jueves, 6 de enero de 2011

LOS BUZONES... ESPERAN


© Buzones camino de La Hortichuela

Sólo había pedido a los Reyes Magos recibir una carta. Tan sólo quería que le enviara unas letras dentro de un sobre sencillo. No pedía un testamento, ni una epístola, ni tan siquiera un folio por las dos caras y menos aún, un correo electrónico (en el cortijo no había de esas cosas modernas que decía su padre). Se hubiera conformado con unas cuantas palabras metidas en un simple sobre cerrado al que hubiera rematado con un sello y que el cartero dejaría el jueves de la semana que se hubiera remitido, cuando pasara por el cerrillo donde se encontraban todos los buzones del conjunto de cortijos. Ni tenía que bajarlos y buscar a los destinatarios. Ni tendría que preocuparse por que no llegara, porque de más sabía que aunque tardara algo más que en las ciudades, llegaba siempre (en otro tiempo así fue), ni tendría que pensar en el esfuerzo que suponía después de la jornada y antes de ir a ducharse y cambiarse la ropa de faena, que saliera corriendo, subiera el cerrillo, abriera el buzón y encontrara la misiva que tanto ansiaba (en otro tiempo no le importó) y ahora, ya casi había perdido la ilusión. Ahora hacía ya muchas jornadas que no corría, que ni aún lo jueves subía el cerrillo para terminar jadeante delante de los buzones, no, ahora simplemente esperaba a que algún miembro de la familia fuera el que recogiera la correspondencia. Pero y sin saber porque motivo, había cambiado en las fechas navideñas y como colofón, el día de Reyes Magos. Subió después de la jornada de recogida de la aceituna, pero solo encontró el sol poniéndose, las piedras húmedas, el ladrillo roto, el olivo en su sitio, el rosal mustio y la carretera solitaria.

Nani. Enero 2011.

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miércoles, 29 de diciembre de 2010

REVUELO EN LA COCINA





… y empezó a sofreír la cebolla cuando notó que se movía algo al fondo de la cocina.

Se le erizaron los vellos pensando que pudiera haber entrado un mal bicho por alguna rendija de la ventana o la puerta y con mucho desasosiego se acercó al lugar donde le pareció que el movimiento se producía y a pesar del pánico que le embargaba solo pensar en algo desagradable, se armó de valor y allí estaba escoba en ristre moviendo la orza de la pringá, la de las aceitunas partidas y la cántara del aceite. No encontrando nada movió también la canasta con los roscos de vino que había sacado del horno y que esperaban a que unas manos (muy probablemente las suyas), los metieran en bolsas de a diez para así ir sacando en la fiesta de cumpleaños y repartir el resto a los invitados al término de la jornada.

Como no encontró nada y su inquietud se relajó, volvió con apuro a los fogones donde había dejado esa cebolla que empezaba a confitarse y no podía descuidar. Había comenzado por lo que sería el adorno y complemento de la receta “Mil hojas de berenjena con queso de cabra y reducción de vinagre de Módena al chocolate”. Ahora debía continuar cortando las rodajas de berenjena e ir poniendo a la plancha con unas gotas de aceite para hacer sin que resultaran grasientas y mientras tanto, ir preparando las porciones que harían las cubiertas de queso fresco de cabra y gratinar con unos toques de soplete…, pero volvió a escuchar algo que no era normal en aquella su cocina pareciéndole percibir el movimiento de la panera que había quedado encima de la mesa.

De nuevo le corrió un ligero escalofrío por la nuca y casi no se atrevía a mirar abiertamente, cuando notó que algo brillaba tras la jarra del agua. Miró más atentamente y vio dos ojos brillantes como fuego, que la miraban a través del trasparente cristal de la jarra. Se acercó para ya asegurarse del hecho y cuando apartó con gran cuidado la jarra, disparado saltó un animalito negro como el tizón que asustado y enfurecido maullaba enloquecido al verse acorralado.

Intentó serenarle y al ver que no lo conseguía y que se agazapaba es una esquina de la cocina, se le ocurrió coger un plato viejo y llenarlo de leche. Lo posó sobre el suelo cerca del minino y este que parecía hambriento, se lanzó a él lamiendo sin parar, pero mirando de vez en cuando con desconfianza.

Volvió a la plancha donde terminaban las berenjenas de hacerse y estando en su punto, comenzó a colocar en un plato cuadrado, blanco y muy moderno, donde puso por capas las berenjenas con el queso. Gratinó con ayuda de un soplete y como colofón, terminó con la cebolla que confitada ahora esperaba su turno, rociando con la reducción de vinagre de Módena y adornando con unas escamas de sal maldon.

