"Se que estás en un rincón de la casa y no puedo moverme, estoy petrificada, helada y empapada en sudor".
¡No puedo seguir así, debo moverme!
¡Debo salir de este letargo y de este malestar que me mantiene petrificada!
Intento mover las piernas y no puedo.
Intento levantar los brazos y me pesan como si los tuviera sujetos con pesas de hierro.
Quiero abrir los ojos y los párpados no me responden.
Intento acordarme porqué estoy en este estado y solo recuerdo que bebíamos vino en la mesa del salón y nos disponíamos a bridar como en otros aniversarios anteriores.
Quiero gritar y mi garganta no responde.
Cada instante que pasa en esta oscuridad y esta frialdad, me causa más pavor.
No puedo incorporarme, todo me pesa y no reconozco donde me encuentro.
El aire me falta, la respiración se me hace casi imposible y creo que me voy a desmallar.
Noto como me zarandean, abro los ojos y te veo frente a mí.
El miedo es tan espantoso, que ya no logro ver nada más.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. He intentado complacer a quienes me habeis pedido que el relato "Pavor en la noche" lo continuara. Reconozco que me cuesta retomar un relato que dejo abierto para que cada cual pueda pensar lo que se le ocurra. Para mí es un disfrute hacerlo así y como os digo, me cuesta proseguir algo que por mi parte estaba concluido, por eso os ruego me disculpeis. ¡No he quedado satisfecha..., pero lo he intentado!
Nani. Julio 2008.