Creen que es alegría, pero es amor y sucedió el día que allí entré. Todo estaba sucio, las ratas campaban a sus anchas y el olor era insoportable. Entonces saqué la mantita que llevaba en el bolso y cuando le envolví, del entretejido empezó a derramarse esa dulzura y ese amor que no había experimentado hasta entonces. Eso era lo que ellos veían, no era otra cosa.
No reconocí al hombre que tenía frente al espejo, pero tampoco a la que decía ser mi esposa, ni al joven que la acompañaba. Solo recuerdo un golpe y un fuerte dolor de cabeza.
Mi destino no podía ser tan cruel, ni merecía haber perdido tanto tiempo. Por ese motivo cuando volví a mirarme, estrellé el florero sobre el cristal azogado.
Buscó en los concursos literarios para enviar su novela. Estaba cansado de mandarla a las editoriales. Estaba cansado de releerla, corregirla y ver siempre como mejorarla. Estaba cansado de evasivas, llamadas que no llegaban, promesas y palmaditas en la espalda.
Sabía que aquella novela era su obra cumbre. Se la debía a sus lectores y presentía que saldría a la luz, cuando él ya no estuviera. Se la debía a ellos y como último recurso la envió. Al mes siguiente recibió un e-mail donde le comunicaban que sería publicada pero que todos los derechos pertenecían a la editorial. Le recordaban que renunció a ellas cuando aceptó las bases del concurso.
Mientras miraba la pantalla del portátil, su cara se humedecía. La impotencia y la rabia se clavaron en su alma al recordar que no había leído las bases. Aunque algo merecía la pena. Los lectores tenían todo su respeto y él la escribió para ellos.
Hacia demasiado calor para conciliar el sueño y decidió que era hora de cambiar de lugar y de pensamientos. El calor y los problemas rutinarios, en la vigilia se hacen bocas de lobo hambrientas dispuestas a tragarse hasta el último aliento. La terraza y el cielo estrellado se ofrecían tentadores, con la lluvia de estrellas incluido, así que sin pensarlo un minuto más se encontraba mirado el firmamento que ofrecía el atractivo parpadeo, incluidos los deseos pedidos con los ojos entornados, cada vez que se deslizaba una estrella, intentando abrazar la tierra en su fugaz huída del cosmos.
Absorto como estaba, se estremeció al escuchar un ruido que provenía del rosal amarillo. Los vellos se le erizaron y casi no respiraba esperando se repitiera el ruido. Se sabía a solas con sus pensamientos, sus deseos al amparo de un cielo cubierto de estrellas, luceros y lo que menos podía sospechar era escuchar algo que le resultaba desconocido, en la oscuridad nocturna. El miedo empezó a invadir su quietud y la respiración se hizo difícil y entrecortada. Un nudo atenazó su garganta quedando interrumpido por la lengua seca. Hubiera deseado tener a mano una jarra de agua helada, aunque el pánico le hubiera impedido mover un solo dedo para recoger el preciado líquido y acercarlo a la boca.Así callado como estaba e intentando escuchar, el sudor corría por su rostro y los ojos casi desorbitados se transformaron en carcajada, cuando un nuevo chasquido se escuchó y al mismo tiempo su cuerpo fue a parar directamente al suelo. La hamaca donde estaba sentado se había partido y sus pobres huesos fueron a parar directos a las losetas de la terraza. Mientras se reía a carcajada limpia, pensaba que era lo más lógico que le pueda pasar a una hamaca de plástico al sol y se rompa al percibir el peso de un cuerpo y lo más gracioso pensaba, es que la fantasía puede dispararse y llegar a inventar y producir pavor, cuando la lógica era tan evidente. Mientras sonreía y recogía los maltrechos pedazos de hamaca, pensó que Morfeo vendría a abrazarle con ternura y pasión.
Nani. Agosto 2009.
Agradezco a Odel este premio. Y siguiendo las reglas del juego:
1. Nombrar a la persona que te lo entregó
.2. Poner las reglas en el blog.
