Cuando
cumplí ocho años mi padre me regaló además de una tarta preciosa, un libro con
las páginas en blanco. Hasta ese momento siempre había tenido libros de cuentos
y empezaba a leer las colecciones juveniles, pero nunca vi un libro como aquel.
Le pregunté ya que no sabía que podía hacer con un libro como este. Me contestó
que desde que mamá estuvo enferma y después murió, le preocupaba que no tuviera
a quien contarle mis problemas, ya que él siempre estaba fuera y cuando volvía
tarde, a veces estábamos ya dormidos. Entonces me pidió que cada día rellenara
una hoja y lo dejara sobre su mesita de noche. Lo leería cuando llegara a casa
y me dejaría en la hoja siguiente, lo que opinara de mi anotación. Al principio
me quedé un poco descolocada, pero muy pronto necesité rellenar hojas. Al otro
día y en mi escritorio, me encontraba un cariñoso mensaje de papá e incluso,
algún día había hasta un dibujo. Se convirtió en uno de mis libros más queridos
hasta hoy.
Papá lleva una semana que no viene y
necesito saber qué pasa. He seguido escribiendo y dejando en blanco la
hoja contigua, pero ya van siete días que no rellena nadie mis hojas en blanco.
Ayer le conté que me vino por primera vez la regla y que me duele mucho la
barriga. Hoy he llamado a la tía Lola y me ha venido en media hora. Cuando le
he contado lo que me pasa y lo preocupada que estoy por papá, me ha dicho que
necesita hacer unas gestiones importantes para toda nuestra familia. Me ha
dicho que es normal que algunas veces me duela la barriga y que no deje de
escribir en las páginas en blanco, que será mucho más bonito cuando papá las
rellene de nuevo, porque lo que está haciendo es una mejora en su vida
personal. Me ha dado miedo y eso es lo último que hoy cuento en la última página
en blanco.
Nani.
Abril 2017