La
foto es de la artista Shirin Abedinirad
Ayer
cayó una nevada impresionante en la ciudad dónde voy en ocasiones. Es el lugar
de nacimiento de mis abuelos y dónde la familia nos reunimos en vacaciones. Tenemos
una casita heredada y tanto mis hermanos como yo, cuando hay fuertes precipitaciones
y nevadas, nos turnamos para ir a limpiar la puerta de entrada con el fin de
que no se acumule la nieve, ya que al comenzar la época fría y caer nevada tras
nevada, corre el riesgo de quedar completamente tapada, con el consiguiente
peligro de ocultar hasta la casita y no poder volver a entrar hasta la
temporada siguiente una vez derretida esta.
Aquel
día nos comunicaron que por la noche comenzó el ciclo de invierno y me tocó ir
a retirar nieve y colocar el artilugio que fabricamos para evitar al menos, se
tapara la entrada. Con ayuda de la pala que llevaba en el coche y un ratito de
esfuerzo, la puerta quedó al descubierto, coloqué de nuevo nuestro protector y
me dispuse a pasar la mañana ordenando y preparando nuestro refugio. Vendrían
fines de semana dónde disfrutaríamos aquel lugar tan entrañable; bien
esquiando, paseando con los chicos o haciendo concursos de muñecos de nieve,
cocinando y gozando del calor del hogar.
En
un principio se resistió la llave. Como había pasado más veces, fui al coche
por mi pequeña caja de herramientas donde tenía un bote con el aceite milagroso.
Rocié la cerradura y la llave, la introduje, giré con tiento y la puerta cedió.
Empujé
y esta me ofreció un vacío tan enorme que hasta vértigo sentí. Con un ligero
mareo, mi cuerpo se inclinó hacía adelante y caí a un mundo paralelo del que no
he salido desde hace cinco años. Espero que mis hermanos me encuentren en
alguna ocasión, porque supongo vendrán a pasar vacaciones, a no ser que ellos
también hayan ido a parar a otro lugar desconocido y misterioso.
Nani,
octubre 2023