Inconfundible
el olor que desprendía la ropa recién tendida o cuando se metía entre las
sábanas limpias, frías y recién planchadas; era como volver al remanso del
vientre materno. Todo se relacionaba y quedaba unido en un mismo paquete.
Siempre le contó ella que el jabón casero era el que ejercía el milagro, pero
bien sabía que había algo más, algo que
se llamaba madre y que incluía amor y dedicación. Algo que resultaba suave y
delicado a pesar de aquellas manos broncas, agrietadas y cargadas de faenas domésticas,
labores en el campo y sogas restregadas, bien para lanzar y recoger el cubo
dentro del pozo, retorcer y trenzar espartos en los días lluviosos, apilar
alpacas y pleitas, cargar serones, subir y bajar cargas al pajar, hacer
limpiezas después de las cosechas y para colmo, cuando fueron pequeños aún le
quedaban ganas en las noches veraniegas, de recortar en los periódicos
atrasados anuncios de juguetes o ropa del Corte Inglés, coserlos con alfileres
y cuando ya entrada la noche, hacer que aquello se moviera con ayuda de una
linterna para crearles la ilusión de estar sentados en una silla del cine de
verano, mientras sorbían un tazón de leche migada.
Nani.
Julio 2018