Era
nuestro sueño, nuestra vida al salir de casa por vez primera y subir a aquel
destartalado autobús con grietas en el techo, que cuando llovía había que abrir
el paraguas para no llegar empapados al instituto.
Entrábamos
a unas clases heladas, pero con el calor humano que suplía todo. Nos enseñaron
sobre todo a conocer lo necesario, para luego seguir una carrera si tenías beca
o bien, aprender un oficio, buscar esa quimera. Entendimos que afuera estaba la
vida.
Habiendo
cumplido con mi deber siempre, hoy me jubilo y me siento estafado, me cuentan
que mi vejez es incierta.
Nani.
Abril 2018