─Por
favor tía Sara, no vuelvas a decirme que es lo que debo hacer, ni me señales o
me indiques nada con ese dedo que siempre está en posición de mando. ¡Creo que
he demostrado, qué sé hacer todo lo que me propongo!
─Bien
sabes que anoche antes de ir a descansar, dejé el pan fermentando y el horno
encendido para cuando me levantara; después de un ligero amasado, meterlo a
cocer. Has visto en el bazar que ya se está enfriando, puesto que me levanté al
amanecer. También has podido observar allí dispuestas, las aceitunas y los
platitos de sal de Sodoma, ¹ para que luego se sirvan todos a su gusto. Lleva
un buen rato cociendo la sopa de verduras y ya me dispongo a seguir con el
almuerzo, mientras mi hermana María, ¡ahí la tienes!, embobada escuchando al
Maestro como si no hubiera que preparar el vino, (los vasos pequeños); ¡no
pondremos las copas, ya que en una ocasión le escuché decir a Jesús que le
producen malestar; como un presentimiento que tiene, algún acontecimiento duro
que tendría que ocurrir! ² Los tazones para la sopa y los platos para el
pescado. Las nueces para colocarlas repartidas sobre la mesa, ¡ya sabes que ese
adorno siempre ha gustado mucho en nuestra familia y normalmente, terminan
consumidas por todos! Aún tengo que preparar la maror ³ para
acompañar los peces que ha traído recién pescados Pedro y también, debo lavar y
colocar las hierbas. Mi hermano Lázaro podía haber traído ya los pepinos,
rábanos, lechuga, endivia, diente de león y resto de hierbas, ya que de lo contrario,
no podré terminar. No quiero que crean que no respeto a nuestros antepasados,
como siempre nos enseñaron nuestros mayores.
─También
quería preparar, aprovechando que a Lázaro le regalaron un queso de cabra, unos
buñuelos fritos rellenos con el mismo y rebozados en miel.
─Agradecería
tía, que en lugar de vigilar y ordenar me ayudaras y al menos, miraras si los
higos secos están presentables para poner en la mesa y también, podrías
rellenar unos dátiles con las almendras fritas que hay en un bote con tapa. Las
freí el pasado viernes, para tenerlas el shâbath ⁴ y sobraron algunas. Vamos a
ser muchos a la mesa y no quiero que falte de nada. Los musht ⁵ son cuatro y lo
mismo no va a haber una pieza para cada uno. Mira también, como está de duro el
pan de higo y si se puede servir, ¡vamos, que esté presentable y no se haya
enmohecido!; lo pondremos también en la mesa, ¡sé que al Maestro le gustan
mucho los higos y todo lo que se derive de ellos!
─
¡María podía acercarse y arrimar leña al fuego, aún hay mucho trabajo y me pone
nerviosa su pasividad!
Marta
secándose las manos en un trapo, se acerca con el ceño fruncido al lugar donde
Jesús y María, charlan alegremente.
─
¡María, deberías ayudarme! ¡Me estoy agobiando y vosotros ahí charlando sin
parar, podías decirle algo a mi hermana! ─comenta Marta, dirigiéndose al
Maestro.
─
¡Marta, Marta!, ─responde Jesús─. No te apures por estas cosas, ya sabes que
tan solo es una la necesaria y María está en ello.
Marta
da la vuelta enfadada y vuelve al banco de trabajo, hablando para sí
misma.
─
¡Siempre es lo mismo, todo el trabajo para mí! Aquí nadie arrima una rama al
fuego. Mirar si el vino de la tinaja está bebible y no se ha puesto hecho
vinagre, ¡como yo estoy ahora! Todavía no he llenado la vasija de servir el vino
y, tampoco le he añadido la miel y la leche para que se vaya suavizando. A
Lázaro le gusta de esta manera y creo que al Maestro también. Así todos
beberemos y nos sentará mejor, una vez hayamos terminado. No me gustaría que
alguno de nosotros terminara ebrio. Nunca me gustó esa faceta y menos hoy, que todos queremos disfrutar de la palabra sabia
del Maestro.
Mientras
tanto, Marta escucha las pisadas de su hermano. Lázaro ha vuelto y lo increpa
al entrar a la cocina.