3. Premiar a 5 blogs.
4. Informar a los premiados de su premio.
5. Compartir 5 cosas que nos encante hacer.
Las cinco cosas que me gustan, son:
Respirar el aire fresco de las noches de verano y el del amanecer.
Mojarme con el chirimiri de las primeras lluvias y oler la tierra mojada.
Tomar una "servesilla" con los amigos.
Leer, escuchar música y aprender.
Fantasear.
Bueno creo que he puesto más de cinco cosas (ninguna por orden, eso depende del día) y es que me gusta la vida y las cosas de la vida.
Estoy sacando todo y no te encuentro. Me he pasado toda una tarde buscándote pero debes haberte esfumado como el humo de tus muchos cigarrillos. Dos veces llevo ya camino de tres, que he vaciado el cajón y nada de nada. Me gustaría por última vez, mirar tus ojos y recordar aquella mirada dulce y calma. Recuerdo tus últimas palabras, tus últimas caricias y tus últimos besos. Las palabras fueron como el zumo del pomelo. Las caricias como la clara de huevo cuando se sale del plato y los besos…, esos si sabían a la salsa “Pedro Ximénez” que tanto nos gustaba, pero que por cara y escasa, siempre supieron a poco.
Recogí mi cámara de fotos y salí a la calle. El sol me deslumbró. La penumbra que mantenía dentro de casa, me dejó noqueada al salir. No podía imaginar como lucía, como quemaba y como brillaba. Pensé que mejor hubiera sido esperar al anochecer con la fresquita, claro que esa hora no hubiera sido la adecuada, ya que mi intención era hacer fotos. A estas horas, las personas andaban recogidas buscando el fresquito de algún rincón casero y refugiarse de los rayos de sol que se metían hasta en el último poro de la piel.
Andaba con estos pensamientos, cuando me encontré en unos callejones estrechos y encalados. Me alegró haber decidido seguir, porque la pulcritud de las fachadas encaladas y el brillo solar, hacían un matrimonio perfecto para que el objetivo de mi cámara, captara todo lo que iba buscando y sin apenas darme cuenta, fui a parar frente a una ventana a la que no había prestado atención anteriormente. Me quedé parada mirando, mi mente cavilaba mientras mis manos no paraban, mis ojos enfocaban y mis dedos pulsaban.
El objetivo fue una antigua ventana deslucida con postigoscerrados a cal y canto. Los hierros retorcidos parecían mostrarme lo intrincado que es a veces la vida y al zumbar esta última palabra en mi interior, produjo en mí un efecto tal, que me dejó allí mismo quieta y plantada, sin dejar de mirar aquella cosa antigua y retorcida, que delante de mí parecía querer decirme algo.
Dejó de existir la cámara y la agilidad de mis manos. Fue algo que no había ocurrido antes, la sensación era extraña y a la vez, inquietante. Mi mente imaginaba qué habría sido lo que ocurrió detrás de esos hierros y aquellas viejas maderas a lo largo de tantos años de existencia y vi pasar delante de mí a una señora con traje “Luís XV” de pelo preciosamente cuidado, que llamaba a su ama de cría, mientras espera sentada en un gran sillón con la mirada perdida. En otra habitación (parecía una biblioteca), había un caballero con monóculo que leía algo que parecía tener mucho interés. Y lo que me hizo reaccionar con un escalofrío enorme, fue cuando creí percibir el aliento de un caballo y a lomos de este, un hombre del pueblo llano que miraba con una intensidad desmesurada la ventana, mientras apretaba los dientes y sujetaba con la mano derecha un trabuco. Me restregué los ojos, hice un gran esfuerzo para recolocar mi cabeza y empecé a recorrer el camino de vuelta. Tenía ganas de descargar las fotos, para saber si todo aquello que creía haber visto, era producto de mi imaginación, del soletín que mi cuerpo había empapado o que bien, me metí en otra época sin apenas darme cuenta.