
Las cerezas me ha sido imposible recogerlas. Esta mañana con esa intención me fui al campo. Cogí mi sombrero de paja, mi cesta de mimbre y el corazón dispuesto a emprender una pequeña caminata y una recolección generosa pero no en demasía para que el camino de vuelta, no fuera en exceso pesado.
Cuando casi estaba llegando a la finca de los cerezos, estaba la mañana recién amanecida. El paseo había resultado una delicia. Los trinos de los pájaros me han acompañado, así como la brisa fresca de la mañana y el rocío salpicándome los tobillos.
Al llegar a una pequeña colina que tenía que cruzar antes de divisar los cerezos y al mirar al frente, he quedado atrapada. Me senté para ver terminar de salir el sol por detrás del montecito de los Cipreses. Tan embelezada he quedado, que cuando quise darme cuenta, el sol apretaba como suele apretar en el mes de julio, así que me he dado la vuelta con mi cesta vacía, la mirada plena y el corazón brincando por el paisaje retenido.
La cesta como decía, ha regresado vacía pero yo he vuelto llena y mañana..., mañana volveré a por las cerezas.
Nani. Julio 2008.
