Imagen cogida de la red
Poco antes de que los
domingos fueran amargos
teníamos una infancia feliz. Fuimos al colegio como los primos y los chicos del
barrio, pero todo se torció cuando empezaron a salir los fines de semana.
Volvían raros, dormían mucho y a veces se ponían muy malitos. A partir de ahí,
los festivos empezaron a ser tristes, después se fue incrementando durante la
semana y había días que no teníamos comida, ni desayuno antes de ir al colegio.
Nadie nos ayudaba a hacer los deberes y un día se presentaron unos señores a lo
que tuvimos que acompañar.
ESE AQUEL DE LOS FINES
DE SEMANA
Poco antes de que los
domingos fueran amargos,
salían a pasear por el laberinto del jardín. Se cogían de la mano y recorrían
los túneles desconocidos, realizaban sueños y cumplían deseos. Después se
juraban días felices y periodos eternos. Nunca pensaron que dentro de la
convivencia, se incluían los fines de semana.
Nani. Octubre 2016