El gatito seguía ahora mirando hacía su persona y reclamaba otra poquita de leche o manjar similar que le mitigara el hambre de su huérfana vida. No sabía el felino que allí no era el sitio donde él debería estar, así que sacó el mismo plato al patio con una olorosa sardina donde empezó a dar cuenta de ella, intuyendo que no podría entrar nunca más al lugar de donde había entrado de polizón.

Nani.


Deseo que paséis una feliz Nochevieja y que 2011 os conceda todo lo que en el fondo de el alma deseáis.


domingo, 19 de diciembre de 2010

CRECE LA VIDA



Fotaleza de la Mota tomada desde el parque de los Álamos ©


¡De acuerdo, pero sin prisas! Los árboles no crecen de la noche a la mañana y yo quiero que tengas tu propio árbol. Vamos a ir al vivero y buscamos la semilla que nos aconsejen adecuada para este clima y con tus propias manos harás un hueco en la tierra y después introduces en él esa semilla. Luego, todos los días tendrás que regar y de vez en cuando, abonar y remover la superficie. Verás como primero sale como una hierbecilla que irá creciendo y poniéndose más gordita y alta, hasta que tenga apariencia de planta. Más tarde, será un tronquito más grueso que crecerá como tú. Seréis como gemelos y es entonces cuando podrás decir que ese árbol forma parte de ti, que es la vida que crece a tu par.


Nani. Diciembre 2010.





Deseo que paseis unos días llenos de felicidad. Que encontreis la paz que a veces se escapa por las rendijas de las puertas que no cierran bien y que recibais y deis todo lo bueno que tiene la vida.

FELIZ NAVIDAD

sábado, 11 de diciembre de 2010

LA MALA CABEZA


Caminaba pensativa con la cabeza en la mano (como siempre desde que cumplió trece años), algo no muy habitual pero las cosas eran así.

Siempre le decían los amigos que andaba de cabeza, pero ella creía más bien que andaba con los pies, otra cosa era que los pensamientos los llevara siempre entre las manos. No era normal pero eso era otra historia que no pensaba contar con pelos y señales, aunque para que se entienda algo, debería explicar que nació como todas las personas con la cabeza sobre los hombros, aunque a los trece años hizo un pacto con una hechicera que vivía en el monte y que a cambio de un favor que por aquellos días era muy relevante para su vida de trece años, debió dejarle la cabeza por una noche sobre la mesita de sus brebajes y el precio que pagaba ahora, era caminar con ella entre las manos y a veces, con dolor de cabeza ocasionado por su mala testa.

Cuando creció, entendió que nunca debió dejar la cabeza a nadie por muy importante que fuera el motivo. La cabeza debe permanecer siempre en el mismo sitio, así nunca hay confusiones de ideas, ni caras raras al mirar un cuerpo sin esa cosa que ahora debe llevar agarrada. Ni olvidos, porque a veces se olvida de ella y andar descabezada como un boquerón, es algo que confunde mucho e incluso, algún que otro respingo ocasiona.

Nani. Diciembre 2010.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

SOPA DE LETRAS

Al abrir la cajita encuentro un surtido de letras sueltas y recuerdo la pasta que mamá ponía en la sopa del cocido. El día que mis hermanos y yo no teníamos hambre, nos entreteníamos mientras ella salía de la cocina, en apostar quién de nosotros sería capaz de colocar alrededor del plato la palabra más larga y si conseguíamos una frase, la algarabía era tal, que hasta mamá entraba agitada y cuando veía el motivo, se unía al juego y aplaudía al ganador, pero lo que no perdonaba era que dejáramos la sopa en el plato. El juego lo seguía, lo celebraba y lo incentivaba, pero también era seguro que en el plato no podía quedar una sola letra. Si la excusa era que estaba fría, nos decía que el santo se nos había ido al cielo, así que no había nada que objetar, la sopa de seguro, antes de irnos a la cama estaría dentro de nuestros estómagos, costase lo que costase.

… pero todos estos recuerdos como decía, los he tenido al abrir la cajita. Hubiera jurado que en ella guardaba dos anillos de bisutería obsequio gentileza de un detergente que en casa se consumía hace ya miles de años. Hubiera jurado que estaban en la cajita y además un colgante que me regaló Jaime (¡Ayyyyy Jaime!, ¿dónde andará?), ¡que críos éramos!

