Hoy
he ido de tiendas ya que necesito reponer el vestuario de temporada. Tras la
pandemia, lo que no se ha quedado pequeño, está pasado de moda.
He
ido a varios comercios pero no me acababan de convencer los modelos expuestos.
Ya casi cuando había desistido, y de vuelta a casa, me desvío por una calle que
no suelo pasar por estrecha y poca luz, pero como hoy era a toda luz del sol, me
arriesgué ya que por ella se trocha y el sol casi me derrite. Cuando me adentro
en ella, paso por un comercio que no me sonaba, ¡claro que hace mucho que no
paso por esta calle!, y en el escaparate había varios maniquíes luciendo sus
galas. Dos con ropa de hombre y otros dos con ropa de mujer. Me quedo mirando
ya que uno de los vestidos de mujer se parecía mucho a la idea que tenía en
mente e iba buscando. Al intentar descubrir qué tipo de tejido tiene dicha
prenda, la mano de la maniquí se levanta y me saluda haciendo mover su
antebrazo y mano derecha, de izquierda a derecha. Yo por instinto, repito el
mismo movimiento. Cuando me doy cuenta, me veo un poco ridícula y miro a mí
alrededor por si alguien ha observado que saludo a un muñeco estático. Al
volver a mirar, la muñeca que tiene el vestido que acapara mi atención, me
guiña un ojo y me hace el gesto típico para que pase dentro y la mire de cerca.
Aunque todo me parece un poco de locos y absolutamente extraño, avanzo hacía la
entrada del comercio, entro y me saluda un señor, todo trajeado y muy amable, ¡de
los que antes había en los comercios!
─
¿En qué la puedo servir, ─dice.
─Quería
ver y si es posible probarme, el vestido que hay en el escaparate.
─
¿El de novia, señorita? ¡Creo que le quedará perfecto!
─
¡No por favor, el otro!
─
¡Ahhh, creo que va a ser imposible! Ese vestido lo pusimos hace 6 años y no
hemos conseguido quitarlo a la maniquí. Algo pasa cuando hemos querido
cambiarla, pero nunca lo conseguimos. La dejamos por imposible y la pasamos a
los vestuarios e incluso al almacén y por supuesto, fuera del escaparate, sobre
todo porque lleva ahí mucho tiempo. No sabemos cómo, pero al otro día está otra
vez en el escaparate y lo más gracioso, es que ya no queremos quitarla. Según
nos cuentan los clientes, ella anima al cliente a entrar y normalmente
encuentran lo que buscan. Nuestro muestrario es extenso y de calidad. Por
cierto, ¿también le ha guiñado un ojo y la ha animado a entrar? Le aseguro que
a veces me da un poco de miedo y ninguno de los dependientes quiere quedarse a
solas con ella. Dicen que no es normal y que además, piensan que quiere algo de
ellos.
─
¡Pase, pase señorita, Tenemos un modelo semejante y creo que se adapta siempre a
cada señorita que se fija en él.
─
¡De acuerdo, me lo pruebo!
─
¡Ya sabía que le quedaría perfecto! ¿Se lo envuelvo o se lo lleva puesto? ¡Está
usted preciosa!
Cuando
salgo con mi vestido puesto y después de abonar todo lo que he comprado, me
fijo de nuevo en la maniquí que ahora sonríe y me lanza un beso. Me sonrío a la
vez y pienso que es el mejor reclamo que he visto en la vida. ¡No hay nada como
que nos cuenten un cuento y que nos presten atención para que no nos resulte
tan frío como comprar por internet o catálogo! ¡Creo que habrá que volver a las
tiendas de siempre!
Nani.
Julio 2021