo, y es a lo que voy: ¿Si se muere o mejor, le conceden una medalla a un Novel de la Paz o de Investigación (personas que están aportando unos beneficios a la sociedad), nos afecta y nos preocupamos de informar que han hecho y porque se les concede esa medalla? O para que resulte más cercano: Día 29 (un día después), al mismo tiempo que se organizan los preparativos del funeral del que nos estamos ocupando, muere un tractorista en su puesto de trabajo, de la misma edad más o menos y otro trabajador por una emanación de gas. Estos son dos ejemplos, seguro que ha muerto un montón de gente en sus puestos de trabajo y ya no recordemos a los que están muriendo bajo las bombas o tiroteos en esas interminables guerras. Pero bueno, otra vez divago, me voy a centrar en esos dos trabajadores. ¿Quién le va a dar una medalla a sus madres, esposas e hijos. ¿Quién les va a mandar una corona de flores o les va a reconocer que ellos también han muerto en su puesto de trabajo?
¿Quién le va a dar un escarmiento a las empresas que permite que los trabajadores se arriesguen sin las medidas óptimas?
Conclusión:
¿Se pretende que seamos todos unos borregos (si no lo somos ya), o es eso lo que demandamos? Ya me planteo además, que clase de gente estamos poblando este puñetero mundo, que parece que solo nos interesa la carnaza ¿Será que así nos sentimos mejor y tapamos de esta manera nuestras propias miserias?
De verdad que no sé que nos está pasando. Sí creo, que estamos un poco fuera de contexto si no es, que estamos dejando de ser “seres humanos”.

P.D. Hoy día 30, según los informativos ha muerto otro futbolista por el mismo problema. Deseo de corazón que descansen en paz, pero que también lo hagan el resto de fallecidos en el mundo entero (que además mueren de causa antinatural) y que por desgracia, a nadie nos preocupan demasiado.

NANI. Agosto 2007.


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martes, 28 de agosto de 2007

SIEMPRE LES QUEDARÍA PARÍS

Se le ha echado la hora encima. Alberto la espera a la entrada de la sala quinta para ver la película "Casablanca". A las cinco y media, es pase único dedicado a la tercera edad, por lo tanto es conveniente aprovecharlo. Además de que es la película por excelencia de los dos, los precios son más económicos. Se tiene que dar prisa, porque ya son las cinco menos cuarto y aunque no le coge muy lejos, sus pasos ya no son tan ágiles y coger el autobús no le interesa, a veces, sobretodo en horas puntas no le conviene. Un taxi tal vez, pero habían decidido evitar gastos supérfluos, la pensión de viuda no da para tanto y le daba mucho apuro que Alberto corriera con alguno de sus gastos. Él también tiene a sus nietos, sus hijos y aquella esposa atrapada entre tubos, probetas y olor a hospital. Además, un paseo es bastante recomendable.

"Por Dios, no encuentro los guantes, si creo los dejé en el cajón de la cómoda, o ¿quizá los metí en el del centro?.

Todo esto lo hace la mujer, de forma mecánica y un poco precipitadamente. Al urgar entre las ropas colocadas con mucho primor, tropieza con algo que la paraliza. No puede evitar sacar un objeto, envuelto en un cernadero blanco. Lo destapa y aparece una muñeca de china muy pálida, de labios rojos ardientes, un vestido de jacona salmón, calcetines y zapatitos blancos y pamela a juego con el vestido. Con las prisas, no recordó que estaba terminantemente prohibido, abrir el cajón del centro, sin estar predispuesta y evitando tropezar con aquella muñeca, que nunca se atrevió a regalar o tirar. No podía evitarlo, había sido la que tanto meció su pequeña. Había sido aquella que quedó sobre las sábanas, después de la dichosa meningitis que destrozó a todos. Sin poderlo evitar, besa una y otra vez la fría muñeca, hasta que el sonido del teléfono la vuelve a la realidad. De pronto, recuerda qué buscaba y porqué tiene aquella muñeca entre sus manos. La deja sobre el mármol de la cómoda y coge el auricular del teléfono, que hay sobre la mesita de noche.

"Si, ¿dígame?. Ah...., eres tú. Alberto, no encontraba los guantes, perdona, ya no es hora. Buscándolos, he tropezado con la muñeca de china, ya sabes, te prometí regalarla, pero... no pude. Vale te espero. Te agradezco que te pases por aquí, te necesito. De acuerdo, hoy sí te la llevas y se la das a tu amigo el coleccionista. Bueno.... vale, preparo un chocolate caliente y tú te traes los pasteles. Veremos "Casablanca" aquí en casa, aunque la versión está muy pasada y tiene anuncios de la tele, podremos al menos volver a escuchar una vez más a Humphrey Bogart decir,"Tócala otra vez Sam" y creer que aún, nos queda París.

