Cuando
despierto escucho música y una voz
enlatada procedente de una furgoneta, como la que pasa por nuestras calles para
anunciarnos la venta de melones o ajos frescos y ajena a todo; vocifera de
manera que hasta duele escucharla, después de tanto silencio: “Habitantes del
mundo, ya ha pasado todo y os pedimos que en el parque o plazoleta del pueblo,
la avenida de la ciudad o del lugar donde residís, se convoca a los ciudadanos.
Solo tenéis que llegar con vosotros mismos y vuestra gente, un traje cómodo,
buen ánimo y mejor sonrisa, una pamela las señoras, un sombrero o gorra los
señores y gorrito los niños, ya que pica el sol y llevamos muchos días en casa.
Se acabaron los abrazos y besos virtuales, hoy lo celebramos a bombo y
platillo. Eso sí, compartiremos experiencias. Se aceptan reflexiones y aportes
positivos, para mejorar este bello mundo que casi hemos visto escurrirse, como
si fuera gelatina en manos de un niño pequeño”.
Me
duchó frente a esa enorme pared de azulejos blancos y miel que antes me parecía hasta ridícula
por pequeña. Con una alegría nueva, me
pongo crema protectora, me arreglo y me coloco una pamela playera. Salgo
dispuesta a abrazar a todo ser que me encuentre de camino a la plaza.
Algo
nuevo encuentro en mi camino. Las miradas son distintas y más brillantes. Me
siento diferente, más madura y más vieja, pero más esperanzada.
El
muro que me retenía, se ha caído y ha vuelto a ser la pequeña ducha de mi
pequeño apartamento. Ese que me irritaba por pequeño y este tiempo por prisión.
Nani.
Marzo 2020