miércoles, 24 de julio de 2024

CEGUERA

 




Sonaba el saxo como un lamento. Casi lloraba mientras ella se contorsionaba al ritmo de ese llanto que prácticamente rabiaba al escucharlo y que su cuerpo interpretaba, con todo el dolor de aquellos recuerdos, de aquellos llantos de niños que eran bombardeados, arrebatados de sus familias o las estirpes arrancadas de sus vástagos ensangrentados y mutilados, sin que se inmutara el mundo, mientras este celebraba acontecimientos de masas, corriendo un tupido velo sobre lo punzante que no interesa visibilizar. Las divisas son más fuertes y más rentable apelotonar al rebaño, para seguir el negocio de la destrucción y selección humanoide.  


Nani, julio 2024

sábado, 20 de julio de 2024

EL LEGADO DE LAS ABUELAS

 



Cuando  se hacían mayores todas se adentraban en el  bosque. La leyenda decía que pasaban a otra dimensión.  Lo cierto es que sabían que sin vista y ya sin fuerzas no eran útiles al poblado y una boca que alimentar no compensaba, por eso asumían la tradición, así había sido y así se aceptó; nunca tuvieron ni siquiera la posibilidad de pensar si les gustaba o no y unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, que con delicadeza retiró para que no la vieran las personas que en la habitación estaban. Su nieta se acercó y le limpio con su pañuelo, pidiéndole que llorara lo que hiciera falta, que aquello que les estaba narrando escocía demasiado para dejarlo dentro. Ella le sonrío y prosiguió su relato.

Cuando las madres las preparaban para pasar al siguiente tramo de sus vidas, sobre todo cuando manchaban de sangre la ropa del camastro, sabían que eran demasiado jóvenes, pero no para la tradición. Les hablaban del momento que había llegado. De que ya era la hora de formar una familia. De cómo la montaría el que los ancianos le destinaran para ser el padre de sus criaturas. Del día del parto y el de la retirada definitiva. Todo esto se hacía ese día que dejaban de ser niñas para pasar a ser mujeres sin vuelta atrás. La mayoría de las madres o abuelas, realizaban este ritual con delicadeza y lágrimas en los ojos que tragaban para no asustar a esa criatura, que de un día a otro había dejado de ser niña. Recordaban ese día que les tocó pasar por lo mismo y aunque hacía ya algunas lunas, no eran las suficientes para haber superado el miedo, el dolor y sobre todo, la soledad que día a día, era la herencia que les correspondía en ese mismo instante. El momento más duro era el de parir como siempre se le llamó (ahora se le nombra de otra manera más refinada)  ─dijo─, pero no le dirían nada a esa hija o nieta, no era cuestión de amedrentar a la criatura; todas sabían que cuando llegaba el momento por mucho dolor o soledad que se acumulara, se debían comportar como una loba y lamer a la criatura, arroparla con la jarapa que en la dote le correspondía, dar de mamar los primeros calostros, salir de allí cuando ya tuviera fuerzas y a luchar como todas lo habían hecho. Se retiraban al bosque solas con los primeros dolores como mandaron las leyes. Apoyadas en un fuerte árbol y agazapadas, desprovistas de todo lo que las oprimiera, aunque hiciera un frío de mil demonios, allí empujaban, chillaban, se retorcían y más tarde, atendían en soledad a sus crías como siempre se hizo. Si al cabo de dos días no volvían, eran la madre del esposo y la propia madre, las que buscaban imaginando que ya alguno de los miembros no vivía. Si era la madre la que había pasado a la otra dimensión, allí quedaba acompañando a las abuelas y las otras madres que no habían sido fuertes para afrontar las tradiciones; recogían al bebé si se le veía con fuerzas para afrontar la vida solo y criado con la leche de alguna tía o ama que se ofreciera; pero si la criatura era la que no respiraba, la propia madre hacía el ritual y allí quedaba para acompañar a sus ancestros. Después y con ayuda o sin ella, salía a seguir el combate que los antepasados habían impuesto.

Los hombres nunca entraban en el bosque, estaba vetado a ellos pero lo que nunca se dijo es que les producía tanto pavor solo pensarlo, que les hacía sudar casi el suero de la vida, pero de eso no se hablaba. Ellos estaban venerados y atendidos hasta el final. Pasaban al otro lado, cubiertos de mimos y de ritos en sus tiendas, rodeados por todas las mujeres e hijas de la familia, mientras que los varones jóvenes cazaban y luchaban por los territorios conquistados, por los cereales y frutos y por el orgullo donde escondían sus miedos, sus tradiciones y, sobre todo, por tapar las bocas de quien osara decir que aquellas tradiciones debían cambiar. A los dioses no se les podía ofender, siempre había sido así.

