Foto de Nani Canovaca
Nací
en esta sierra cortijera y olivarera dónde supe del trabajo duro que se lleva a cabo de sol a sol y dónde observé, como las pieles de los hombres se iban curtiendo
con el paso de los días, hasta que terminaban con surcos en sus rostros y
manos, como son los caminos que nos conducen a la cima. Allí está el santuario al que íbamos cuando recogíamos la
cosecha a dar gracias, o cuando se celebraba la romería. Esos días, todos los
familiares compartíamos los chorizos en pringue de la matanza, el lomo adobado
o el salchichón de tripa cular, que era el que se reservaba año tras año para ese
acontecimiento.
Recuerdo
al abuelo los días de lluvia, alumbrado por el candil que colgaba cerca de él,
enredando y trenzando los espartos con los que confeccionaba las espuertas, los
serones de los mulos o los cestos donde recogían las mujeres la fruta,
transportaban las aceitunas y llenaban los sacos durante la cosecha. Rememoro con frecuencia, los días de recogida del trigo y como me enseñó a hacer las alpacas
con la paja en la era, para almacenarlas en el altillo del pajar. Los paseos
que me daba encima del arado, cuando madre no nos veía porque le aterraban
todos aquellos hierros que a ella la paralizaban, ya que estuvo presente cuando
su hermano una vez se enredó en ellos al cogerle el pantalón y le amputó parte
de los dedos de un pie. El particular olor del mosto, cuando después de la
vendimia ayudaba a los hombres a pisar la uva en el lagar, ¡la sensación era
tan especial!
Más
tarde me mandaron al instituto del pueblo y me gustó tanto la historia, que la quise
estudiar. He conseguido una posición desahogada, pero no olvido mi origen y las
ganas que tenia de volver, cada día se acentuaba un poco más. En vacaciones siempre
vine y pude disfrutar de todos mis mayores, pero ahora esta tierra y esta casa
están casi derruidas y olvidadas. Vengo cuando puedo, pero no todas las veces
que me gustaría, son muchos los
kilómetros que ahora me separan, aunque ya está decidido. Esta casa la levanto de
nuevo con mis manos y la ayuda de mis dos hijos; lo hemos acordado en casa y
por lo menos en vacaciones volveremos a respirar este aire serrano, esta vida
limpia y a gozar estas piedras llenas de sudor y sangre, de esfuerzo y vida, que por
descuido vamos aparcando y se nos va apagando poco a poco.
#historiasrurales.
Nani.
Octubre 2020