Imagen obtenida de la red
Desde
que supo que había unas competiciones deportivas en países lejanos, pensó que
algún día podría participar. Había sido la primera en llegar hasta los pozos de
agua y volver, una vez cargado el botijo. No hubo nadie que hasta el momento le
hubiera ganado. Ahora tenía más conocimiento de dichas competiciones, por eso
se entrenaba a conciencia y cada vez conseguía mejor marca. Cuando cumpliera la
edad sabía que sus padres la dejarían, ellos no eran como el resto de los
habitantes del poblado. A ella no le hicieron daño cuando era pequeña, como al
resto. Las cuchillas las usaba su padre para rasurar la poca barba que tenía y
sus hermanos siempre fueron amables con ella, pero todo cambió el día que se
preparaba para correr mucho más fuerte. Vio como unos hombres sacaban a
escondidas a un pequeño y lo introducían en un coche. Momo era un niño muy
bonito que había nacido unos meses atrás y pudo observar desde donde estaba
escondida, como a los padres los ataban para que no pudieran defenderse. Por este motivo decidió ganar la
medalla de oro en esta ocasión, sabía que había llegado el momento. El coche se
puso en marcha y ella corrió sin perderle de vista. Cuando pararon en el oasis,
ella se ocultó para poder coger a Momo en el menor descuido. Fue su gran
carrera la de vuelta con el pequeño. Cuando se lo entregó a los padres, sabía que la medalla dorada
se la pondría la luna, mientras descansando le daba las gracias. Desde entonces
supo que sus olimpiadas estaban ganadas.
Nani.
Noviembre de 2016