Imagen
extraída de la red
Relato publicado con anterioridad en enero de 2016 y por petición del amigo Carlos Perrotti, blog "blogwin' en el viento", reeditado en el día de hoy. Muchas gracias Carlos https://www.instagram.com/carlosaperrotti/?hl=es, por tu interés.
Se
encuentra confuso. Debe darse prisa ya que a las doce treinta le esperan en la
sala de juntas. Faltan un par de horas y debe asearse y prepararse para asistir
impecable como corresponde al cargo que ocupa. Le apetece seguir durmiendo,
pero sabe que eso es imposible, así que una vez aseado recoge la ropa del
armario y cuando ya la tiene colocada, se mira en el espejo que ocupa uno de
los tabiques de su habitación. Por un momento siente un ligero mareo y apoya la
mano derecha sobre el cristal que lo refleja. Creé desvanecerse y percibe al
mismo tiempo que su cuerpo penetra el espejo encontrándose en un lugar
desconocido, un poco lúgubre y con olor extraño, un poco húmedo y algo dulzón.
Cuando reacciona ya está enredado en una tela de araña muy tupida y bien
tejida. Intenta desprenderse y no lo consigue. Nota un sudor frío que le
recorre la espalda y mirando hacia arriba, observa como unas patas peludas, negras
y gigantes se van acercando a su cara. Se siente tan atrapado en este momento
como sabe hace ya tiempo, están los clientes de su banco. Ahora entiende la
frase que dijo en una entrevista el chico que perdió su piso: “Me ha absorbido
la vida y ya no me pertenece, tanto mi familia como yo estamos hipotecados y
hasta nuestro último suspiro le pertenecen a él”.
Nani, febrero 2024.