Foto de mi autoría (Nani Canovaca)
¿Tenéis alguna palabra que cause en vosotros alguna sensación, emoción, recuerdo o, que os impacte y os guste mucho decirla?. Pues, contadme una historia y utilizad esa palabra. (Propuesta de Bic Naranja. Viernes Creativos)
Desde
pequeña escuchaba a mis mayores y me quedaba encandilada con su vocabulario.
Ese que ya apenas se escucha, porque muchas cosas han dejado de ser, de
realizarse o porque ahora es muy cool o guay aplicar un anglicismo que deja
descolgado al ciudadano de andar por casa. A veces creo que todo depende de
modas (todo se vende y nos dejamos engatusar), pero no nos damos cuenta que por
seguir esas tendencias, dejamos de lado todo lo que nos identifica, todo lo que
se han ganado a pulso nuestros mayores o todo lo que hemos heredado, bueno o
malo. Lo bueno, porque se debe mantener para conservarlo y lo que no es tan
bueno o malo, para mejorarlo o para tenerlo presente y no repetirlo ya que todo
sirve para aprender (una persona que no aprende de lo que le rodea, siempre
caerá en el barro, ¡creo!). Pero bueno, aquí estamos hoy para hablar de
palabras, esas que nos han marcado de alguna manera. Puedo contar por ejemplo
cuando iba a tomar el sol de la mano de mi madre y saludábamos a un mayor de
esos que estaban labrando, regando, o recogiendo la aceituna, poniendo
ladrillos o a pie de una fragua, lo primero que hacía esa persona era saludar
al vernos llegar: “¡Dios la guarde a osté y a la chicuela! ¿Onde van por estos
ANDURRIALES?
¡Me
sabe tan bien esa palabra! Cuando la uso, me recuerda las meriendas de pan con
chocolate o el puñado de pipas de girasol compradas en un puesto callejero, al
chico o ancianito de las chucherías de la esquina. Me sabe a espiga arrancada
al mulo que volvía cargado con ellas, ya de vuelta con el PUJARERO tras cumplir
con su jornada en el campo. A palo dul o a regaliz duro que vendía D. José en
la farmacia. A caña de azúcar mordida y chupeteada en tardes de verano, o a correrías
por debajo de la manga del agua que regaba el parque y que el señor encargado a
veces, aprovechaba nuestro juego y nos ponía como una sopa al menor descuido
(todo se convertía en un juego por entonces). A leche “migá” en las noches de
verano o a días de gallina ciega en los portales de las amigas. Esas son las palabras que me recuerdan valores e infancia, pero hay muchas más y no puedo
olvidar mi bandera, que es el RESPETO y que me habla tan alto y claro, que creo
es el camino que me lleva a todos sitios, el que me indica qué no debo
sobrepasar y, sobre todo, lo que le debo a los míos, al vecino y al resto de la
humanidad.
Nani.
Febrero 2022