Imagen cogida de la página "Roca Editorial"
─ Para que no lleguemos a regar las
lechugas con lágrimas y penas, deberíamos empezar por cuidar nuestra principal
casa, ─ dijo la abuela a su nieta.
La niña comentó a la abuelita que en
casa no tenían lechugas plantadas, solo algunos cactus y unas macetas que mamá
las llama pensamientos, porque dice que cuando las riega por la mañana, le
recuerdan que debe cuidar la vida, empezando por lo sembrado al comenzar las
tareas.
─ Ya me dijo mami que lo sembrado es
lo que hacemos todos los días, pero no lo entiendo abuela.
Entonces la abuela le dijo que nuestra
principal casa y la que verdaderamente debemos cuidar, es la tierra que habitamos
todos, empezando por cada uno de nosotros. No podemos exigir a nadie, ni pedir
responsabilidades, si cada uno de nosotros no cumplimos con ese mismo deber.
─ Por ejemplo, ─ dijo la abuela. Si te
comes una piruleta y estás en la calle, el envoltorio debes tirarlo a la
papelera igual que cuando estás en casa, lo tiras al cubo de la basura. Y así
con todo lo que hacemos diariamente, porque si no cuidamos lo que tenemos, se
ensucia el aire, el agua de los ríos y la del mar y acabamos destrozando
nuestra principal casa.
─ ¿Lo entiendes ahora?
─ Sí abuela. Por eso mismo cuando
vamos al parque le digo a las rosas que son muy guapas y ellas sonríen.
─ ¿Y cómo sabes que sonríen?
─ Porque su color brilla más y porque
siento cosquillitas en la barriga, abuela.
─ ¡Ahhh, estupendo, eso está muy bien!
Nani. Julio 2020