Pero otra vez estoy divagando. Otra vez vuelvo al pasado y no encuentro lo que busco. Hubiera jurado que estaban aquí en lugar de esta colección de letras que no sé como ha venido a parar aquí. Y lo que me faltaba era que se pusieran a bailar. ¡No que parece que tengo un sueño surrealista!

Bailar no bailan, pero mis ojos, mi pensamiento y mis recuerdos si que bailan al son del vals de la cajita. Ha pasado mucho tiempo, pero la cajita de música funciona como el primer día. Sí, me gustaba muchísimo. Sí, se llamaba, ufff a ver si me acuerdo, sí, es “El vals de las mariposas”, ¡que cría era por entonces! … y lo cantabaaaa, a ver si me acuerdo, era, era, ¡ayyyyyyyyyy!, ¡sí, era aquel chico de pelo rizadito ¿asturiano?, ¡me cachísssssss! ¡Ahhhhhhh sí, ya me acuerdo, es Dany Daniel, ¡ayyy cómo me gustaba! ¿por dónde andará?, ¿seguirá cantando?

En fin, me tendré que ir a buscar a otro sitio cargada de melancolía y para colmo, todo por buscar unas simples bisuterías que necesita mi sobrina para disfrazarse en el cole, ¿será posible?

¡Mejor me voy con la música a otra parte!




"VALS DE LAS MARIPOSAS", DANY DANIEL.

¡Cuáaaaaantas veces bailé este vals con mi hija en brazos, enana era por entonces, pero a la puñetera le encantaba dar vueltas y más vueltas en mis brazos!

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿CUAL DE LOS DOS TE GUSTA MÁS?


LAS BAMBAS

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y no ha tenido más remedio que creerme. Anoche cuando nos fuimos a la cama, los dos y a un tiempo entramos en el baño y cuando terminamos, dejamos bajada la tapa y el talco extendido en el suelo. Cuando nos hemos levantado no ha dicho nada, las huellas eran de sus bambas. Ya no ha podido negar su sonambulismo y que era él, el que se orina fuera todas las noches.

MIS MANÍAS ME LO DIRÁN

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y es algo que me está volviendo loco. Cuando me voy a la cama cierro el gas, me limpio los dientes, orino y bajo la tapa mientras cae el agua; pero desde hace dos semanas encuentro la tapa levantada. Esta noche va a cambiar todo. Ya tengo instado el operativo que me dirá quién efectúa el cambio. Cuando esta noche la baje le daré al botón, lo próximo que escuche será un grito producido por una descarga.


Nani. Noviembre 2010.

viernes, 12 de noviembre de 2010

PAVOR NOCTURNO



Desde hace más de un año escucha unos ruidos que parecían insignificantes en apariencia, pero que cada día la mortifican más.

Cuando en el verano estuvieron con ella su hijo, su nuera y los niños, los escuchaba de vez en cuando, pero consiguió olvidarlos con las algarabías, los juegos y discusiones de los gemelos y su hermana, que a pesar de ser 14 meses mayor, se cree dueña y señora de ellos y con el poder de manipular hasta al gato de la vecina de enfrente. Siempre ha sido para su hijo “la princesa de los cabellos de azafrán” y ella una niña de cinco añitos, se lo ha creído y manipula a su padre y a sus hermanitos, que para eso son más pequeños organizando los juegos e idas y venidas de los gemelos. No les deja hacer nada sin su autorización con las consecuentes discusiones e incluso en más de una ocasión, alguna guantada sonora que a pesar de la diminuta mano, al impacto con la carita de alguno de sus hermanos, hace sonar y dejar marca, lloros, pataletas y el reclamo de padres, abuela y todo ser viviente en su entorno.

Esto es lo que había escuchado en los últimos meses y cuando llegaba a conciliar el sueño, después de todos los barullos organizados, los baños después de nadar en la piscina, las meriendas, los paseos en la alameda, las cenas unas veces de camino a casa y otras en la terracita o la cocina; cuando caía en la cama, no le daba tiempo ni de intentar recordar la mitad de las travesuras acontecidas y la innumerables alegrías que le producen los días de vacaciones en compañía de cinco criaturas que quiere hasta hacerla olvidar las goteras que afloran. Pero es distinto, ahora no están con ella y el silencio es mortal, se escucha hasta el aleteo de las pesadas moscas de otoño que se meten al caloncito del hogar, huyendo del fresco ambiente. Esas pesadas moscas que no la dejan gozar de esa buena novela que empezó antes de que ellos vinieran y que desea proseguir cuanto antes para llenar esos vacíos que se hacen cuesta arriba algunos días. Pero lo que más le molesta e incluso llega a asustarla, es cuando metida en la cama escucha ese ir y venir en el techo, que parece rozarle la frente y el cabello.

