Mamá
nos ha pedido que vayamos a comprar un kilo de harina a casa de la Paqui, porque
hoy nos quería hacer papuecas para merendar y no tiene suficiente harina. Lo
que ha pasado es que cuando hemos llegado a la altura de la casa de Jaimito y
nos ha visto con la bolsa de nuestro producto, nos ha invitado a entrar a su
casa. En la fuente de su patio, ha vaciado nuestro ingrediente, ha puesto un
poquito de agua y nos ha dicho que hoy tocaba jugar a asustar a los mayores. El
juego consistía en embadurnarnos el rostro, hacernos jirones la ropa y andar
como si fuéramos zombis, (¡yo no sabía que era eso y me lo ha tenido que explicar!).
A mi abuela le ha dado tanto miedo, que la pobre no quiere salir de su
habitación. No creí que fuera para tanto, pero papá me ha castigado en mi habitación
hasta que las ranas críen pelos, ─dice. Lo que más siento es que esas papuecas
que sonaban tan ricas no las voy a catar mientras se acuerden, ni tampoco voy a
poder usar y menos jugar a las bolas con las de la bolsita que me regaló, diciendo que eran un verdadero tesoro. Yo creo que las canicas son más
fuertes y brillan más; estas son de barro y si le das muy fuerte se parten,
pero me hacía ilusión, tanto como esa merienda.
Nani. Marzo 2020