El bosque estaba ahí,
esperando y asustado.
Aquel individuo arrojó la colilla del cigarrillo que fumaba y siguió su camino
comiendo un bocadillo de mortadela. Atrás dejó la hierba seca y encendida, que
prendió unas ramas y hojas caídas. Poco a poco se formó un enorme humo, pero
entre él, había llamas que se tragaban todo lo que a su paso y con ayuda del
viento, invadían. Los pinsapos y abetos tenían las entrañas rotas, porque
sabían que ya les quedaban muy pocas respiraciones. Lloraban por las ardillas,
las hormigas y las abejas, entre todos los animales que no les daría tiempo a
salir.
TRISTE
El bosque estaba ahí,
esperando a que los
humanos entendiéramos su idioma y el hábitat, pero da la impresión que somos
ciegos, sordos y mudos cuando se trata de
cuidar, aportar y arrimar el hombro, sobre todo si nos toca el ego. No
importa que los animales polinicen, restauren el ambiente y hagan que siga el
curso de la vida, mueran, desaparezcan o cambien de sitio y con ellos, el
ecosistema que antes o después, termina con todo la belleza, la vegetación, la
lluvia y como no, con la humanidad. Nosotros los humanos, nos estamos echando
tierra encima.
PREMONICIÓN
El bosque estaba ahí,
esperando a que
amaneciera y entraran los primeros rayos del rey, para calentarles, escuchar
los trinos de las bellas aves y notar las caricias que las ardillas les
proporcionaban en las ramas de todos los que allí habitaban. Se sentían tan
necesarios e importantes, que cada vez que exhalaban, llenaban de aire puro la
naturaleza, limpiaban lo que había quedado contaminado y regeneraban el ecosistema,
aunque les revelaron que tienen los días contados.
Nani. Octubre 2021