Antes de ver lo que
Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases le pregunté. Decían que era mentiroso
y un poco fullero. No me gusta hacer juicios antes de tiempo y si voy a ser su
tutor, debo andarme con cuidado. Tras dudar un momento, me contó que su madre
le ponía un bocadillo de mortadela algunos días, ya que había ocasiones que no
podía salir del trabajo y él debía comer en el parque cuando hacía buen tiempo,
o en la estación de autobuses que estaba reguardada y allí esperaba a que le
recogiera cuando terminaba; pero no quería que los chicos lo supieran.
ALGUNA MENTIRA
Antes de ver lo que
Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases le llamé al despacho y le pedí que se
sentara frente a mí. Tras la mesa parecía más pequeño aún. Le dije que los
niños contaban que llevaba grillos y saltamontes en el estuche. A él le
resbalaron dos lágrimas que parecían una cascada. Me dijo que su madre le hizo
decir esas mentiras, para que el grandullón del colegio no le quitara sus
lápices, su goma y sobre todo, el único recuerdo que les quedaba. El sacapuntas que les trajo
su abuelo de Alemania.
DUDAS DEL MAESTRO
Antes de ver lo que
Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases, lo pensé bien y lo mandé a la sala de
profesores a buscar folios, mientras los compañeros montaban el Belén para
Navidad. Lo abrí con sigilo y se me cayó el alma al suelo, cuando descubrí lo
que había en su interior. Comprendí de inmediato el celo que tenía por cuidar
lo que allí había. Tan solo encontré un trozo diminuto de lápiz, una foto de su
madre fallecida hacía un año y el recorte del periódico donde decía que Juan
M.S., había asesinado a su esposa al
pedir el divorcio por pedófilo.
Nani.
Noviembre 2019