Sus hijos se empeñaron en este ático. “Mamá – le decían- , hay ascensores, no tienes ningún problema para subir y bajar, es soleado y tiene una preciosa terracita que da al mar donde puedes terminar el día como siempre te ha gustado. Ver ponerse el sol, bueno, acostarse mecido por las olas y acunado por las nanas de las sirenas, era lo que nos contabas de pequeños, por eso mismo hemos pensado que es el lugar idóneo para ti. Soleado y calentito para el invierno y acondicionado para el verano. Sí, quizá algo grande para ti solita pero eres tú la que quieres que pasemos algunos meses de verano contigo y ya somos cinco nosotros y cuatro cuando viene mi hermana con su familia”.

Al final la convencieron y ha estado feliz viviendo aquí, cuando eclipsada mira el mar. Siempre le recuerda y cree escuchar la sirena del barco cuando acercándose al puerto, la hacía sonar una, dos, tres veces y así hasta llegar a seis sonidos seguidos. De esta manera ella sabía que pasaba de largo, iba cerca o lejos o esa noche cenaría en casa y después, le contaría toda la travesía de varias semanas y… ¡qué pícaro llegó a ser! – pensaba-, cuando le anunciaba que debía esperarle vestida con aquel atuendo que tanto les gustaba y que le trajo de las islas; entonces hacía sonar las sirena siete veces y eran los chicos los que la avisaban por si no lo había escuchado bien. De todas maneras cuando tenía duda, optó por esperarle siempre preparada y esa decisión la relajó, tan solo una vez se equivocó y se metió en la cama con pena. Si hubiera sido en estos tiempos se hubieran llamado, pero entonces no había teléfonos móviles.

Por eso mismo no permitió que cambiaran sus muebles de siempre. Era verdad que le resultaba grande la cama, pero al mismo tiempo quería creer que aún le acompañaba e incluso le olía. Percibía su aroma y se sentía segura, sabía que de haber cambiado no hubiera conciliado el sueño, como ahora le pasaba, pero no era otra cosa que aquellos pasos que sonaban encima de su cabeza y que la intranquilizaban. Era aquel ir y venir que no le daban seguridad y si palpitaciones. No se consideraba una mujer asustadiza, pero… Debió enfrentarse sola a casi todo cuando él estaba en alta mar y nunca le amedrantó ninguna dificultad. Supo solucionar cualquier imprevisto, pero esto la estaba desquiciando en demasía. No se sentía vieja ni chocha. Sabía que ya no era treintañera y no estaba tan activa y ágil, pero tener 68 años no significaba ser una vieja inútil. Hace sus compras, va a nadar todos los días y al cine siempre que pasan una película interesante. Hace las tareas del hogar y si alguna vez le ayudan a hacer alguna limpieza general, acepta porque ellos se empeñan, aunque en el fondo lo agradece porque siempre pensó que la limpieza es una de las tareas más ingratas y además, de esa manera le queda más tiempo para pasear, leer y hacer esas cosas imprevistas que nunca creyó haría. No se le pasó por la mente ni una sola vez que expondría de nuevo y viajaría tanto. Se sentía bien a pesar de echarle mucho de menos, pero también estaba haciendo muchas cosas que en su día dejó aparcadas y eso la confortaba.

En esos pensamientos está cuando de nuevo escucha esas idas y venidas del techo y da un respingo que la sienta en la cama. El ruido esta vez ha sido más intenso y las palpitaciones se aceleran.

Mañana avisaré al portero –se dice en voz baja para sentirse acompañada pero sin ser del todo conciente. Le diré que algo sucede ahí arriba todas las noches. Por otra parte, piensa que la puede tomar por una señora maniática y tonta, como comentan de la señora del cuarto derecha. Aunque esa señora está demostrado que ha perdido un poco la cordura y con la vejez se acentuó.

De nuevo se acurruca entre las sábanas y decide que cuando se levante hará lo que mejor aconseje el nuevo día y la lucidez después del descanso, ahora todo se hace más grande con la oscuridad y el cansancio. Pero sigue pensando que no le gustan esos ruidos. Se pregunta como es posible que cuando ellos estuvieron en casa, se olvidara del problema. Ahora no quiere llamarles ni inquietarles, pero se ha sumado a la preocupación una mancha de humedad o algo así parece ser, que le ha salido al techo de la cocina y cada día crece más e incluso, se descascarilla de manera galopante. Decide que no espera más de dos días, si todo sigue igual, avisará a un albañil y todo se solucionará, porque arreglará la humedad que seguro se ha producido con el movimiento de alguna teja y las primeras lluvias, además, ya tendrá que investigar que es lo que producen esos galopes de la noche.

