Quise
aprovechar la fachada lateral de mi casa en el pueblo, para que sirviera de
entretenimiento a los zagales, que a veces se entretenían en tirar piedras a
los tejados. Pensé que, si se escalaba el Naranjo de Bulnes, ¿Qué impedía que
se pudiera realizar en mi propio pueblo y a la vuelta de la esquina?
MI
intención era buena. Los veía aburridos y aprovechando que tía Frasquita ya no
vivía, la casa se había caído a consecuencia de las muchas inclemencias
recibidas, al retirar escombros y todo lo que se llevó la grúa y encontrar
descubiertas esas bigas prominentes, pensé en el deporte que podían realizar
los veranos, cuando llegaban las vacaciones y no encontraban otra cosa que
hacer.
Los
vecinos me decían que no servirían, que eran muy dispares y que se trataba solo
de bigas y nada útil para escalada. Lo que no esperábamos (yo incluida), es que
algún chico se picara y pinchara a otros. Al final uno de ellos ha llegado a
escalar con Alberto Ginés y Alex Megos y es que digo yo, que donde no hay
esfuerzo no se consiguen beneficios, así que, aunque rudimentario, valió la
pena.
Nani.
Septiembre 2022