Mientras saborean el humeante chocolate, los dos muy juntos sentados en el sofá del saloncito, absortos como están en su película favorita, piensan en el fondo de sus corazones, que por lo menos, "Siempre les quedará París".

nani. Agosto 2007.



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viernes, 24 de agosto de 2007

¿TIENES MALA LECHE?

Con el grandísimo atrevimiento por mi parte y homenajeando a GLORIA FUERTES:





¿Qué si tengo mala leche?
Si hijo, si que la tengo mala,
y no solo mala,
sino que a veces,
hasta se me pone agria,
cuando me hierve por dentro,
tanta injusticia, tanta sinrazón
y tanta destrucción.




Como creo hubiera dicho ella y digo yo hoy.

nani, Agosto 2008.


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miércoles, 22 de agosto de 2007

LA LLAMADA




Toc, toc. Toc, toc.
Se despereza, se restriega los ojos y presta atención, porque le ha parecido que alguien está llamando.
¿Pero llamando en dónde?
Enciende la lamparita que hay encima de la mesita y se incorpora en la cama, esta vez además, agudizando el oído.
Toc, toc. Toc, toc.
Se intranquiliza y se asusta un poquito. Los golpes parecen que se producen dentro del armario.
Y dentro de este... “¿A ver? – piensa -, si sólo hay ropa, los libros de la facultad, los zapatos, la flauta, la guitarra, ¡pues por poco que me guste, tendré que mirar!”
Y de nuevo, se repiten los toques. “Toc, toc. Toc, toc”
Asustada como está, se tira de la cama y se va no sin un poquito de congoja, hacía el sitio donde parecen provienen los golpecitos. Abre con cuidado una puerta y espera. Después la otra y al mismo tiempo, de nuevo: “Toc, toc. Toc, toc”
Esta vez el corazón bombea más aprisa y un calorcito le sube por la garganta y se detiene en las sienes. Vuelve a escuchar y de nuevo: “Toc, toc. Toc. toc”
Ahora si cree saber de donde proceden los toques, y sus manos se posan sobre la funda de la guitarra. Se sobresalta al percibir, además de escuchar, los puñeteros golpecitos: “Toc, toc. Toc, toc.”
Ahora ya no le queda más remedio que abrir la funda y ver que pasa dentro.
Abre no sin cierto temor, y como siempre, dentro está su querida y olvidada guitarra. Hace mucho que no la toca, ni la saca de su funda. Hace ya algún tiempo, que no la necesita de la misma manera que hace unos meses. Fue su compañera en las alegrías y las penas de la adolescencia y hoy, debido a estos ruidos que la han despertado, se encuentra otra vez con ella entre las manos. La acerca a la cara y al rozarla la besa. De nuevo siente esa llamada que las mantuvo en aquellos días tan unidas, tan necesitadas la una de la otra, y como por arte de magia, vuelve a rozar las cuerdas con sus dedos y a escuchar aquella canción que tantos recuerdos le aportan y sin apenas poder evitarlo, unas lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas. La canción fue la que estuvo de moda, mientras ella terminaba el último curso de instituto y con ella y gracias a ella (incluidas canción y guitarra), conoció al príncipe azul de sus sueños. Un príncipe, que se convirtió en rana cuando ella le empezó a conocer. Sus sueños habían sido otros y en un principio, le deslumbró aquella sonrisa alegre, aquellos ojitos pícaros y risueños y la simpatía que derramaba a raudales, pero que la falta de sinceridad y de honestidad, fue emborronando y dejando al descubierto, la rana-sapito que tenía dentro. Siempre tuvo claro, que si compartía sus sentimientos con algún chico, este tendría que ser limpio y claro, como el sol del medio día. Por eso tuvo que decirle adiós y para olvidarle, compartió todo con su querida guitarra a la que le contó, cómo le dolía la despedida, hasta que poquito a poco, dejó de susurrarle y dedicar su tiempo a esos libros que fue colocando encima de la funda de aquella amiga del alma.
Y hoy, suena la guitarra, es ella la que reclama su atención, es ella la que hoy está triste y necesita su caricia. Necesita que le acune y le haga cosquillitas, igual que ocurrió, aquellos días que se mantienen olvidados y callados en el cajón de los recuerdos, esperando que llegara un día como el de hoy, para recordar que esta viva y que necesita el calor de unas manos y el rasgueo suave de unos dedos conocidos y apreciados, para hacerla vibrar de nuevo. Y cuando empieza a tocar, por inercia suena aquel estribillo que su padre le enseñó, y que sin querer, tararea con la mayor naturalidad del mundo:


"La guitarra que compré

lleva dentro un corazón,

ni siquiera lo sabía

el que a mí me la vendió..."

nani. Agosto 2008.



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