Con esa conformidad el sueño la vence, aunque no es lo suficientemente reparador, porque cuando se levanta se nota algo cansada y recuerda haber soñado que en su tejado vivía un ser maligno de ojos enrojecidos y colmillos sanguinolentos. Se sonríe pensando que nunca le han dado miedo las películas o novelas de ese género, pero algo la estremece al recordar la preocupación que le producen los alborotos nocturnos de los últimos meses.

Escucha sentada en el filo de la cama y ahora con la luz del día todo parece normal. Las palomas saltando de un lado a otro, posándose en las terracitas y más tarde, en el tejado y balcones. Se acerca a la ventana, sube la persiana y observa como unos pichones se arrullan con el despertar de un radiante sol que se apunta ya con un esplendido despertar. Piensa acostarse de nuevo porque se nota cansada y con la ventana entre abierta y la persiana subida descansaría algo más, pero recuerda que debe pasar por la casa de la cultura donde le han propuesto colaborar en un taller de manualidades y deben ultimar los horarios.

Cansada se mete en la ducha y mientras se arregla, enciende la pequeña radio que hay mezclada con los tarros y cremas. Le gusta saber como se quita las legañas el mundo y la música que después sigue en la programación, ya que es casi siempre de su gusto y le hace sentirse más activa y feliz.

Recoge su dormitorio, deja puesta la lavadora y bolso en mano, sale a hacer sus gestiones matinales, intentando olvidar que es lo que la tiene un poco maltrecha.

Al volver a casa, saluda al portero y piensa que es el momento de comentarle su problema. Este sube con ella en el ascensor solícito como siempre. Entran en la cocina y observan la gran humedad y como la pintura se desprende y cuelga por algunos lados. Comenta que va a ir por una escalera para poder asegurarse del tipo de impregnación que produce esa descomunal mancha y mientras, ella aprovecha para preparar una cafetera y tomar unos sorbitos calientes junto al portero, mientras deciden que solución dar al problema.

Cuando este se sube en la escalera y con la mano toca lo que parece el centro de la humedad, un ligero desprendimiento deja un agujero de unos ocho centímetros. Sorprendido y curioso se sube al último peldaño y posa su ojo izquierdo en la abertura producida y al instante se retira con un grito que casi le hace caer de la escalera. La mujer grita al mismo tiempo y sujeta la escalera para que no caiga el portero. Este baja como poseso y dice que alguien hay mirando. Con miedo ella mira hacia arriba y ve que un ojo brilla y les mira. Sin poderlo evitar se agarra con fuerza al hombre, tiembla y se siente a punto del desmayo. El hombre suelta una carcajada y dice que están sacando de quicio las cosas, que no puede haber nadie arriba y que por supuesto va a mirar el tejado. Ella con el pavor que le ha producido los días de insomnio y lo visto en los minutos últimos, le agarra y dice de forma atropellada que no vaya, que hay alguien que les van a hacer daño y que debe ir con alguien más. El hombre la mira con una sonrisa, dice que en el tejado no puede haber nadie y sale del domicilio. Ella tiembla y sale tras el hombre pero se queda en la entrada, no es capaz de ir más lejos y tampoco de entrar de nuevo en su casa.

Pasa un rato que a la mujer le parece interminable, cuando el portero aparece trayendo un gatito en sus brazos y le dice: “Señora, este es uno de los inquilinos del tejado y el que nos miraba desde el agujero. El muy travieso estaba con su patita haciendo el agujero más grande y le he cogido in situ. Hay una camada de prendas iguales y la gata madre me ha retado, pero no ha podido evitar que me quede con este truhán. Usted me dirá que hago con esta fierecita, a por el resto subiré con mi hijo y unas jaulas para llevarlos a un veterinario amigo nuestro. Arreglaremos las tejas y el techo si yo mismo puedo hacerlo, de lo contrario, llamaremos a un albañil, pintaremos y todo solucionado”.

Para cuando el hombre termina de hablar, la mujer y el felino ya son amigos, ella sonríe y piensa que en adelante, no volverá a dejar que su imaginación corra con tanta velocidad.

Nani, Noviembre 2010.