Solo las abuelas y madres sabían lo que les esperaba a sus hijas, por eso cuando se quedaban embarazadas llevaban alimentos a la colina de la fertilidad. En realidad, todas pedían que fuera un hijo, en lugar de una hija la que naciera. En el fondo de sus almas pedían que no les tocara pasar por lo que ellas habían vivido. Después, si era mujer aceptaban de nuevo, bajaban la mirada y lloraban como locas cuando se adentraban en el bosque, fuera para lo que fuera; era la única manera que tenían de sacar algún dolor que sabían impuesto e injusto.

Eso es todo o casi todo lo que os puedo contar, ─relató la abuelita con voz apagada. Quisiera ser la última mujer de nuestras tribus que pasa por todas esas cosas. Había costumbres muy bonitas también, pero cuando una mujer sangraba, ya dejaba los juegos y tenía que tejer, labrar la tierra, ir por el agua, criar a los hijos y, sobre todo, estar siempre sola y más, en la hora de ir con los espíritus.

Hoy sé que estaré con vosotros ─siguió relatando─. Tendré una mano y cruzaré el umbral con menos miedo y con serenidad. Espero que todo quede en historias para contar. Para que se sepa que no todo fue bonito y para que se recuerde que las cosas se pueden hacer de otra manera. Qué no por eso se es más fuerte, más hombre o mujer y que las religiones o las tradiciones pueden cambiarse y no por ello, los espíritus o los dioses se indignan, ni nos castigan. Cuando se hacen las cosas por miedo, se llega a los extremos y siempre habrá un verdugo y, por lo tanto, un miserable esclavo, porque el esclavo por desgracia siempre se siente miserable por mucho que duela decirlo, lo lleva gravado a fuego en la piel porque así se lo hicieron sentir.

 

 

Nani, julio 2024


lunes, 15 de julio de 2024

PERDÍ HASTA LA PAZ

 


Las Cinco Palabras del mes de Julio de MARTA GARCÍA son ...

Maratón, hijos, tiempo, sofá y suelo.


Ilusión por esa maratón o por otra competición, cero.

No, no quiero luchar más, sino ganarme el cariño de mis hijos.

Tanto tiempo lidiando por ser el mejor y ¿para qué?

Lo único que hice fue poner zancadillas a quienes se cruzaban en mi camino.

No tengo amigos y tampoco el respeto de aquellos que me dieron todo.

Solo pido al universo, que me deje un sofá para ver una película de dibujos comiendo palomitas con los míos, el gato a nuestro lado o por el suelo y la paz en mí, como cuando era joven e inocente.

 

Nani, julio 2024

sábado, 13 de julio de 2024

NIÑOS

 


https://www.elliotterwitt.com/ 

Exposición de Elliot Erwitt en la Fundación Canal, en Madrid

Quisiera y desearía pensar que la foto de este niño, es una reivindicación para hacernos caer en la cuenta de lo terrible que es, ver a un niño con un artilugio semejante, por llamarlo de alguna manera. Ni siquiera justifico un motivo cultural el hecho de darle una pistola a un niño, obligarlo a que sonría mientras que él mismo se coloca el cañón o como quiera que se llame, en su propia sien, incluso haciéndole creer que es un juego. Probablemente le ofrecieron unos peniques, céntimos o a saber cómo recompensa, para que se comprara una chuchería con lo obtenido o llevara a casa una bolsa con alguna verdura, una lata de judías guisadas o unos simples bollos de pan.

Es muy buena la foto si nos sirve para reflexionar, pero no le encuentro otra intención y me pone los vellos como escarpias, pensar que se utilice a los críos y más, con unas intenciones imperdonables, para los que manejan las divisas y puedan obtener siempre más.

No podré nunca justificar las armas, las guerras y sobre todo, que se utilice a los niños. No podré nunca justificar nada relacionado con las masacres y lo que supone.

 

Nani, julio 2024

martes, 9 de julio de 2024

EN LA NOCHE

 



 

Cuadro de Riona Buthello de su serie «Cae la noche»

Había escuchado un fuerte golpe y aunque estaba en ese duermevela que produce un despertar extraño, casi estaba seguro de que algo anormal había pasado. Intentó encender la lamparita que tenía sobre la mesita auxiliar, donde también estaba el despertador digital y la botella de agua que todos los días colocaba al irse a la cama.

