Escribo, porque tengo miedo a perder la memoria.
Escribo, porque necesitan hacer deporte mis neuronas.
Escribo, porque los pensamientos se me aturrullan.
Escribo, porque mis amigos y mis enemigos (estos que andan a sus anchas por mi desorden personal), quieren luz propia.
Escribo, porque necesito respirar.
Escribo, porque mi alma se reboza.
Escribo, porque lo que no digo, se me escapa, se me olvida o se va de compras.
Escribo, porque mi vida es corta, y mi poesía (o lo que sea), a veces es larga.
Escribo, porque las palabras me cantan.
Escribo, porque las letras se me enredan cual maraña, y necesitan un soplido de esperanza.
Escribo, para que las mentirijillas parezcan verdades, y las verdades... bueno esas, esas hagan menos llagas.
Escribo para retratar las palabras que salen del alma, se conviertan en apósitos y empapen, curen y calmen lo que se queda quieto y no avanza.