Imagen sacada de la red
Desde
que leí el Principito de Saint-Exupéry deseé tener un planeta como él o al
menos, poder visitarle y al mismo tiempo poder ir a otros planetas, conocer lo
que en ellos crecía, quienes vivían o saber cómo eran, a qué distancia estaban o
si necesitaría algún traje especial. Todos los años en mi carta a los Reyes,
les pedía ese viaje y me contestaban que aún no estaba preparado para ello.
Cuando cumplí los 10 años, pregunté a
mis padres cual sería el motivo por el que no me concedían ese deseo los magos
de oriente. Mis padres se miraron intensamente y entonces habló papá diciendo,
que ese deseo no era posible por muy magos que fueran, ya que tan solo se había
subido a la luna o espacios abiertos del cosmos, pero siempre iban personas muy
preparadas, mayores y con la suficiente sabiduría que un niño como yo, no podía
tenerla. No me quedé muy convencido y como soy de piñón fijo, fui a la
biblioteca, leí todo lo que pude de ciencia, del cosmos y todo lo que me
pudiera aportar conocimientos para hacer ese viaje por mi cuenta. En el
sótano de casa empecé a hacer experimentos e incluso a diario, sobre todo cuando
mis padres ya estaban dormidos, bajaba y seguía porque mi empeño era casi una
obsesión.
Diseñé
un traje especial, lo confeccioné con mis propias manos y con la emisora de
radio que pude conseguir el último cumpleaños, me comuniqué con unos seres que
decían ser del planeta “Gululú”. Nos costó al principio entendernos, pero
pronto lo conseguimos y cuando les hablé de mi deseo por partir a otros planetas,
me dijeron que si de verdad lo deseaba, iría con ellos en la próxima visita a
la Tierra.
Transcurrido
un tiempo y estando hablando con ellos (nos comunicábamos todos los días),
llegó el momento tan esperado, ─me dijeron. Pasada la media noche me pidieron
que saliera al jardín con todo lo que
había preparado. En el jardín público de la calle paralela a la mía me esperaba
KMS, que era el nombre del ser al que debía
unirme. Era muy parecido a nosotros, solo que más
ancho y con la cabeza un poco más alargada. Nos saludamos y me dijo que le
siguiera. Más adelante y flotando en el río, había como una especie de lancha
pequeña. Nos subimos a ella y algo se deslizó cubriéndonos por encima. Se
encendieron motores y salimos raudos hacía otra nave que nos esperaba ya en el
espacio. Entramos a dicha nave, que por cierto era enorme. Allí había muchos
seres iguales al que me acompañó desde el principio. Me comunicaron que iríamos
primero al planeta que tanto me había ilusionado y que conocería a alguien que
estaba deseando saludarme. Pasadas varias horas bajamos y allí estaba yo,
mirando a un chico rubio que regaba una rosa. Nos saludamos y me dijo que cuidara
las flores porque no son para cortarlas, sino
para dejarlas vivir y disfrutar su aroma. Después nos dimos la vuelta y
me dio algo que estaba metido en una bolsita de tela. Toma –dijo. Guárdala en
tu mochila y no la abras nunca. Ella te llevará donde desees, sea Marte, Júpiter
o la galaxia que te apetezca. Podrás respirar sin necesidad de oxígeno, no te
quemarás si te acercas a una estrella y podrás estar el tiempo que necesites
sin necesidad de comer o beber, sino solo disfrutar. Me enseñó su bonito y
diminuto planeta, nos sentamos al sol un buen rato mientras me enseñaba maneras
de vivir feliz. Más tarde nos despedimos deseándome que volviera cuando
quisiera y con un solo impulso, me encontré entre satélites y planetas nuevos.
Llegué al planeta rojo y pude ver que solo había tierra y cráteres, por lo que
no me quedé mucho tiempo. Más adelante encontré una estrella enorme de la que
pendían otras más pequeñas y según me dijo una voz que me acompañaba haciendo de guía; eran mis antepasados que suelen recibir y guiarnos en la vida. Después
fui a Júpiter, pero las bandas que le rodean estaban sufriendo unas tormentas
muy intensas y decidí volver en otro momento. Como no parecía haber mucho
movimiento por estos lares, me dirigí al planeta azul, pero hacía demasiado
frío, así que preferí volver cuando mis estudios fueran más completos.
Me
desplacé hacía Urano, me llamaban mucho la atención sus 27 satélites o lunas. Allí
si encontré vida, aunque no fue en ninguna de las 27 conocidas, sino en “Gululú”,
que es un pequeño satélite no visible para nosotros, de donde vinieron los
amigos que me habían rescatado de casa. Me esperaba KMS junto a su familia y
amigos. Me recibieron con mucha alegría y me ofrecieron un sabroso vaso de un
líquido azulado que decían era una necesidad para mi organismo mientras
estuviera viviendo con ellos. Me preguntó por mi viaje en solitario y después
de hacerle un breve resumen, estuvimos compartiendo vivencias de ellos y otras
tantas mías. Más tarde, me invitaron a una conferencia sobre nuestro planeta y
algún otro que no conocía. Fue muy interesante todo lo que se habló y me
pareció que tenían mucha razón en lo que exponían, aunque algunas cosas no me
gustaran (dolía aceptar barbaridades que están pasando en la Tierra), pero aceptarlo
era lo lógico. Los seres humanos dijeron, son muy egocéntricos y eso deberán
aprender a limarlo, como ya lo hicieron nuestros antepasados. Me sorprendió
saber que ellos también habían pasado por lo mismo y me tranquilizó saberlo; al
menos me ofreció un poquito de esperanza. Estuve con ellos unos días y pasados
estos, decidí volver a casa pensando en lo preocupados que estarían papá, mamá
y mis hermanos, no me dio tiempo a dejarles ni una sola nota.
Mis
amigos me aconsejaron al ir de vuelta, pasar de nuevo a saludar a mi querido
Principito. Este me acogió con mucho cariño y pasé dos días con él, disfrutado
de su filosofía y de sus cariñosos consejos.
Cuando
llegué a casa todo era un caos. La policía estaba movilizada. Mamá y papá
tenían unas ojeras de cansancio que le llegaban a los talones, produciéndome todo
ello bastante remordimiento. Cuando les expliqué donde había estado y que había
hecho, no podían dar crédito; por lo tanto me dijeron que el resto de mes lo
pasaría castigado en mi habitación. Quise mostrarles la bolsita que me entregó
mi amigo El Principito, como muestra de mi aventura, pero cada vez que
intentaba enseñarla, mi mano aparecía vacía. No me quedó otra que aceptar mi
arresto, pero no me importó porque estudiaría mucho y procuraría dar solución a
errores cometidos y así, preparar mi próxima aventura.
#52RetosLiterup
Nani.
Febrero 2020