La lamparita no pudo encenderla y tampoco parpadeaba la hora en el despertador como todas las noches. Imaginó que habría un corte de corriente eléctrica y no le dio mayor importancia. Se levantó y tanteando para no tropezar con ningún mueble que le podía hacer la pascua en los dedos desnudos, intentó encontrar el teléfono móvil para encender la linterna. Todas las noches lo colocaba sobre la cómoda donde guardaba la ropa interior, con la voz quitada en las notificaciones, pero no anuladas las llamadas, puesto que en cualquier momento podía recibir una de sus padres ya ancianos, o de cualquier familiar de los que vivían en distintas ciudades.

Comenzó a palpar la superficie donde recordaba haber dejado el teléfono, pero no conseguía localizarlo. Lo que sí notó, fue una especie de piel de animal, podía ser gato u otro, pero le inquietó porque no tenía en casa animal alguno. Al percibir aquel contacto, retiró la mano, dio un paso atrás movido por un impulso repentino e impactó contra algo colocado allí a propósito y que no esperaba, puesto que nunca había estado en ese lugar haciéndole titubear y caer al suelo. Sabía que debía incorporarse, pero algo le paralizaba. No esperaba nada parecido y no conseguía coordinar sus pensamientos. Como suponía que el impacto no le había retirado demasiado de la cómoda, intentó agarrarse a ella para poder incorporarse de nuevo e intentar coger su dispositivo. Su deseo era poder encender la linterna y poder ver que estaba ocurriendo, pero ni consiguió agarrarse a alguno de los cajones, ni encontró nada conocido, sino que todo lo que tocaba era demasiado extraño, viscoso, frío y le estaba produciendo tanto pánico que no conseguía coordinar. Nunca había sido un ser asustadizo, pero aquello lo estaba sacando de quicio. Tenia mucho frío, notaba que su barbilla temblaba y su corazón palpitaba a tanta velocidad, que creía que no lo iba a poder resistir.

Empezó a dolerle mucho el brazo izquierdo y apenas podía respirar o eso recordaba, cuando consiguió abrir los ojos, observando que se encontraba en la cama de un hospital y una enfermera intentaba hacerse entender:

“Señor Martínez, no se preocupe todo ha pasado. Se desvaneció en el trabajo y lleva aquí unos días. Todo está volviendo a la normalidad. Sus familiares han salido un momento a tomar un café, volverán en unos minutos, ya les hemos avisado y dicho que ha despertado y que le estamos tranquilizando. No se apure ni tema por nada. Ha delirado mucho y nos decía que había alguien en su vivienda, pero sus hermanos no han encontrado nada extraño, todo ha sido producto de su delirio y su malestar. Pronto volverá con ellos. Lo único que tendrá que hacer a partir de ahora, es cuidarse. Nos han dicho que es usted muy metódico en el trabajo y eso por ahora, habrá que olvidarlo. Ahora le recomendamos pasar más tiempo en la costa con sus padres y vivir sin preocupaciones.

No recuerda apenas nada, solo la pesadilla que siempre se repite. Aquel despacho, la cara del profesor, el intento persistente de tocarlo, perseguirlo, amenazarlo, querer salir y no poder. Era el animal que siempre estaba acechándolo en sus sueños, en la noche y en la vida que nunca había conseguido normalizar.


Nani, julio 2024

 

domingo, 7 de julio de 2024

IMPOTENCIA

 


Imagen subida de la red


Cocinaba excelentemente, pero últimamente decía que estaba cansada de hacer los mismos platos y que le apenaba no conocer las distintas gastronomías de otros lugares.

Ella que escuchaba aquellas quejas, decidió romper su hucha y fue a la librería de Merce. La niña quería llevarle a su madre el mejor libro de cocina que la librera tuviera en sus estanterías. Había obtenido 17,75 euros, era el total de sus ahorros. La librera le ofreció uno que supera dicho importe. La niña se merecía eso y más.

Cuando mamá retiró el lazo, abrazó a su pequeña llorando hasta el infinito y mucho más. Su llanto no fue solo de emoción. Los contenidos de los libros le parecieron siempre, hormigas disfrazadas.


Nani, julio 2024


jueves, 4 de julio de 2024

¿CUÁL VERDAD?

 


Y mucha, muchísima mala hostia la que mostró y quise ignorar.

Caminaba despacio intentando dejar mi ira por el camino, no había sido el que causó el incidente y se me culpaba.

Solo crucé la calzada y por el paso de peatones, pero el coche se me vino encima y si no soy empujado por una mano buena, hoy ni estaría teniendo estos pensamientos. Está claro que el punto de vista siempre es distinto, pero infinidad de veces no es el verdadero, sino el que a unos les interesa. Los escrúpulos no todos son iguales, ni se nos juzga con el mismo rasero.

 

Nani, julio 2024