─Lázaro,
¡podías haber tardado un poquito más! No doy más de mí y tú te entretienes con
las verduras y las hierbas. Aún me quedan muchas cosas por hacer y nadie me
ayuda. ¿Ves esos dos? ¡Ahí de cháchara y ni me hacen caso!
Lázaro
que conoce bien a su hermana, la besa en la frente y con una sonrisa, le dice:
─No
te enfades hermana. Todos te dejamos hacer porque como tú, no hay en toda
Betania otra mujer que cocine mejor, además ya estoy aquí para estar pendiente
del fuego, ayudarte con el vino, e ir colocando la mesa. ¡Quédate tranquila y
ve haciendo lo que puedas, siempre preparas mucho más de lo que nuestros
estómagos soportan! El Maestro se va a ir satisfecho porque sabe qué haces todo
con amor y eso es lo que a él le satisface. Sé que te pones celosa de María y
quisieras estar escuchando como ella, pero Él sabe que María será la que
transmita su palabra con mucho más desparpajo que nosotros y es por eso, que la
encamina y la instruye.
Marta
le contesta:
─Está
bien Lázaro. Ve mirando que no falten ramas de sarmiento para hacer el pescado,
lo voy a rellenar con hierbas de las que has traído y saltear con miel y vino,
pero primero pon leña gruesa que voy a freír los buñuelos para que estén fríos
a la hora de comerlos. Cuando termines, mira en el bazar, ¡sin asustarte, que
allí se encuentra la tía Sara!; si ha dispuesto una bandeja con galletas de
langosta, ⁶ que olvidé comentárselo antes.
─Tuve
que enfadarme con ella, solo sabe ordenar y no ayuda. Ahora me siento mal, sé
que tengo mucho genio, pero es que todos me dejáis lo más engorroso, mientras
los demás reis, os divertís y habláis de millones de cosas. Yo me entero luego
de algo, si tenéis gana de contarme. ¡A mí también me gusta estar cerca de Él,
es tan apuesto y habla tan bien!
─
¡Ay Marta, Marta!, ─se va diciendo Lázaro─. ¡Me voy a hacer todo lo que me has
encargado, que no tenemos todo el día!
Pasado
un rato, Sara y Lázaro preparan la mesa, mientras Marta termina los pescados.
Más tarde, todos sentados alrededor de las viandas, degustan los manjares preparados. Marta y
María, comen cada una a cada lado de Jesús. Más tarde, cuando este se despide,
se dirige a Marta y le dice:
─Marta,
es un honor compartir la mesa con tu familia y comer lo que tus manos preparan.
No te enfades con María, ella deberá estar preparada y siempre contará con tu
apoyo. A cada uno de nosotros, se nos ha concedido un don y debemos ponerlo al
servicio de los demás. El tuyo es hacer
manjares y manualidades. Tu hermana sabe conversar y yo debo seguir la tarea
que se me ha encomendado. ¡Todos somos útiles y necesarios!
(1) En la Biblia, la sal es
un medio simbólico de unión entre Dios y su pueblo (Levítico, 2, 13) y Elíseo
purifica una fuente echando sal en ella (II Libro de los Reyes, 2, 19-22).
(2) Lucas. 22, 42-43.
«Padre, si quieres aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya».
(3) Maror: Las hierbas
amargas, simbolizan la amargura y las penalidades de la esclavitud sufrida por
los judíos en el Antiguo Egipto. La Maror puede ser cualquier hierba de sabor
amargo, hay que tener en cuenta que las hierbas deben ser frescas y sirven para
las salsas o simplemente, comerlas tal cual.
(4) Sábado.
(5) Musht (pescado). A las
tilapias del Mar de Galilea, se las llama tradicionalmente musth ('peine' en
árabe), hoy llamado también “pez de San Pedro”.
(6) Langosta. Era uno de los alimentos más
sorprendentes de la época. Se comían cocidas rápidamente en agua y sal
obteniendo un sabor similar al langostino. Se encurtían también en vinagre o
miel para reducirlas a polvo y mezclarlo con flor de harina, para hacer
galletas.
Nani
Canovaca