Todos
dijeron que había llegado el circo y que lo habían instalado a las afueras de
la ciudad. Tanto mi pareja como yo, decidimos acercarnos para ver si nos
seducía la idea y ver la actuación. Por las estructura, podíamos saber si se
trataba de un circo con glamour o era uno de esos que ya están en declive,
deteriorados, sucios y oliendo a pis de animal. Después del café de sobremesa, nos
animamos a dar un paseo y pasar para ver que tal era el recinto circense.
Cuando llegamos ya empezaba a ponerse el sol por detrás de la cúpula del circo.
Se veía esplendido y la primera impresión fue excelente. Nos miramos y
decidimos acercarnos. Ya en el lugar todo era movimiento. Los trabajadores
apilaban cajones en los camiones. Otros estiraban cuerdas o toldos y en la
explanada contigua, unos chicos se estrenaban y hacían malabares. Unos señores
bajitos encima de una alfombra, hacían piruetas y se reían con ganas cuando
adrede, le ponían zancadillas a uno de ellos que parecía no tener un buen día y
que ellos con sus bromas, querían hacerle sonreír. Preguntamos a un encargado
si podíamos pasar dentro y nos dio permiso. Allí se colocaban atrezos, pistas y
arriba, los trapecios colgaban con destreza y agilidad. Tenía todo muy buen
aspecto y decidimos ya que estábamos allí, retirar unas entradas para el día
del estreno. Cuando nos disponíamos a salir a la calle, un señor ataviado con
frac y sombrero de copa en la mano, nos saludó con una inclinación y nos invitó
a pasar a su lugar de ensayo, donde nos dijo guardaba conejos, naipes, flores
de papel y todo un arsenal propio de un mago. Me cogió de la mano y con mucha
elegancia me hizo pasar, detrás nos seguía mi chico. Encima de una mesita había
unas varitas mágicas y al frente, una puerta pintada en un decorado. Me pidió que la empujara y entusiasmada
lo hice. De pronto me encontré en un paraíso de color, con árboles frutales de
todo tipo, pájaros de plumaje y cantos variopintos. Mariposas que parecían
bailar al son de un vals y niños jugando al corro cantando canciones muy alegres.
Vestían atuendos típicos de los años 20 del siglo pasado y cuando quise darme
cuenta, empecé a sentirme mareada. Todo resultaba muy bonito pero a la vez extraño.
Me volví para ver quién me acompañaba y me encontré sola. A mi espalda todo era
tétrico y oscuro. Quise volverme pero no encontré la puerta por donde había
pasado, ni al señor del frac y tampoco mi chico. Intenté gritar y algo me lo
impedía, la voz no me respondía y cuando me estaba entrando un pánico
aterrador, una señora ancianita salió de detrás de un ciruelo. Me dijo que no
temiera nada que había sido escogida para una experiencia especial y que me iba
a alegrar cuando todo terminara. Me cogió del brazo y me invitó a entrar a una
cueva por la que pasamos agachándonos. Estaba iluminada con unas cuantas velas
que parecían desprender un agradable perfumen. Nos acercamos a una mesa donde
había una enorme tarta de chocolate y nos sentamos a degustarla. Después me
dijo que no tuviera prisa que mi chico estaba entretenido haciendo juegos de
manos y que ninguno íbamos a sufrir daño. La voz de la anciana era tan
agradable que me dejé seducir y más tarde estábamos probándonos unos atuendos
muy de épocas pasadas, terminando pareciendo una princesa vikinga, con la cara pintada y espada de
hierro que pesaba tanto que con una sola mano no podía cogerla. La anciana la
tocó y al instante pareció que tuviera una pluma en la mano. Me colocó un
anillo en mi dedo corazón y me dijo que con esta piedra que desprendía
destellos azulados, estaría protegida de todo mal. Me volvió a coger del brazo con el mismo
respeto que lo hiciera cuando la descubrí y volvimos a desandar el camino anterior,
atravesando de nuevo la puerta pintada en la pared y volviendo de nuevo a la
pista central del circo. Allí estaba mi chico muerto de risa con el mago, el
sombrero de copa colocado y cuando me descubrió abrió desmesuradamente los ojos
y me preguntó si iba a enfrentarme a Viki el vikingo. Le dije que una
encantadora ancianita me había convertido en una doncella del escudo y que de
ahora en adelante, sobre todo con el poder del anillo que me había entregado, todo
me sería más fácil, ya que cuando tuviera dificultades, mirara la piedra y
recordara que con fuerzas y ganas, todo se puede solucionar.
Nos
despedimos del simpático mago y por el camino le conté a Dani todo lo que me
había pasado. Me contestó que tanto tiempo no había estado ausente y que todo
parecía de cuento, si no fuera por el anillo y el atuendo que llevaba puesto.
Cuando llegamos a casa me cambié de ropa, me lavé la cara y cenamos con la
sensación de haber vivido un sueño.
Nani, Enero 2020