domingo, 2 de marzo de 2025

REPOSTERA

 


imagen de la estadounidense Brooke DiDonato

Cuatro huevos, trecientos gramos de harina, ciento setenta y cinco gramos de azúcar, un sobre de impulsor… Sí, esta vez iba a probar el famoso impulsor que se vende en la página de María Topitos y que se ha impuesto por encima de los que se comercializan en los grandes centros comerciales y comercios alimenticios. Según la publicidad lanzada, es un impulsor sin aditivos ni conservantes y el mejor por el momento para hacer un bizcocho esponjoso y nada parecido a los conocidos, hasta el momento. He separado las claras de las yemas, he montado las primeras a punto de nieve con su pizca de sal para que no se bajen, he añadido el resto de ingredientes con el mayor amor y delicadeza y, por último, el famoso entre todos los de su clase. Iba a comprobar si merecía la pena cambiar por el de toda la vida o si ya, cambiaría para el resto de mis jornadas reposteras.

He metido en el horno previamente calentado, mi preparado y estaba deseando probar mi famoso bizcocho. Ese que a mi cuñada vuelve loca, a mi marido le tengo que esconder y a mis hijos los tienta a pesar del régimen que llevan a rajatabla. Después de los treinta y cinco minutos o cuarenta que suele tardar en hacerse, lo he dejado atemperar para desmoldar y no me he podido resistir. Está esponjoso y en su punto. Desde luego que la primera cuña ha sido para mí, pero hete aquí querido lector, que me encuentro creciendo y creciendo y mi cabeza ya tropieza con el techo, así que no sé si repetiré la próxima vez o deberé abrir los techos para poder vivir en mi casa de toda la vida. Aunque esperaré a ver si pasada la digestión, menguo hasta volver a mi tamaño de siempre, porque la verdad, es que esto no pinta muy bien que digamos, aunque el bizcocho está de muerte.

 

Nani, marzo 2025